Eucaliptos, empleo y territorio: hacia un pacto social y ecológico entre Asturias y Galicia

OPINIÓN

Biofábrica de Ence en Navia
Biofábrica de Ence en Navia Ence

26 nov 2025 . Actualizado a las 07:23 h.

El conflicto que atraviesan las fábricas de Ence en Asturias y Pontevedra, aunque ahora parece normalizado temporalmente, mientras se negocia un plan de ajuste laboral, pero con las pretensiones empresariales intactas, no puede entenderse únicamente como una disputa laboral. Es, más bien, el síntoma visible de un modelo industrial y forestal agotado, que amenaza tanto la estabilidad del empleo como la salud de nuestros ecosistemas. La empresa papelera ha planteado un ERTE para más de 90 trabajadores en Navia, mientras en Pontevedra la entrada de eucalipto se ha reducido drásticamente debido a la huelga de los transportistas madereros. La dirección de la compañía alega pérdidas anuales de entre 5 y 11 millones de euros, y busca compensarlas —una vez más— recortando derechos y plantillas.

Sin embargo, detrás de estas cifras se esconde un problema mucho más profundo: la dependencia estructural del eucalipto. Este árbol, introducido masivamente por razones económicas, ha colonizado miles de hectáreas del norte peninsular, desplazando especies autóctonas y degradando el equilibrio natural de nuestros montes. Lo que en su día se presentó como una «solución fácil y rentable» se ha convertido en una trampa ecológica y social: un monocultivo que agota los suelos, consume grandes cantidades de agua y favorece los incendios forestales que cada verano arrasan Galicia y Asturias.

No es casualidad. Los incendios recurrentes que sufrimos año tras año no solo son consecuencia del abandono rural, sino también del modelo forestal basado en especies altamente inflamables como el eucalipto o el pino. Estas masas homogéneas, mal gestionadas y sin cortafuegos naturales, se convierten en auténticos polvorines. Afrontar este debate —de fondo— el tipo de bosque que queremos y el uso que damos a nuestro territorio es también una forma de prevenir catástrofes naturales, proteger vidas y conservar el agua y los suelos fértiles.

Por eso, este conflicto no puede resolverse con medidas coyunturales ni con la simple lógica del beneficio empresarial a corto plazo. Se impone la necesidad de abrir un debate público y social amplio, con la participación activa de los gobiernos central y autonómicos, los sindicatos, las empresas papeleras, las plataformas medioambientales, los propietarios de los terrenos y las plantaciones y la ciudadanía. Debemos repensar colectivamente el modelo forestal y productivo del noroeste ibérico, apostando por una transición justa que combine empleo digno, sostenibilidad ambiental y equilibrio territorial.

Asturias y Galicia comparten una historia, una geografía y ahora también un desafío común. La reconversión del sector forestal no debe ser una amenaza, sino una oportunidad: reforestar con especies autóctonas —robles, castaños, abedules, hayas—, fomentar el empleo verde, la gestión sostenible de los montes, la bioeconomía rural y la innovación en materiales alternativos al papel tradicional. Un camino que genere valor añadido local sin hipotecar el futuro de nuestros bosques.

En este sentido, es justo destacar la labor incansable de colectivos como la asociación ecologista Fontes del Porcía, que desde el occidente asturiano lleva tiempo defendiendo el patrimonio natural y alertando sobre las consecuencias del monocultivo. Su compromiso demuestra que otro modelo es posible: basado en la responsabilidad, la educación ambiental y la cooperación entre comunidades.

Hoy, más que nunca, necesitamos una alianza entre trabajadores, ecologistas, instituciones, empresas y propietarios de estas plantaciones que ponga la vida, la tierra y el empleo en el centro. No podemos seguir aceptando que la competitividad industrial se construya sobre el despido y la degradación ambiental.

El futuro del papel, de nuestros bosques y de nuestras comarcas rurales depende de que sepamos transformar este conflicto en una oportunidad. Asturias y Galicia pueden y deben liderar el ejemplo: demostrar que desarrollo y sostenibilidad no son enemigos, sino dos ramas del mismo árbol.

El eucalipto, símbolo de un modelo agotado, puede ser también el punto de partida de una nueva etapa: la de la restauración del bosque autóctono, el trabajo digno y el equilibrio entre el ser humano y la naturaleza.