Claro que se puede acabar con la pobreza
OPINIÓN
Acabar con el paro, la precariedad y la pobreza ha sido siempre una prioridad de Comisiones Obreras. Y están estrechamente relacionados. Hoy se celebra el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza y es una buena ocasión para incidir en ello. Porque la realidad que muestran los datos debería avergonzarnos como sociedad. No sólo es posible acabar con la pobreza, sino que es necesario que dejemos de normalizarla e integrarla como una manera más de vivir. Una democracia que se precie no puede permitir que haya familias angustiadas por no poder llegar a final de mes, sin las necesidades básicas cubiertas.
Según la Encuesta de Condiciones de Vida que elabora el INE, considerando únicamente el nivel de ingresos, en Asturias habría 158.000 personas, el 15,6% de la población, en riesgo de pobreza (eran el 13,1% en 2008), y de ellas 62.000 sufren pobreza severa, el 6,1% de la población. Por su parte, la última Encuesta de Población Activa recoge que seis de cada cien familias asturianas están en situación muy vulnerable, porque el 6,44% de los hogares en los que hay personas que pueden y quieren trabajar, tienen a todas ellas en paro. Eran el 4,24% en 2008.
Hay muchas personas en Asturias que padecen carencia material y social severa: que no pueden permitirse ir de vacaciones al menos una semana al año; que no pueden permitirse una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días; que no pueden permitirse mantener la vivienda con una temperatura adecuada; que no tienen capacidad de afrontar gastos imprevistos, ni quedar con la familia o amistades para comer o tomar algo al menos una vez al mes; que no pueden permitirse la conexión a internet… Y todo el mundo debería poder. Porque son necesidades básicas para desarrollar una vida digna, libre de desigualdades y exclusión social.
Tras la pobreza por bajos ingresos, vivir en un hogar sin empleo o con baja intensidad en el empleo es la segunda causa más frecuente de pobreza y exclusión social en Asturias. Una pobreza, por cierto, que nos afecta más a las mujeres, porque el mercado laboral nos trata peor, sufrimos brechas salariales injustificadas y llegamos a la jubilación, por tanto, con pensiones mucho más bajas, a veces de miseria.
Por otra parte, los niños y niñas que viven en hogares marcados por la pobreza tienen un desarrollo personal y cultural que no les permite evolucionar como al resto, de manera que su situación tiene continuidad en la edad adulta. Lo mismo ocurre con las personas migrantes, que con poco que mejoren la situación de la que vienen parece que ya deban conformarse, pero siguen viviendo en la pobreza.
Pero tener un trabajo tampoco asegura no caer en la pobreza. En Asturias hay en torno a un 10% de las personas trabajadoras pobres, que es cuando el empleo no alcanza a cubrir las necesidades más elementales. Eso que nos han contado de que es mejor tener un trabajo precario que no tener ninguno perpetúa esta situación.
La Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social considera que las condiciones de precariedad laboral multiplican por dos las posibilidades de caer en la pobreza. Es decir, disponer de un contrato temporal duplica el riesgo de ser pobre, y la tasa de pobreza entre quienes tienen una jornada parcial es el doble que la de quienes disponen de un empleo a tiempo completo. En Asturias el 14,0% de las personas asalariadas tiene un contrato temporal y el 13,3% trabajan a tiempo parcial.
A pesar de los avances que han supuesto la reforma laboral, la mejora de las pensiones y las subidas del SMI, queda mucho trecho por recorrer. Porque no podemos olvidar que los empleos de baja calidad redundan en peores salarios. Y los salarios no han aumentado en los últimos años en la misma medida que el coste de la vida, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo de la población. El desorbitado precio de la vivienda está poniendo además contra las cuerdas a la clase trabajadora, y aumentando las situaciones de pobreza, por eso hay que blindar el acceso a una vivienda digna y asequible como derecho subjetivo.
Las políticas de protección social ayudan, qué duda cabe. En el caso de nuestra comunidad autónoma, las transferencias públicas, incluidas las pensiones, logran reducir la tasa de pobreza a menos de la mitad. Por tanto, habría que redoblar los esfuerzos y agilizar al máximo los trámites del salario social y el ingreso mínimo vital, para sacar del laberinto burocrático a personas que necesitan las prestaciones para sobrevivir, así como garantizar unos servicios públicos que favorezcan la cohesión social: sanidad, servicios sociales, atención a la dependencia y la discapacidad. Las cifras de pobreza son escandalosas y representan un fracaso social.
CCOO tiene un compromiso firme con la erradicación de la pobreza, y lo llevamos a la práctica con nuestra acción sindical en los centros de trabajo y en la negociación colectiva, con convenios y planes de igualdad que mejoran las condiciones laborales y salariales.
Como sindicato de clase que somos, a través de nuestra acción sociopolítica, acordamos medidas que benefician a las clases populares mediante el diálogo social y la concertación. La interlocución con el Gobierno y las Administraciones es básica para mantener y mejorar el Estado de Bienestar, con propuestas, diálogo y también con la movilización. Porque se puede acabar con la pobreza. Y seguiremos trabajando para que así sea, reivindicando empleos decentes, salarios dignos y la protección social necesaria.
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