Para justificar la repetición de ciertos debates que parecían ya superados por el paso del tiempo suele decirse mucho eso de que la historia es cíclica (y, por tanto, todo vuelve). Es cierto que nos creemos que los derechos y las libertades conquistadas las hemos conseguido para siempre y no, ahí nos equivocamos, porque hay una continua batalla cultural intentando ganarse a la opinión pública (aunque estén en peligro tus propios ideales, lo de que el ‘dato mata relato’ en esos tiempos de postverdad ya no funciona). Me parece que, en muchas ocasiones, los resultados que otorgan los estudios demoscópicos son los que generan los temas de interés a incluir en la agenda política y, desgraciadamente, vivimos una dura época de retroceso en todos los ámbitos.
Es evidente que el PP no puede estar contento con las últimas encuestas publicadas, porque está viendo reducida sus posibilidades de ganar unas elecciones generales y, además, de sumar mayoría absoluta junto a Vox, con quien ya no tiene ningún resquemor en pactar lo que sea necesario. Seguramente los consejos que ha recibido Alberto Núñez Feijóo sean que tiene que copiar a la ultraderecha en puntos clave (sin escrúpulos, y da lo mismo que esas propuestas no tengan sentido alguno). En un acto en Murcia (mientras Carlos Mazón se dedicaba a repartir besos al público asistente al mismo tiempo que en el País Valenciano se producía una alerta roja por fuertes lluvias) le dio por proponer un visado por puntos a los migrantes a la vez que criticaba su derecho a acceder a ayudas sociales (sobre todo al ingreso mínimo vital).
En el pleno del Ayuntamiento de Madrid salió adelante una proposición para que las y los funcionarios municipales «informen», a las mujeres que vayan a abortar, de las consecuencias del «síndrome post aborto» (no reconocido por la comunidad científica, emulando la vinculación que hizo Donald Trump a las embarazadas para que no consuman paracetamol si quieren evitar que sus descendientes sean autistas). En Zaragoza, a las puertas de las Fiestas del Pilar, han sustituido los necesarios puntos violetas por lo que han llamado «espacios seguros unisex», cuya consecuencia no es otra que normalizar el machismo institucional. Isabel Díaz Ayuso sigue en sus trece con sus reiterados excesos verbales, sea para insultar a las y los integrantes de la denominada flotilla de Gaza («ya se han dado el baño; ahora, subvenciones para chiringuitos») o para tergiversar, manipular y mentir las palabras del Lehendakari Imanol Pradales («Ayuso anderea, euskaldunak gara. Ayuso, entzun, Euskadi euskaldun» [que significa «Señora Ayuso, somos vascos. Ayuso, escucha, Euskadi habla euskera»] con vistas a repetir el éxito de aquel «que te vote Txapote» que ensució las elecciones generales de 2023.
La pregunta que me hago no me es grata, y me duele que su respuesta sea un sí. ¿El PP está creando enemigas y enemigos? ¿Le renta para sus objetivos electorales atacar a las mujeres y a las personas extranjeras, además de seguir con la matraca de ETA? Se me hace muy duro que un partido de Estado, con posibilidades de regresar en el futuro a La Moncloa, esté apostando por liderar la oposición con estos terribles mensajes. Tampoco parece haber finalización, en el campo laboral, a la idea trasnochada de que hay que «fomentar la cultura del esfuerzo», obviando por completo que las desigualdades sociales ya nos limitan optar, de partida, en las mismas condiciones. Discrepo absolutamente con el presidente de la CEOE, Antonio Garamedi, puso de ejemplo al tenista Carlos Alcaraz para justificar su negativa a reducir la jornada laboral.
Yo soy de los que digo que hay que trabajar menos para vivir mejor, y por supuesto que apoyo seguir disminuyendo el tiempo en el puesto del trabajo para que la gente tenga más tiempo para su familia, para su ocio y para gastar las horas en lo que le plazca (y por supuesto cobrando un salario digno y acorde a su categoría). Además, volvemos con la equivocada idea de vincular que para que haya una mayor productividad se requiere estar más horas trabajando (es verdad que me refiero a términos generales y que habría que matizarlo según el sector y la función a realizar). Creo que urge ir a la raíz del problema, y es que en España seguimos sin analizar ni concretar una racionalización justa de horarios que nos satisfaga a todas las partes.
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