Fartones, ha llegado el «Cachopomatic»

Pablo Batalla Cueto REDACCIÓN

OVIEDO

Juan José Piñero, propietario de la carnicería Blanco, con su máquina expendedora de cachopos en Oviedo.Juan José Piñero, propietario de la carnicería Blanco, con su máquina expendedora de cachopos en Oviedo
Juan José Piñero, propietario de la carnicería Blanco, con su máquina expendedora de cachopos en Oviedo

Una carnicería de Vallobín instala una máquina expendedora con doce clases de este popular plato

18 may 2016 . Actualizado a las 21:50 h.

Dicen que en Japón hay máquinas expendedoras de absolutamente todo: de sushi, de amuletos budistas, de tebeos manga, de gafas graduadas, de paraguas. Lo que es seguro que no existe todavía en el Imperio del Sol Naciente es una máquina expendedora de cachopos. Un Cachopomatic. El privilegio de ser, de momento, el único lugar del mundo en tenerlo corresponde a Vallobín, Oviedo, y concretamente a la carnicería Blanco, sita en el número 22 de la calle Vázquez de Mella.

La idea, cuenta Juan José Piñero, el dueño del establecimiento, surgió hace varios meses y se materializó hace seis. «Teníamos ahí un portón muy feo y pensamos que había que embellecerlo invirtiendo en algo», explica. El algo que se les ocurrió se ha revelado como una auténtica gallina de los huevos de oro. Los 8.000 euros que costó la máquina en Olevending, Piñero calcula que se habrán amortizado entre los próximos septiembre y octubre. A entre tres y cuatro euros el cachopo. La división de 8.000 euros entre 12 meses da la cifra de 666 cachopos mensuales, o sea, 166 a la semana. El propio Piñero explica que los fines de semana, cuando se produce el grueso de las ventas, suelen vender entre 80 y 90 unidades del preciado manjar.

Doce clases de cachopo

Los cachopos suenan y se ven tan diabólicamente buenos como parece traslucir ese 666 mensual. Hay doce clases: seis de pollo y seis de ternera. Los aderezos disponibles comprenden desde la tradicional suma de jamón serrano y queso hasta rellenos más creativos y elaborados: jamón ibérico, setas al ajillo y cabrales; cebolla caramelizada y foie; jamón serrano, queso La Peral y pimientos? En los primeros tiempos de esta máquina, la carnicería también vendía en él embutidos, hamburguesas y callos, pero el mucho mayor éxito del cachopo llevó a Piñero a decidir cederle la exclusividad. «El cachopo tiene más tirada, sobre todo el fin de semana. Entre semana casi no vendemos, pero el viernes, el sábado y el domingo esto se llena de gente joven que se dice: 'Vamos a hacer una fiesta, ¿qué comemos?' Pues bajamos a por unos cachopos», cuenta Piñero.

Al día siguiente del Martes de Campo, la fiesta popular carbayona por excelencia, la máquina está semivacía. Pero es una situación excepcional. Piñero es consciente de que no hay mejor marketing que una tienda llena de productos suculentos y mantiene el suministro a ritmo constante. Esto es más trabajoso de lo que parece: «La gente piensa que tienes la máquina ahí y ya está, pero la máquina necesita hora y media o dos de recarga». Hay que hacer los cachopos y hay que envasarlos y etiquetarlos con los datos consabidos, especialmente la fecha de caducidad. Esta suele ser, explica el carnicero, de en torno a una semana. «La máquina es estanca, tiene frío, y eso hace que el producto aguante muchísimo», añade.

La carnicería Blanco es el único Cachopomatic del universo mundo. Parece que lo será por poco tiempo. Al orgulloso padre de la criatura le han llamado ya, para clonarla, desde Madrid, donde el cachopo es el último grito gastronómico y hay también un jugoso nicho de mercado para una venta 24/7. «Estamos en trámites», cuenta.