«Oviedo es especial, se mete en el corazón de la gente»

Roberto Rodríguez REDACCIÓN

OVIEDO

Sid Lowe durante su pregón de San Mateo
Sid Lowe durante su pregón de San Mateo

El periodista inglés Sid Lowe ha hecho un repaso por su relación con la ciudad y con el equipo de fútbol y ha presentado a su hijo Mateo

16 sep 2017 . Actualizado a las 10:24 h.

Ante una Plaza del Ayuntamiento de Oviedo entregada, el británico Sid Lowe ha pronunciado el pregón inaugural de las fiestas de San Mateo, en un discurso de casi veinte minutos en el que ha repasado su historia como ovetense y oviedista y ha puesto el suyo como ejemplo de la acogida asturiana. El periodista ha repasado su año de Erasmus en Oviedo, recordando que en las primeras semanas sufrió una lesión de tobillo que le obligó a dejar su club, el Grisú. Lowe ha aprovechado esta experiencia para reivindicar la sanidad pública española.

Después de una primera parte del discurso centrada en su experiencia, Lowe se ha ido inmiscuyendo por sus inicios como fanático del Oviedo, rememorando un choque del Oviedo B contra el Deportivo B en el que brillaron Iván Ania y Esteban. El pregonero ha aprovechado para recordar a sus ídolos oviedistas, como Abel Xabier, Dubovsky, Onopko o Gamboa. En esta parte del discurso ha comenzado a caer un diluvio sobre la plaza que ha dado un toque épico a la última parte del discurso.

En ella el periodista ha entrado en la función integradora del Oviedo y de Asturias con los de fuera, y ha puesto como ejemplo a su hijo, Charlie Mateo, que ha coreado cánticos oviedistas junto a toda la afición mientras seguía cayendo el diluvio. Lowe ha sacado una bufanda de su peña oviedista en Oldham y ha recordado los años duros del equipo, y el esfuerzo que hizo toda la afición para salvar al club de la desaparición. Por último, en un emotivo final, el periodista inglés se ha despedido con un párrafo en asturianu en el que ha reivindicado lo orgulloso que se siente de ser ovetense.

Discurso íntegro de Sid Lowe en el inicio de las fiestas de San Mateo:

Aquel día… Yo estaba roto. El dolor era insoportable. Sudaba, lloraba... Desde el suelo, levanté la mirada y le vi al Cristo.

[No, no fue una aparición religiosa, aunque aquel día sí que me cambió la vida.]

Os explico: era mayo, hace veinte años, y yo jugaba al fútbol en el Grisú. Jugamos en el campo de Loyola y llevábamos solo cinco minutos cuando salté con el portero. Caí y me rompí el tobillo: tibia, peroné y ligamento. La pierna miraba hacia Oviedo, el pie hacia el Naranco. Y allí arriba estaba el Cristo, el que abraza a nuestra ciudad.

Vino la ambulancia y me llevaron a la HUCA, donde estuve cinco semanasingresado. Salí una sola vez: al antiguo Tartiere en silla-ruedas para el derbi con el Sporting. Cuando finalmente me dieron el alta, volví a Inglaterra, aún escayolado. Aquel derbi empatamos a cero y fue el último partido al que asistí allí, pero sabía que al Oviedo, a Oviedo, volvería a ver. Y volví.    

Mira, no os quería contar mi historia… Que más da, yo no soy nadie… Pero de alguna manera tengo que explicar qué hace aquí este guiri.

No soy el primer inglés en salir en este balcón ni ser del Oviedo. Keith Thompson y Charlie I’Anson celebraron ascensos aquí y su primer entrenador fue Freddie Pentland. Pero sí el primero en hacer este discurso. Será porque no localizaron a Stan Collymore… Y porque no es mi historia, realmente, sino la de muchos, porque de alguna manera expresa lo especial que es Oviedo, como es Asturias, como se mete en el corazón de la gente.

