La educación especial vuelve del exilio

Javier Prieto REDACCIÓN

OVIEDO

Colegio Público de Latores
Colegio Público de Latores

Patrimonio propone al Principado que el centro de educación especial que sustituya al anticuado colegio de Latores ocupe una parcela bien comunicada e integrada en el barrio de Montecerrao

15 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Hijo de un tiempo con un enfoque ya caducado de la educación especial, el colegio público de Latores se ha quedado a la vez pequeño, remoto y anticuado. Desde la primavera, la Consejería de Educación tiene sobre la mesa la propuesta del Ayuntamiento de Oviedo para trasladarlo a un nuevo emplazamiento sobre el que sea posible construir un centro adecuado para el siglo XXI. El área de Patrimonio ha localizado una parcela de suelo de propiedad municipal en el barrio de Montecerrao que sus técnicos consideran idónea para revertir el modelo de alejamiento de los alumnos por otro inclusivo que les permita ganar autonomía al integrarse en el pulso cotidiano del barrio.

La situación en Latores es insostenible tanto a juicio de la comunidad educativa como del Ayuntamiento y de cinco de los seis grupos políticos de la Junta General, que visitaron el centro la primavera pasada y aprobaron después una moción para pedir al Gobierno autonómico que lo trasladara. Falta espacio: en un edificio concebido para 80 alumnos se amontonan ya 180 en un desafío a todas las ratios recomendadas por aula. Y el patio estrecho, pequeño, no es un lugar seguro para que los niños y los adolescentes suban y bajen de los autobuses, obligados a realizar maniobras de precisión para entrar y salir del recinto sin quedarse atascados ni estorbarse unos a otros. Las aulas para atender las características de un alumnado con necesidades específicas se improvisan en cualquier hueco que un profesor mañoso sea capaz de aprovechar.

«Yo también estuve en aquella visita de los diputados de la Junta. Me quedé espeluznada, pero también sorprendida y maravillada de cómo los profesores consiguen compensar las deficiencias con un esfuerzo enorme», señala la concejal con competencias en Patrimonio, Cristina Pontón (IU). A su juicio, las administraciones no pueden exigir heroísmo diario a los padres y a los docentes, sino dar una solución cuanto antes a un colegio que es ya un anacronismo. Está en un lugar de difícil acceso salvo para los padres y madres con coche o para los autobuses, incluidos los que hacen las rutas para recoger alumnos en Langreo y Noreña. Aislados, esos chavales no pueden alcanzar los objetivos de autonomía que se establecen para ellos. Alrededor del centro no hay nada, salvo espacios vacíos y tráfico peligroso. En Montecerrao, en cambio, se encontrarían de regreso en la ciudad, ellos y sus familias disfrutarían de accesos más cómodos y seguros y podrían salir a hacer pequeñas compras y recados en las tiendas del barrio.

Falta aún la respuesta del Principado. La Consejería de Educación se ha comprometido a levantar un nuevo colegio, pero la parcela de Montecerrao, en pendiente, suscita algunas dudas sobre su uso. A la Administración regional le gustan más los terrenos lisos y puede sopesar más opciones. Pontón espera una respuesta rápida. Empieza un nuevo curso y le gustaría poder confirmar a la asociación de madres y padres para cuándo pueden esperar la mudanza. Los 13.000 metros cuadrados de los nuevos terrenos deberían ser espacio suficiente para dejar atrás las estreches, las improvisaciones y el pecado original de alejar la educación especial de la ciudad, para devolver a sus alumnos la atención que merecen sus necesidades.