Paseo por el Oviedo que iba a ser y no fue

Raúl Álvarez REDACCIÓN

OVIEDO

Más allá del Calatrava y Villa Magdalena, las dos décadas de De Lorenzo han legado a la ciudad un rosario de proyectos fallidos y promesas incumplidas

12 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Existe en las hemerotecas. Es un Oviedo imaginado y alternativo que, gracias a los poderes creativos del papel y los retoques informáticos de la imagen, tiene líneas de metro, una autovía de circunvalación por la falda del Naranco y un monorraíl para subir al monte desde el centro de la ciudad, un ayuntamiento futurista en El Vasco, una playa fluvial en el parque del Oeste, un club náutico a la orilla de un lago artificial en La Manjoya y una red de spas en sus barrios. Sin embargo, ninguno de esos proyectos consiguió atravesar la barrera entre el deseo y la realidad. En la semana en que una decisión judicial sobre las malandanzas del palacio diseñado por Santiago Calatrava en Buenavista, sumada a la reciente y aún no asimilada sentencia sobre el coste de la expropiación de Villa Magdalena, pone en cuestión el modelo de grandes obras impulsado por Gabino de Lorenzo durante su largo periodo en la alcaldía, muchos críticos del hoy delegado del Gobierno en Asturias recuerdan que su gusto por los proyectos de escala ciclópea no se agotó en esos casos que ahora alcanzan resonancia en los tribunales.

Desde antes de conseguir su primer mandato en 1991, De Lorenzo aprovechó las campañas para vocear crecepelos electorales, fórmulas que prometían grandes resultados pero nunca funcionaban. Algunas de esas propuestas fueron promesas incumplidas sin coste económico, pero en otras el ayuntamiento llegó a invertir dinero con magros resultados. Los centenares de plazas de aparcamiento sin vender construidas por Cinturón Verde, una sociedad promovida por el ayuntamiento cuyo proceso de disolución, en marcha desde el año pasado, llegará a su fin en las próximas semanas, fueron un ejemplo temprano de esa preferencia por los grandes planes poco meditados. No era nada nuevo. Antes de ser alcalde, De Lorenzo prometió que, si ganaba, dotaría a la ciudad de un metro cuya primera línea discurriría bajo la trama urbana entre los barrios de El Cristo y La Tenderina. Lo único que se ha sabido de esa idea en un cuarto de siglo es que Feve realizó algunos estudios sobre su viabilidad a mediados de los años 90, la rebajó a un metro ligero con un trazado sobre la superficie y finalmente la dejó morir de abandono.

También hubiera correspondido a Feve poner en marcha el rosario de apeaderos ferroviarios planeado para comunicar el barrio de La Florida y el resto del crecimiento urbanístico del extremo occidental con el centro de la ciudad. La compañía, sin embargo, nunca lo hizo y los miles de residentes atraídos hacia el barrio más nuevo de la ciudad con promesas de buenas comunicaciones se han encontrado atrapados durante años en una ratonera para el tráfico. Solo la inauguración el mes pasado del puente hacia La Argañosa, un proyecto que el Partido Popular no pudo rematar antes de las elecciones de 2015 por sus modificaciones y sobrecostes, ha abierto una nueva vía de entrada y salida. El tiempo dirá si es suficiente para aliviar la presión.

Lo que La Florida, como el resto de los ovetenses, no verá es la ronda norte. De Lorenzo porfió durante años por esa autovía a pesar de su impacto en los paisajes protegidos del Naranco. El proyecto tuvo algunos visos de llevarse a cabo, a pesar de las protestas, mientras Francisco Álvarez-Cascos ocupó el Ministerio de Fomento, pero desde entonces no encontró valedores y, por últimos, el ayuntamiento renunció definitivamente a él esta misma primavera. La última versión del plan general de ordenación urbanística ya no lo contempla. No queda tampoco rastro del efímero entusiasmo del alcalde por construir un monorraíl hasta los monumentos prerrománicos desde el centro. Duró lo que la campaña electoral de 1999, en la que De Lorenzo no dejó de defenderlo e inundar con detalles del proyecto sus medios de comunicación favoritos.

La pasión por el urbanismo también se declaró en La Manjoya, zona que el PP escogió como ámbito de expansión de Oviedo hacia el sur en un barrio concebido en 2002 para albergar viviendas unifamiliares y bloques de pisos de lujo y que en 2016 se parece más al cementerio encantado donde aún se aparecen los fantasmas de los años locos del ladrillo. El proyecto salió defectuoso desde el principio. Parte de los suelos, adquiridos a los propietarios de la desaparecida fábrica de explosivos, estaban tan contaminados por la actividad industrial con sustancias químicas nocivas para la salud que no podían tocarse y, por si fuera poco, los ecologistas se temían daños en el valios bosque autóctono de La Zoreda. La promotora Anca anunció a bombo y platillo una urbanización espléndida a cinco kilómetros del centro y promocionó dos rasgos espectaculares: un gran lago artificial con club náutico incluido y un puente vanguardista de acceso sobre la A-66. Nadie ha llegado a verlos y Anca tampoco se esforzó por construirlos. Cuando comprendió que todo aquello le venía grande, cedió terrenos a Urazca, una de las primeras inmobiliarias en sucumbir a la crisis en 2008. De todo aquel proyecto grandilocuente solo pueden contemplarse hoy aceras comidas por las malas hierbas y unos pocos edificios a la deriva que no están en el campo ni en la ciudad. Forman uno de esos lugares en los que es obligatorio coger el coche para llegarse a comprar el pan.

Antes de que la Confederación Hidrográfica pusiera el grito en el cielo, el ayuntamiento había considerado la idea de librarse de los venenosos depósitos ocultos entre los suelos de La Manjoya a través del río Gafo, que antes de su saneamiento era una corriente estrecha y sucia en las afueras de la ciudad. De Lorenzo, sin embargo, jugueteó con la idea de que lo que en un lugar podía servir como sumidero fuese vergel un poco más allá. Alrededor del Gafo debía crecer en el parque del Oeste una playa fluvial que dotase a la ciudad de lo que no tenía de manera natural. Dado que no hubo ni lago ni playa, para 2007 el alcalde tenía otro plan: ceder suelo municipal para la iniciativa privada construyera cinco spas en otros tantos barrios de Oviedo. Fue un fiasco. No hay ni uno en servicio. El proyecto de Montecerrao cambió orientación y alberga hoy un centro deportivo. El de Ciudad Naranco dio origen a una estructura vacía que no se ha usado y cuyo destino es objeto de debate. Los otros tres se quedaron en el papel.

El record de cambios de uso sin efectos prácticos se alcanzó en la parcela de El Vasco. Allí se planearon una facultad universitaria de la que la Universidad de Oviedo no tenía noticia, un nuevo ayuntamiento, un complejo para unificar las sedes judiciales dispersas por toda la ciudad, un museo o un centro comercial. No se hizo nada, como tampoco pasó de ocurrencia el museo de la sidra anunciado para la antigua plaza del pescado en Trascorrales. Al menos la inacción es gratuita. Como han dejado claro las decisiones judiciales del últimos mes, peor es empezar a actuar sin un plan bien meditado. Por Villa Magadalena ya se han pagado 20 millones de euros y se esperan que el precio final alcance una cifra cercana a los 60. Y el palacio de Calatrava va a costar ahora otros 25. El pasado pesa tanto sobre el presente que, con esas cantidades, Oviedo podría pagar de verdad, y no en la teoría, inversiones para seis años con el mismo ritmo presupuestario de 2016. Sin embargo, amenaza ruina. Los proyectos fallidos han resultado una bomba de acción retardada.