Una de cal y otra de arena para un país polarizado

OPINIÓN

El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, asiste a la toma de posesión de la fiscala Superior de Galicia, Carmen Eiró.
El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, asiste a la toma de posesión de la fiscala Superior de Galicia, Carmen Eiró. Cabalar | EFE

26 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En la misma semana que Mazón era interrogado en sede parlamentaria tras su renuncia en el gobierno valenciano, y coincidiendo con la otra dimisión reciente del presidente de la Diputación de Almería a cuenta de otra trama de mascarillas, se ha sabido de la condena a García Ortiz, el fiscal general, antes incluso de la sentencia del Supremo. El mismo día, por cierto, del 50 aniversario de Franco, que ha motivado un vídeo con mensaje de congratulación colectiva en las redes sociales de Pedro Sánchez y sobre todo en las de la parte socialista del Ejecutivo. No sabemos ni podremos saber si la elección de esta fecha responde a una voluntad bravucona por parte de los jueces, a un juego revanchista de un grupúsculo dirigente del poder judicial, pero parece que esas «malas lenguas» que ahora se sintonizan en la tele pública por la mañana y hasta por la tarde o noche quieren ver una profecía autocumplida con resquicios dictatoriales e inquisidores, que emocionarían al mismísimo generalísimo en vida. Visto lo visto, el PSOE fue menos efectista políticamente con el CGPJ que con RTVE, quizás porque en lo primero estaba disponible el PP y en lo segundo no, pues lo segundo venía de un acuerdo programático de la coalición con Podemos. Lo curioso es que la confianza de Sánchez y sus ministros se vislumbraba un poco ciega en ese sentido, quizás por deseos de autocomplacencia o de necedad institucional, si es que ambas cosas no son lo mismo. Pero el caso es que la fe de los socialistas en la nulidad de la causa abierta contra el fiscal no ha dado sus frutos: García Ortiz ha sido declarado culpable, por un delito de revelación de secretos, antes de publicarse el argumentario jurídico de la sentencia. 

Que el novio de Ayuso se haya comprado un ático en el mismo edificio donde vive con su pareja se antoja como una celebración por todo lo alto, nunca mejor ducho, aunque igual eso también es cosa de las malas lenguas de la Intxaurrondo, Javier Ruiz, Sarah Santaolalla o el Cintora ese, que últimamente le ha cogido el gusto a los tertulianos abiertamente comunistas. Curiosa o no tan curiosamente, la Presidenta de la Comunidad de Madrid comparece ante los medios para hacer una valoración personal de la condena con la bandera autonómica detrás, la lideresa del pueblo madrileño que no hace mucho insistía en su independencia con respecto a los tejemanejes vinculados a González Amador, que ni se ha suicidado ni tampoco se ha ido de España como vaticinó hace apenas unas semanas frente al juez. Desde luego, comprarse un ático mola más y es más saludable que las otras dos opciones, aunque el ático forme parte del mismo bloque de viviendas que despertó la investigación sumaria acerca de la propia vivienda donde son convivientes Isabel Díaz Ayuso y Alberto González Amador. Malas lenguas, malas lenguas, los que ven desfachatez, convencida impunidad y desvergüenza en un acto de simple libertad individual, económica e inmobiliaria. Viva la libertad y abajo las malas lenguas. 

A todo esto, no sabemos si Mazón habrá vuelto a El Ventorro, solo o acompañado, si habrá pedido un Rioja o un Rivera de acompañamiento, pero toda España le ha concedido un respiro al pobre hombre. Se necesita libertad para comprar un ático, sobre todo si has reconocido haber defraudado a Hacienda, y libertad para autoproclamarse una víctima de las víctimas, aunque las víctimas sean víctimas por ti y tus románticas negligencias. ¿Será verdad que le estamos pagando el sueldo a auténticos psicópatas? Rufián es Rufián, supongo que para cuando lo cortés y también para cuando lo valiente, pero es que Mazón es Mazón, y de momento Mazón no ha sido cortés ni valiente cuando ha tenido oportunidad de serlo, frente a las víctimas de la DANA o frente a Rufián. Lo del «pepinazo» de Almería todavía no ha despegado del todo, por lo que sea, pero tiempo al tiempo todo se andará. Y un bizco se apunta a un bombardeo a la salida de un funeral por la memoria de Franco y va y manosea a dos activistas de Femen en reiteradas ocasiones, y nadie dijo nada salvo por las dos mujeres, que continuaron manifestándose irreverentes entre los ladridos y machismos de los españoles «de bien» allí presentes. 

Que el Presidente del Gobierno vaya a Radio 3 para decir que es la mejor radio del mundo y que le encanta todo lo que se hace en Radio 3 está bien, la programación de Radio 3 es muy interesante y el Presidente puede hacer lo que quiera, pero igual este es un buen momento para, desde hace tiempo, dejar de escuchar tanto a Rosalía en Spotify, dejar de intentar ser tendencia millennial y adolescente al mismo tiempo, y remangarse a favor de obra en una legislatura ya de por sí tocada e imposibilitada: la vivienda sigue igual, los precios también, la corrupción en el seno del Gobierno también y la relación tóxica con los indepes de Junts también. Han habido expulsiones, toques de atención y modificaciones formales en declaraciones y manifiestos oficiales de partido, pero cuando hay corrupción asediando la autoridad moral de un equipo gubernamental y no se legisla porque no se quiere legislar sobre las cosas del comer y las del techo, o porque se han agotado los apoyos mínimos para aprobar nuevos presupuestos, las mentiras, el amarillismo y las medias verdades de los bulos alteran todavía más los ánimos de la gente, que comienza a estar deseosa de una ejecución pública mediante las urnas de un adelanto electoral.  

