Ojanguren se resiste al cierre

Natasha Martín REDACCIÓN

OVIEDO

Librería Ojanguren.La librería Ojanguren en una imagen de archivo, cuando se encontraba en liquidación.
La librería Ojanguren en una imagen de archivo, cuando se encontraba en liquidación.

La histórica librería de la Plaza de Riego sigue con las puertas abiertas con el objetivo de deshacerse de los libros que siguen llenando sus estanterías

25 ene 2018 . Actualizado a las 18:53 h.

El 15 de septiembre del año que se fue estaba previsto que una de las librerías ovetenses más antiguas de España cerrase la puerta para siempre. Ojanguren, que desde 1856 se dedicaba al bello oficio de otorgar cultura a los curiosos, no lograba sobrevivir a los cambios que trajo consigo internet: distintos hábitos de lectura, precios reducidos y accesibilidad, entre otros achaques. Sin embargo, aún es posible ver la luz encendida en el interior y a Julio Rojo al frente, solo, con la compañía de algunos clientes que se acercan a hojear. Entonces, ¿no era el final? y, lo que es aún más importante, ¿habrá final?

«No estaba planeado», comenta Rojo cuando se le pregunta por qué Ojanguren sigue operativa. Después de todos los gastos que tuvo que asumir para indemnizar a las nueve personas que formaban el equipo de la librería, se vio con tantos libros que no le quedó otra que «seguir aquí un poco modestamente», sostiene, porque no existe un mercado razonable que quiera hacerse cargo de ellos.

Acabar con todo ese stock cultural no es sencillo. Tras informarse debidamente, Rojo se dio cuenta de que «la gente no quiere libros ni regalados», pues no se encuentran librerías que se hagan cargo de fondos en masa y ni las bibliotecas los aceptan, bien porque ya los tienen, porque les falta espacio o bien porque, bromea el dueño de Ojanguren, «no les apetece ficharlos». De ahí la continuación inesperada de su actividad, para que lo que vaya saliendo se salve de la quema. Y lo que empezó con unas semanas de liquidación ha acabado por amontonarse en meses. «Habría que poner una fecha», afirma Rojo sin saber decir cuándo.

Librería Ojanguren

Cambio de rutinas

Pasar de diez personas a una ha cambiado hasta el sonido del local. Las rutinas ahora son diferentes. Para evitar gastos innecesarios, a Ojanguren ya no llegan las novedades y el hábito de abrir las cajas con olor a libro nuevo, ficharlos uno a uno, clasificarlos y subirlos a la red se ha ido. No obstante, si algún cliente en particular se acerca y le pide algo concreto, Julio Rojo le hará el pedido «siempre que sea un libro suelto, a distribuidoras de Oviedo y sin gastos de envío», comenta.

Ahora, Ojanguren no tiene gastos, esos que llegaron a convertirse en «inasumibles», y tampoco el librero percibe sueldo. Para intentar dar salida a los libros que ocupan los distintos pisos de la librería todos cuentan con un descuento del 20%. «No sé ni contar cuántos tengo», comenta.

Librería Ojanguren.Julio Rojo atendiendo a una clienta
Julio Rojo atendiendo a una clienta

Desde la fecha de su supuesto cierre todo es muy distinto, no solo en personal sino también en afluencia. «Ahora no hay nadie, antes vinieron cuatro clientes, después otros dos. En Navidad fue algo mejor pero buena época para esto ya no hay ninguna», sentencia. Según Rojo, esos clientes que llegan son los que siempre le comentan «que qué pena, que esto era tal o cual; pero era eso en el pasado».

Sin opciones de negocio

En el funcionamiento de Ojanguren había pérdidas reales. Antes de la llegada de internet, cuando había otras costumbres «y otro mundo», como cuenta Rojo, «la familia estuvo poniendo dinero año tras año y era poner y poner, y trabajando bien -modestia aparte-, porque no hemos fallando a nadie; pero teníamos cada vez márgenes más estrechos».

Con la explosión del mundo online, que brindó la posibilidad de acceder a una biblioteca virtual sin límites, la gente joven dejó de comprar. «Nosotros vendíamos en Amazon, no estábamos atrasados, pero claro, Amazon se queda con la mitad del margen del beneficio y llegó un momento en el que todo se hizo inviable», explica.

Librería Ojanguren

Al ser preguntado sobre si no pensaron, en su momento, reedificar la idea de negocio e incluir actividades que pudieran atraer a nuevos públicos, Rojo sostiene que ideas nunca faltan pero que, a estas alturas de la decadencia del sector, lo que quiere es «liquidar discretamente, y ya», con la certeza de que todos los libros que tiene no se van a vender nunca, «ni aunque esté aquí diez años más».

El final tiene muy mala salida. Rojo es consciente de que no hay un mercado capaz de absorber su stock y solo piensa en que, si alguien los acepta, acabará por venderlos «a precio de risa». Sea como fuere, en algún momento tendrá que tomar una decisión - el librero no quiere eternizar una muerte tan anunciada- y apagar las luces de Ojanguren sin retorno.