Llegué a Oviedo en bus en octubre del 96, con mi amigo Chris, cargado como Williams B Arrensberg. Nos esperaba un año de Erasmus, programa que lamentablemente peligra después del Brexit. Yo terminé viviendo en la calle Nueve de mayo; Chris vivió al lado del Tartiere y presumía de ver los focos desde la ventana. A los pocos días nos acercamos para un Oviedo B-Deportivo B, en segunda B, categoría que por desgracia acabaríamos conociendo bien. Ganó el Oviedo 1-0, con gol de Iván Anía y paradón de Esteban en el 88.

Me presta pensar que sean estos dos - asturianos, oviedistas, paisanos - que me marcaron un camino donde también nos encontraríamos con Diego Cervero, Michu, Armando… Gente que, aún sin saberlo, nos ha ayudado a abrir las puertas a mí y a otros a esta ciudad, su casa.

De aquel año veo imágenes: nunca vi una ciudad tan limpia. Veo paseos por el centro, todos iban extremadamente bien vestidos, el parque San Francisco, las bravas, los chiris glas y los tabiques. Veo L’Asturianu donde se cerraban largas noches. Veo monumentos por todos lados… Aún no estaba Woody Allen, pero el de las maletas sí, y la gorda acababa de llegar. Veo la catedral, la universidad donde se casaron amigos míos. Veo lluvia, calles done no caminabas, patinabas. Veo a la gente escanciar… Y me veo intentándolo … Desde el Naranco, veo todo su entorno.

Veo a Abel Xavier en la grada. Dubovsky, Paulo Bento, Onopko, Gamboa con su pelo engominado, Tomas Christiensen. Cada gol una langosta. Viajes a Donosti, a Madrid y a Gijón. El 4-1 al Atlético del doblete: nos veo saliendo rodando del estadio al casco antiguo y palpo una felicidad compartida, la victoria de una ciudad entera y me siento parte de ella. El deporte es comunidad, identificación, valores. Es un honor compartir este balcón con estas deportistas que honran a la ciudad. De estos valores, ellas saben perfectamente.

Parte importantísima de mi comunidad ovetense fueron el Real Oviedo y, como no, el Grisú.

Fiché por el Grisú de casualidad, igual que llegué a Oviedo de causalidad, aunque ya no me parece tan casual. Una día, recién instalado, saqué la guía telefónica y me hice una lista de clubs. Universidad ... Rosal ... Guillén la Fuerza ... Y Grisú. Cogí un autobús para la Tenderina Baja, hacia Cerdeño, donde entre vacas y ovejas hay un campo de tierra y una caseta pequeña. En el vestuario, donde las duchas, estaba pintado en letras enormes: NI ESCUPIR NI MEXIAR.

Yo entrenaba, pero no jugaba. Tampoco escupía ni mexiaba, por cierto. Hasta que por fin saqué el DNI y pudieron ficharme. Al tercer partido se acabó con la pierna rota para siempre bajo la mirada del Cristo del Naranco.

Pero no fue el final; apenas fue el comienzo. En el hospital ? y aquí mi admiración y gratitud eterna a la sanidad pública ? me trataron fenomenal, y vinieron todos a arroparme. Las cinco semanas ya no me parecen duras, sino una reafirmación, una demostración de la bondad de la gente. Tanto que, a pesar de tener que marcharme para Inglaterra, me resistí a soltar a Oviedo.

El primer artículo que publiqué jamás fue justo a la vuelta: un homenaje al derbi asturianu. Cuatro años después me fui a Madrid a trabajar, pero seguía colgado de Oviedo. El fútbol como cordón umbilical. Algún artículo firmaba como Isidro Lángara e iba a partidos, pero del Oviedo casi ya no escribía ? ya no era de primera. Estamos hablando del 2001.