Y puede, tal vez, que aunque lo que esté por venir desde la bancada de enfrente sea mucho peor, en estos momentos la resistencia deba proyectarse en la humildad, la rendición de cuentas y la inteligencia política de un largo plazo que haya saneado las heridas abiertas de la actualidad y también, por qué no decirlo si es verdad, avivado las ganas progresistas de una retorno a la izquierda, cuando la sociedad española pueda constatar y comprobar con sus propios ojos lo que puede provocar en sus bolsillos y en su nevera la derecha y la derecha de las derechas que seducen por donde la confusión y el desánimo e implosionan, sin embargo, por donde el pan. Aquí me detengo para hacer un aviso a navegantes, a propósito: la izquierda se equivoca cuando cree que retener el poder con la mayoría de las encuestas a la contra representa un acto de heroicidad que será recompensado por las otras encuestas que vendrán, porque a veces una retirada a tiempo es una victoria, no en el presente inmediato pero sí en un hipotético futuro próximo. La gente no tolera el paternalismo político cuando lo huele, y eso es lo que está pasando: los jóvenes creen ser mejores rebeldes cuando eligen el sentido opositor ante el orden establecido del momento, se quedan atrapados en las garras de un tiempo que pasa y que les oprime a cámara lenta sin darse cuenta, cuando todavía están a tiempo, que el sentido opositor también se hará de palacio gracias a la ingenuidad de su voto, que ellos solamente contribuirán a reproducir un status quo con otros símbolos, bajo la misma alfombra roja, pero con una fuerza que negará sus posibilidad materiales de juventud, es decir, su juventud misma. Solo quedarán las sentimentales que les llevaron a la venganza del voto, pero entonces ni tan siquiera esas se sentirán igual ante la adrenalina de los victoriosos, que tenían peor aspecto cuando anhelaban la victoria, o sea mejor. En cualquier caso, y venga lo que venga, los momentos de crisis también pueden ser momentos de oportunidades, pueden transformarse. Así lo cree este este autor. 

Y, para acabar, hay algo en esta circunstancia presente que atrapa al Gobierno de España que va más allá de los pactos tan cuestionados por la derecha y por Felipe González y García Page, que va más allá del prometido bloqueo de los indepes recientemente y de la corrupción socialista mal combinada con medios de comunicación que se apuntaron a la misión política de la destitución demasiado pronto, con escasa deontología profesional. Se trata del socio minoritario que se hizo pequeño desde los planes de Moncloa y que terminó pinchando en votos tras una guerrilla orgánica cuestionablemente gestionada por todos sus principales dirigentes, con la división de su espacio antes contemporáneo: Unidas Podemos antes, ahora Sumar y Podemos, cada uno por su lado. El intento de impugnar a las filas aliadas se ha terminado pagando caro en pos de la estabilidad parlamentaria, aparte de la corrupción y de Puigdemont, y con la corrupción y con Puigdemont aparte. Recuerdo un viejo dicho un poco vulgar pero bastante lúcido que decía que no hay que cagar donde se come. Pues eso. Hace mucho tiempo que se han venido comprometiendo por diferentes razones el rendimiento electoral de la izquierda política, después de lo de Waterloo, de lo de Ávalos, de Santos Cerdán, de Vito Quiles, de los fascistas con el brazo en alto y, en última instancia, de lo que llaman lawfare. 

¿Si García Ortiz es inocente? Quién sabe, es cierto que no hay pruebas claras que avalen su inocencia más allá de la palabra y el testimonio de los periodistas que prestaron declaración en el juicio, pero no es menos cierto que la inocencia no es el supuesto que debe ser probado, sino la culpabilidad. Luego, ¿Hay claras pruebas de que el fiscal desvelara informaciones confidenciales y privadas del novio de Ayuso antes de que nadie más las hiciera púbicas? No. Allá cada cual con sus conclusiones. De todas maneras, es llamativo que todos los sujetos activos que se propusieron en algún momento ponerse frente a los chanchullos del núcleo familiar de Ayuso hayan caído tarde o temprano. Pasando por los indicios que habían contra el padre, contra el hermano y, finalmente, contra el novio. Pasando por la caída de Pablo Casado y terminando, de momento, en la del fiscal… ¿Y quién será el tercero? Esperemos que esta vez, hablando en serio, no haya un tercer actor caído en desgracia pública, bajo dicho respecto. Por la entereza y el bienestar de una democracia que últimamente está en boxes y, efectivamente, polarizada en exceso.  

Por cierto, no se necesitan nuevos presupuestos para impedir los paseos que se permiten los atodeclarados como fascistas o falangistas por las calles de Madrid, con escudos y flechas entre banderas y bengalas. Ello debería ser un mínimo común denominador para cuando la izquierda ocupa la presidencia y los ministerios. Ahí lo dejo por esta vez, señores.