Prohibido beber agua

OPINIÓN

Las terrazas de los bares, llenas de gente
Las terrazas de los bares, llenas de gente Santi M. Amil

07 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Asturias es una de las comunidades en donde el contacto con el alcohol es más precoz. En general, en España se bebe mucho y las campañas para prevenir el consumo de la droga más consumida, nada menos que 77,2% la ha consumido en algún momento del año, algo que no ocurre con ninguna otra droga, son más bien discretas y, en muchos casos, invisibles. El gobierno aprobó en marzo el proyecto de ley de prevención del consumo de alcohol en menores, debidamente expurgada, no vaya a ser que se enfaden los traficantes de esas sustancias, aunque todavía no sabemos cuándo será votada en las Cortes, y para mi sorpresa, no ha levantado debate alguno.

Esto no es, creo, debido a que los españoles y sus medios entiendan que es una ley necesaria. Es un silencio consciente porque el alcohol es nuestro elefante en la habitación, de esto no se habla porque a todo el mundo le gusta beber y hay mucho dinero en juego y publicidad y es mejor no tocar ahí, no vaya a ser. No sé si cuando se apruebe la ley saltará el debate como en su día ocurrió con el tabaco, pero de momento, es asombrosa la escasísima repercusión mediática del asunto cuando somos uno de los principales consumidores de esa droga en nuestro entorno.

En España, las instituciones públicas fomentan y hasta subvencionan el consumo de alcohol. Hay políticos notables que publicitan marcas de cerveza sin sonrojo alguno, las comunidades autónomas y ayuntamientos organizan festivales del vino, el bombardeo es constante con estímulos para beber, ningún otro producto goza de la exposición por todas partes de la que goza el alcohol, es imposible sustraerse de ese ambiente, no existe ni un solo rincón en ninguna ciudad en el que no tengamos cerca un lugar para beber alcohol con la inevitable publicidad en terrazas, toldos, sillas y sombrillas. El alcohol domina y condiciona nuestras vidas, incluso las vidas de personas como yo, que no bebemos alcohol.

Este fomento adquiere tintes delirantes, obscenos, groseros e inconscientes en algunas ciudades. Sin ir más lejos, Marta Rivera de la Cruz, la tercera teniente de alcalde de la ciudad de Madrid, la de la canción, en Twitter, la red social que pretende que la llame de otra forma, dijo que en Madrid en verano tomamos cañas, bien tiradas y heladas, y que si queremos beber agua, podemos entrar en un bar a pedirla o abrir el grifo en nuestras casas. Se ve que en Avilés o en Bilbao las cañas se sirven de otra forma, no sé, pero lo cierto es que este fomento del consumo de alcohol por parte de la protagonista de la canción de Facu Díaz iba destinado a poner en duda nada menos que la necesidad de instalar fuentes de agua, fuentes públicas, en las calles de la capital, en un contexto terrible de ola de calor y de cambio climático.

La obscenidad, al margen de que, efectivamente, en Madrid apenas hay fuentes, es eliminar de un plumazo a gente que no bebe o no puede beber: embarazadas, niños, ancianos y enfermos, por ejemplo. Madrid está secuestrado en su totalidad por un régimen etílico que desde fuera se ve, correctísimamente, como grotesco.

Lamentablemente, este asunto del consumo de alcohol excesivo que existe en toda España, a pesar de la aprobación del proyecto de ley arriba mencionado, no se debate en ningún sitio. En verano, todo el país está en fiestas patronales y el único aliciente que tienen todas y cada una de las fiestas patronales que en España son, es el alcohol. España es un país obsesionado con sus bares y con el beber y en Madrid esa obsesión constituye una plaga sin que absolutamente nadie se plantee la posibilidad de organizar un debate o varios sobre un tema muy serio. Y ese nadie incluye, me temo, a la izquierda, no solo a la derecha. El alcohol es nuestro tabú, es el asunto del que no se habla, solo algunos locos con problemas de adicción intentamos elevar la voz por encima del silencio al respecto. No me extraña nada esa ausencia de debate en la derecha, al fin y al cabo al capitalismo siempre le vino muy bien tener borrachos, pero precisamente por esto me asombra que en el lado progresista nadie esté dispuesto a sentarse a debatir y analizar este asunto terrible que destruye miles de vidas al año, muchas de ellas de clase trabajadora.

Especialmente sangrante es la ausencia de ese necesario debate en Madrid, donde las calles ya no son calles, son terrazas y donde uno puede recorrer docenas de kilómetros sin encontrarse una fuente pública de agua. Es triste que todo el debate se tenga que reducir, en realidad, a monólogos: por un lado, el de políticos e instituciones fomentando su consumo y por otro, personas que predicamos en el desierto mientras todos miran hacia otro lado. Hay muy poca valentía con este tema en el lado progresista, me temo, a pesar de todo.