«A los cinco años ya tenía claro que quería ser decorador»

ÁLVARO GONZÁLEZ OVIEDO

OVIEDO

Lorenzo Castillo, el interiorista de talla internacional, diserta en Oviedo sobre su carrera

29 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El martes tuvimos la suerte de poder disfrutar de la presencia de Lorenzo Castillo en Oviedo. El decorador español dio una charla en el Espacio Circus by Borja G. Finat promovido por el despacho de abogados Ontier. Aquí, ante una sala abarrotada, Lorenzo hizo un repaso a la historia de la decoración y el interiorismo; y además presentó en exclusiva, mostrando imágenes inéditas, su nuevo libro que pronto saldrá a la venta. Con motivo de este acto tuve la oportunidad de charlar con él, y esta es de esas oportunidades que uno no puede dejar pasar.

Lorenzo, en el trato directo, es un tipo cercano y afable, pero al que le notas un halo de éxito y brillantez. Tiende la mano firme y mira a los ojos en todo momento. Sus palabras no se apabullan y va desgranando y reflexionando cada respuesta. Para los que no lo sepan, Lorenzo Castillo es uno de los mejores decoradores del mundo: una eminencia y un rara avis en nuestro país. Además, cuenta con numerosos premios y reconocimientos en el campo del diseño y la decoración.

Ante la pregunta de si el decorador nace o se hace responde que nace, pero que es muy necesario formarse e ir educando el ojo durante toda la vida. «Vengo de una familia de médicos, pero que siempre han estado interesados en el arte, la arquitectura y las antigüedades. Desde muy pequeño, a los cinco años, ya tenía claro que quería ser decorador». A temprana edad mostró dotes e inquietudes para el diseño y la decoración. Sin embargo, su imaginación y creatividad desbordantes encontraron la oposición de profesores y compañeros de colegio. Fue víctima de acoso escolar, sobretodo y por triste que parezca, por su condición sexual. «Una profesora me subió de pie en una silla y delante de mis compañeros me llamó maricón», declara en una entrevista que pueden ver en YouTube. Castillo supo imponerse a esta situación y sacar fuerzas de flaqueza, pasó momentos malos pero supo ver la salida: el leviatán no pudo devorarlo.

Es un chico de familia bien de Madrid, su padre fue un prestigioso cirujano maxilofacial, la manera que tiene de sentarse con ese desdén tan aristocrático y elegante y la forma de vocalizar y mascar las palabras le delatan. Pero nadie le ha regalado nada para llegar a la cima. De adolescente, Lorenzo compaginó estudio y trabajo para todo los veranos escaparse a conocer lugares nuevos, museos, libros. Alguien que ha estudiado su pasión, el diseño y el arte, hasta retenerla toda en su cabeza: así educó su mirada, así se genera el estilo y el buen gusto. Al terminar el colegio estudió Bellas Artes en La Complutense y luego Artes Decorativas.

Montó un anticuario nada más acabar en la universidad. Una pequeña tienda en El Barrio de las Letras que revolucionó el mundo de las antigüedades. «Trabajaba mucho, hacíamos constantes viajes a Francia: lluvia, frío; incomodidades miles». Ante su pasión nada detuvo a Lorenzo, y, poco a poco, primero amigos y conocidos, luego clientes, le fueron realizando encargos para decorar sus casas. El salto a la fama le llegó de la mano  de Loewe con el encargo de renovar la imagen de  su emblemática tienda en Gran Vía, imagínense el resultado cuando se juntan  un fuera de serie con una de las mejores marcas de moda del mundo: una deidad. «Soy un adicto al trabajo, me duermo y me levanto con el IPad». No parece que disponga de mucho tiempo libre, pero entre sus aficiones figuran el arte, viajar y la lectura, también comprarse casas. Una de sus últimas adquisiciones es un palacete en la playa de Ribadesella, donde veraneaba en la niñez, y una casa en la sierra en busca de silencio y  tranquilidad. Por supuesto, ambas cuentan con su sello y son una auténtica preciosidad.

Su estilo es bastante ecléctico, mezclando diferentes épocas y tendencias. Le gustan los materiales nobles y el uso de formas geométricas. Su sello personal es reconocible en cualquier parte del mundo, basta con que se haya contemplado uno solo de sus trabajos para que uno sepa cuando está en un espacio firmado por Lorenzo Castillo. A mí, personalmente, me encanta lo que ha hecho para las oficinas de Drago Capital.

Es conocido  por su profesionalidad y sus grandes trabajos, pero no sólo por esto. Lorenzo es un anfitrión fantástico, y en su casa tiene lugar las fiestas más exclusivas de la capital española. Todo aquel que es alguien en España pasa por su maravillosa casa, un palacete de 1.000 metros cuadrados en Atocha, a disfrutar de las maravillosas cenas, que prepara con gran maestría su cocinera María, y a disfrutar de su compañía. La Jet se pelea por acudir, es una llamada que no puedes rechazar. Al menos yo no lo haría.

Tiene nuevos proyectos entre manos: la salida de su libro y la creación de una tienda de muebles. Además colabora diseñando telas para Gastón y Daniela y alfombras para The Rug Company. Lorenzo Castillo es una creatividad imparable con la fuerza de un ciclón. Es decorador; interiorista; anticuario; y diseñador, que es como él más se siente reflejado. Llámenlo como quieran, lo que Lorenzo es, es un gran artista.