En el ángulo muerto, en el ángulo vivo

Belén Suárez Prieto OVIEDO

OVIEDO

Crónica del segundo ciclo de cine al aire libre, organizado por la Asociación Vecinal Oviedo Redondo

11 sep 2016 . Actualizado a las 12:02 h.

Hace unos días, escribía en estas mismas páginas sobre el segundo ciclo de cine en la calle organizado por la Asociación Vecinal Oviedo Redondo, que empezaba, y ahora, una vez concluido, quiero contarles lo que pasó.

Podría hacer una crítica de cada película proyectada, pero ya hay críticas abundantes y expertas al respecto, mucho mejores y más sabias de las que yo podría redactar.

Quiero hablarles de lo que se vivió estos días en la plaza del Paraguas, un rincón de Oviedo, como todos los rincones de todas las ciudades que en el mundo son. Y se vivió que noche tras noche, de lunes a viernes, nos juntamos más de 300 personas a ver cine, en forma de películas, mudas o no, documentales, cortos. En una de ellas, El hombre mosca, el maestro Jesús Arévalo, al piano, puso banda sonora en directo, en una pianola de allá los primeros años del siglo pasado, para que sonara como entonces. Y, al final, el maestro Arévalo agradeció al maestro Alejandro Lafuente, a los mandos ahora del sonido, que el lenguaje salido de los dedos y explicado al piano sonara así de bien, en un rincón de una ciudad como tantos, en la plaza del Paraguas, de Oviedo, rodeada de casitas en cuyas ventanas la gente se asomaba, para, bajo el amparo de la luna, ver a Harold Lloyd besarse con su chica, y la plaza romper en aplausos, porque pocas cosas hay más sencillamente bonitas que aplaudir en el cine, cuando las piernas y los brazos se rozan con quien tenemos al lado.

Porque la Asociación Vecinal Oviedo Redondo organizó este segundo ciclo de cine, asociación integrada por vecinos y vecinas del barrio que quieren superar los discursos aciagos respecto a este rincón del mundo, conociendo sus problemas, los del barrio, pero sabiendo que es un lugar acogedor para vivir y para estar. Asociación que busca construir haciendo y que ofreció a quien se quiso acercar cinco días de pelis, largas y cortas, de documentales. Y quien prefirió acercarse a la plaza y quedarse en alguna de las terrazas de los bares que luchan con denuedo para salir adelante, sin ver las pelis, se sentó en las terrazas, pero eso también formó parte del cine. De lo que se trata, al fin, es de hacer ciudad, hacer barrio, compartir, no necesitamos diversión sofisticada, solo una peli, un cucurucho de palomitas, un beso en una pantalla, un beso fuera de ella, una sidra en una terraza, sentir el refugio de la luna y ver las ventanas iluminadas de las casas que enmarcan la plaza, porque esas ventanas son casa y ver cine en las gradas de la plaza del Paraguas es casa, rozando la pierna de quien se sienta a nuestro lado.

El último día se proyectó el documental sobre la movida De un tiempo libre a esta parte, de la directora y protagonista de aquellos días Beatriz Alonso Aranzábal. Vino Beatriz y, cuando se acabó el documental, la asociación rifó papeletas para una rifa, esa tira de números, y se juntaron perfectamente los recuerdos de aquella época de resurrección, en los primeros ochenta, con la fiesta popular de la rifa.

Y antes del documental Héctor Tuya, guitarra y voz, acompañado por el contrabajista Javier San Marcos y por la flautista Alba García, hizo un pequeño recuerdo de aquellos años, de fulgor y de miseria, e interpretó En el ángulo muerto, de José Ignacio Lapido, e Iván Martínez, autor de la fotografía que acompaña este texto, que se dejó la piel por este ciclo de cine, vecino del Oviedo Antiguo, se emocionó, porque esta canción también es suya, porque fueron muchos días de mucho trabajo, de muchas emociones, de mucha vecindad sencilla, porque vivimos en el sitio perfecto, como tantos sitios perfectos en cada rincón de este mundo que nos ha sido dado y en el que lo único que deseamos, en realidad, es aplaudir un beso, en nuestra piel, en una pantalla en una plaza cualquiera.