No son pocas las veces en las que hemos visto, como de un día para otro, se cambian apoyos políticos. Una imagen muy simbólica fue aquella de Pablo Casado que, tras una intervención en el Congreso, todas y todos los diputados del PP le aplaudieron poniéndose de pie (a las pocas horas, esas mismas personas le dejaron solo, obligándole a abandonar la presidencia del partido). A Feijóo le ha ocurrido algo parecido el pasado miércoles, y ahí estuvo muy hábil Pedro Sánchez cuando le dijo ‘ánimo, Alberto’ conociendo los precedentes. Comprendo el nerviosismo que sufren en Génova, porque todas las encuestas están situando al PSOE como el ganador de las próximas elecciones generales, algo que de producirse en una próxima cita electoral obligaría al líder popular a comerse sus propias palabras (él defiende que gobierne siempre la lista más votada aunque pueda haber otra alternativa con mayor apoyo parlamentario). Ni tan siquiera al PP le ha dado un respiro el último informe de la UCO, en donde aparece una fotografía con un sobre del PSOE en el que se ve dinero en efectivo para José Luis Ábalos. Intentaron mezclar churras con merinas vinculando ese pago (por gastos de representación) como si fuera una prueba de financiación ilegal, pero fracasaron en el intento. No obstante, creo que se dieron cuenta a tiempo de que no les conviene que se les recuerde que el único partido condenado por corrupción es precisamente el PP (en una de las piezas del conocido ‘caso Gurtel’), asunto que motivó el éxito de la moción de censura contra M. Rajoy. A la desesperada intentarán sacar algo de provecho en el Senado, pero viendo que las comparecencias en la comisión de investigación del llamado ‘caso Koldo’ no están sirviéndoles de mucho, no creo que hayan acertado tampoco en anunciar que citarán al propio Pedro Sánchez, porque podría salir airoso (y más si la investigación policial y judicial sigue sin encontrar indicios, sospechas o pruebas que le inculpen o le vinculen con este tema) y dejar todavía más en entredicho la nefasta oposición del PP.
No nos queda otro remedio que confiar en que, de esta vez, se terminará para siempre uno de los temas más enquistados y problemáticos de nuestra era. La situación en Oriente Próximo es un polvorín desde la proclamación de independencia de Israel en 1948, pero creo que no me equivoco si digo que en estos dos últimos años se han producido los momentos más trágicos y difíciles, entre otras cosas porque nadie ha sido capaz de ponerle freno al país hebreo (el derecho a la defensa no tiene nada que ver con cometer un genocidio contra el pueblo palestino). El domingo pasado asistí a la manifestación de Gijón/Xixón en apoyo a Gaza y me alegré mucho de la alta participación (al igual que otras que se celebraron a lo largo del mundo), muy superior a las anteriormente celebradas y a las que también acudí. Seguramente las calles estuvieron abarrotadas gracias a la relevancia mediática que alcanzaron las movilizaciones en eventos como la Vuelta Ciclista a España y, también, por la indignación ante el secuestro (que no detención, porque se realizó en aguas internacionales) de las y los integrantes de las flotillas (de diversas nacionalidades) que intentaron llevar a Gaza ayuda humanitaria. Es lícito tener una opinión discordante y crítica con este tipo de actuaciones (no incluyo ni mucho menos el discurso ayusista basado en el insulto), pero lo que no podemos negar es que ha sido más efectivo de cara a despertar conciencias, que tal y como representó ‘Con Alevosía Teatro’ en su actuación el pasado fin de semana en la Noche Blanca de Oviedo/Uviéu, en estos últimos veinticuatro meses habíamos normalizado ver imágenes terribles en los informativos sin que ello nos afectase lo más mínimo, ni tan siquiera mientras comemos. En la Asamblea de la ONU hubo una imagen muy simbólica de Benjamin Netanyahu interviniendo con la sala prácticamente vacía, lo que hace patente el aislamiento en el que se encuentra Israel, cuya reputación (incluso para las y los más acérrimos defensores) está en horas bajas. También es verdad, para no caer en el engaño, que el soporte y apoyo que le sigue proporcionando Estados Unidos es más que suficiente para tener carta blanca y realizar cualquier acción, algo incompatible para un estado que dice ser democrático (sin líneas rojas ni respeto de la legislación vigente). Veremos si este acuerdo se convierte en firme, si por fin llega la paz definitiva y se puede acordar la existencia de dos estados que convivan pacíficamente.
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