Estuve en Mallorca cuando bajó a segunda, y peores momentos esperaban. ‘Sobrevivir’ era literal. Aquel día Luis Aragonés dijo: “Siempre que llueve escampa”. Ha llovido mucho, pero tuvo razón. Con Esteban de portero, diecinueve años después de aquél paradón contra el Depor B, catorce años después de Mallorca, el Oviedo volvió al fútbol profesional en Cádiz ? momento emotivo, injustamente robado a 155 aficionados… Volvió a jugar el derbi … y queda pendiente la vuelta a primera. Con Carso, tiene mucho futuro. Podía no tener ninguno, no haber llegado ni a este punto. Y esto es para celebrárselo.

En la dificultad, se forjó algo especial. Se reforzó y se amplió la identidad, la colectiva. Se demostró una vez más que la afición es el auténtico valor del fútbol. El Oviedo sois vosotros. En el 2003 y el 2012, lo salvó la gente. Mucha gente. La lista, arrancando por Manolo Lafuente, es larga y temo olvidar a alguien, pero sí que quería recordar a Antonio Mijares, y a todos vosotros.

Al Oviedo lo salvasteis los de siempre. En 2012, se sumaron Arturo Elías y aficionados de todo el mundo. El Oviedo lanzó un SOS y le contestaron; compraron acciones para salvar a un club que apenas conocían, pero sí que conocían a Juan Mata, a Michu, a Santi Cazorla, embajadores ovetenses y oviedistas orgullosos de serlo, y pronto conocerían al Real Oviedo. En más de 140 países, hay unos cuarenta mil accionistas. ¿Accionistas? Mejor dicho, hay oviedistas. Ovetenses.

Este tío aquí es Matías. Si alguien promociona a Asturias, a Oviedo, es él. Cuando vienen a partidos él, con el club, los ayuda. Y vienen a cada partido. Vienen a ver al Real Oviedo de Gran Bretaña, de Estados Unidos, de Argentina, de Portugal, de Japón, Rusia, México claro!, de Singapur, la Gambia. Emociona ver como Oviedo les cambia la vida, y ellos a Oviedo. Muchas vuelven, cinco, seis viajes al ano. Ya es su club, y por lo tanto, también su ciudad. A esta gente, les quería decir: merci, danke, efharisto, grazie, aligato, schukruhn, diohgch, obrigado, sposibo, thank you. Y a vosotros gracias por hacerles sentir en casa.

Hay una peña Oviedista en Oldham. Su lema lo dice todo: «Venimos por el fútbol, nos quedamos por el cachopo». Se enamoran del Oviedo y de Oviedo. Igual que pasó conmigo. El fútbol es una puerta, un acceso a la ciudad y a lo mejor que tiene: la gente. No estoy todo lo que quisiera, ellos tampoco, pero cuando venimos, sentimos algo especial. Cuando volvemos, más.

Ayer pasé al lado del campo de Olloniego, dónde jugué el primer partido con el Grisú… el ultimo llegó solo quince días después y terminó mal pero ni eso pudo separarme ya de Oviedo; es más, profundizó la conexión. Al pasar, sentí lo que siempre siento en este punto del camino, que para mí es como la frontera que se cruza: ya estamos en casa.

Y digo estamos… Os quería presentar a mi pequeño San Mateo particular. Se llama Charlie Mateo.

Poco más que dicir: la mio familia y yo sentímonos carbayones, y esto ye por vosotros. Siéntome arguyosu de pertenecer a esta ciudá guapa, amable, histórica, noble y lleal, cola so cultura y el so club de fútbol. Cola so xente. Nun hai, nin va haber nunca, manera de pagavos el cariñu que recibimos equí. Ye un auténtico honor tar equí. Nunca imaxiné tar nesti balcón, nin abrir les vuestres fiestes que me presta pensar que son les nuestres tamién. Gracies a tós: al Conceyu, a la SOF, a vosotros. Gracies, Uviéu. Felices fiestes.

 ¡Puxa Asturies!

¡Puxa Uvieu!

¡Puxa San Mateo!