Trabajadores contra sus derechos: el voto que fortalece a quienes niegan el progreso

José López Antuña LICENCIADO EN CIENCIAS DEL TRABAJO, GRADUADO SOCIAL, POSGRADO EN RELACIONES INDUSTRIALES Y EXPERTO EN ADMINISTRACIÓN GENERAL

OPINIÓN

Varios centenares de personas, más de 2.500 según los organizadores, han participado este miércoles en la manifestación del Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajo, convocada por la dirección confederal de la Unión Sindical Obrera en Gijón
Varios centenares de personas, más de 2.500 según los organizadores, han participado este miércoles en la manifestación del Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajo, convocada por la dirección confederal de la Unión Sindical Obrera en Gijón Juan González|Juan González | EFE

13 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

PP, VOX y JUNTS rechazan la reducción de la jornada laboral y se alinean con intereses empresariales, mientras millones de trabajadores, víctimas de la desinformación y el discurso identitario, sostienen con su voto políticas que perpetúan la desigualdad.

Un espejo incómodo de la democracia

La democracia moderna nos concede un derecho sagrado: votar libremente. Sin embargo, esa libertad se ve constantemente manipulada por discursos que, en lugar de informar, desorientan. En España, la reciente oposición de partidos como PP, VOX y JUNTS a la reducción de la jornada laboral sin pérdida salarial es un ejemplo claro de cómo fuerzas conservadoras y liberales defienden intereses empresariales, aunque disfracen su mensaje de patriotismo, libertad o progreso económico. La paradoja es evidente: miles de trabajadores, muchos en situación de precariedad, respaldan con su voto a partidos que rechazan sistemáticamente políticas orientadas a mejorar su calidad de vida. Es el triunfo de la narrativa sobre la realidad.

Historia de una resistencia al cambio

Desde finales del siglo XIX, cada conquista laboral —la jornada de ocho horas, las vacaciones pagadas, el salario mínimo— fue resultado de lucha sindical, presión social y visión progresista. Nunca fueron regalos de la élite económica ni de partidos conservadores.

Hoy, cuando la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales se plantea como una herramienta para conciliar la vida personal, combatir el desempleo y mejorar la productividad, partidos como PP, VOX y JUNTS se alinean con patronales que alertan del supuesto «riesgo económico» de la medida. La historia se repite: los mismos argumentos fueron utilizados cuando se propuso la jornada de ocho horas en 1919, en la emblemática huelga de La Canadiense en Barcelona. «El verdadero progreso es aquel que mejora la vida de quienes producen la riqueza, no solo de quienes la acumulan».

El peso del discurso identitario y mediático

En lugar de hablar de precariedad, desigualdad salarial o derechos laborales, la agenda mediática y política se ha llenado de debates sobre «identidad nacional», inmigración, seguridad o supuestas «amenazas a la libertad». Así, la derecha política ha logrado atraer a votantes trabajadores, canalizando frustraciones reales hacia chivos expiatorios equivocados. VOX, con su discurso populista, se presenta como la voz del pueblo, cuando en realidad impulsa medidas que debilitan la negociación colectiva, criminalizan la protesta y favorecen la desregulación laboral. JUNTS, aunque desde otro prisma ideológico, comparte con la derecha económica su visión liberal y empresarial. PP, por su parte, mantiene un relato de «gestión responsable» que, históricamente, ha servido para frenar reformas sociales.

La batalla cultural en el mundo del trabajo

La manipulación del voto obrero no es un fenómeno nuevo, pero hoy se ve amplificado por redes sociales y plataformas digitales donde los bulos, el sesgo informativo y las campañas de miedo son armas políticas. Mientras tanto, la izquierda y el sindicalismo parecen luchar con menos fuerza narrativa, pese a que los datos avalan que reducir jornadas y subir salarios dinamiza la economía. «Quien olvida su historia está condenado a repetirla» —George Santayana.

Los trabajadores que votan contra sus propios derechos no son culpables individuales, sino el reflejo de un sistema comunicativo que transforma al oprimido en defensor de su opresor. La educación cívica, la memoria histórica y el periodismo crítico son esenciales para revertir esta tendencia.

PP, VOX y JUNTS: distintos colores, mismo patrón

PP mantiene un discurso de «gestión responsable» que en la práctica frena reformas sociales profundas; VOX, con su populismo, transforma el debate laboral en una cuestión de «libertad individual», ignorando la asimetría de poder entre empresario y trabajador; y JUNTS, pese a su bandera soberanista, comparte con las élites económicas una visión liberal que relega los derechos laborales a un segundo plano.

Las tres formaciones coinciden en lo esencial: la competitividad empresarial es prioritaria frente a la dignidad del trabajo. Esta visión de la competitividad es profundamente errónea y cortoplacista, pues se basa en la reducción de costes laborales como estrategia económica. La auténtica competitividad de un país y de sus empresas no debe construirse a costa de salarios bajos, precariedad o supresión de derechos, sino a través de innovación, valor añadido, calidad, diferenciación y sostenibilidad.

Está demostrado que trabajadores satisfechos, protegidos y con condiciones dignas son más productivos, creativos y comprometidos. Además, desde una perspectiva jurídica y ética, la defensa de los derechos laborales es un pilar del Estado social y democrático de derecho, consagrado en el artículo 1.1 de la Constitución Española. Apostar por la explotación como ventaja competitiva perpetúa el dumping social y fomenta la deslocalización, aprovechando la mano de obra barata en países con escasas garantías de derechos humanos. Este modelo globalizado de explotación no solo erosiona las condiciones laborales en España y Europa, sino que agrava las desigualdades internacionales, consolidando una economía basada en la injusticia estructural en lugar del progreso compartido.

Reducción de jornada: un derecho del siglo XXI

Estudios recientes demuestran que países con jornadas más cortas, como Noruega o Dinamarca, presentan mayor productividad, mejor salud mental y cohesión social. La tecnología permite producir más en menos tiempo, y repartir ese tiempo entre la población activa es una cuestión de justicia. Oponerse a esta reforma no es solo una postura política: es negar el derecho al descanso, la salud y la dignidad humana. Si el siglo XX consolidó derechos básicos, el XXI debe apostar por el tiempo libre como eje de bienestar.

La libertad mal entendida

La derecha política utiliza el concepto de “libertad” para justificar políticas que, en realidad, dejan al trabajador a merced del mercado. En esta concepción, la «libertad» de una gran empresa para fijar condiciones laborales prevalece sobre la libertad del trabajador para vivir dignamente.

Esta paradoja nos obliga a recordar que la verdadera libertad nace de la igualdad de oportunidades y de la protección social. «La justicia social no es un lujo: es la única base sólida de la democracia».

Conclusión: despertar de la conciencia obrera

El voto obrero que apoya a quienes bloquean avances sociales es una llamada de atención sobre el poder de la propaganda y la fragmentación social. No se trata de criminalizar al votante, sino de recuperar un proyecto político y cultural que devuelva orgullo, dignidad y esperanza a la clase trabajadora. La reducción de la jornada laboral es mucho más que una propuesta económica: es una bandera histórica que simboliza el progreso humano. Que no nos roben ese horizonte.