Las ilustradoras dibujan un Oviedo con trazos propios

Carmen Fernández REDACCIÓN

OVIEDO

Natalia de Frutos y Flavita Banana contribuyen al éxito de una generación consolidada de mujeres cuya obra, a pesar de los obstáculos que perduran, empieza a reconocerse como la de los hombres. Una nueva generación sigue sus pasos y aporta una nueva mirada sobre la ciudad

24 ene 2023 . Actualizado a las 20:55 h.

La ilustración española contemporánea vive una edad de oro y Oviedo participa en ella con intensidad. La aparición de las redes sociales, un escaparate para mostrar la realidad de una profesión que estuvo siempre en la sombra, ha ayudado a su reconocimiento. Pero no es cuestión de bendecir a San Google como si todo se debiera a un milagro o a un azar afortunado. Hay mucho esfuerzo detrás de ese resultado. La lucha por la visibilidad ha corrido a cuenta de muchos y, sobre todo, de muchas. Las ilustradoras han ganado en esta última década la misma notoriedad con la que ha ido evolucionando el valor de su trabajo. Aún lo tienen difícil: aún se les exige demostrar su valía con mucho más rigor que a sus compañeros de oficio. Y eso sucede en un entorno que de suyo ya es muy complicado antes de introducir la perspectiva de género, por lo que queda mucho camino por andar. Pero ovetenses como Anastasia Bengoechea, conocida por su firma como Monstruo Espagueti, Marta Masana y Flavia Álvarez-Pedrosa, cuyo nombre artístico es Flavita Banana, han visitado recientemente la Cometcon para repasar sus carreras. Son grandes ejemplos de la fuerza que están adquiriendo las ilustradoras que, en Oviedo, también son guerreras.

Natalia de Frutos, nacida en Valladolid pero ovetense de corazón tras pasar toda su infancia y su juventud en la ciudad, es un fruto del sistema local. Ilustradora y diseñadora gráfica, estudió en la Escuela de Artes. A pesar de haber comenzado en el mundo laboral como administrativa, a los 24 años tomó la determinación de desarrollar su pasión: la ilustración, que aprendió y perfeccionó de forma autodidacta. «Quien quiera dedicarse a este oficio debe especializarse y enfocarse en un estilo que la diferencie», explica. Por esta razón orientó su trabajo hacia el público infantil. Es una decisión que, junto a su porfolio («fundamental  para exponer tu obra ante futuras contrataciones, además de la presencia en varias redes sociales»), le valió para trabajar en una empresa de ilustraciones en inglés para niños en Madrid. En 2018, combinó su aportación a las campañas de Unicef con proyectos propios, como la colaboración en un libro que ayuda al empoderamiento de las niñas en Estados Unidos.

Barrera de género

El sector ha ido evolucionando hacia la profesionalización, pero todavía debe romper la barrera del género, opina De Frutos. «Hace años era más típico encontrarse con hombres, pero creo que por el cambio de modas se busca un estilo más cuidado que puede ofrecer una mujer», apunta. Ellas están obligadas a cuidar mucho más su trabajo para destacar. «La gracia estaría en que cada sexo aporte riqueza y podamos llegar a competir en el mercado laboral», opina. En Oviedo hay carencias, añade: «La ciudad puede inspirar en muchos sentidos por su belleza y su calidad de vida, pero no fomenta mucho la cultura». Solamente en su Escuela se debate sobre la profesión. «Se puede hablar muy bien de ella, pero es dura. Los jóvenes necesitan inspirarse y conocer el mundo artístico», concluye.

Justamente al revés se desarrolla la historia de Flavia Álvarez-Pedrosa, nacida en Oviedo pero catalana de adopción. Esta viñetista de ilustraciones mordaces, cuyo pseudónimo es Flavita Banana, estudió Arte y Diseño y el ciclo superior de Ilustración en la Escuela Massana de Barcelona. Su primera ilustración famosa se hizo popular gracias a Instagram, donde acumula 497.000 seguidores. Muchos llegaron a su perfil por curiosidad y se quedaron enganchados a sus dibujos de trazo grueso y en blanco y negro. «La viñeta que comenzó a hacerse viral fue la de la mujer en la cama leyendo que dice: «Me estoy poniendo guapa». Es muy sencilla y ahora me parece horrible, pero retrataba lo que quería decir en ese momento. Al final, lo que triunfa es el poder de la empatía», explica.

A pesar de ser bastante escéptica acerca de las redes sociales, que solo usa para el trabajo, reconoce que le ayudan a expresar sus impresiones y a hacer una crítica social con ironía. Su obra defiende valores. «A veces, la gente se olvida de que es un dibujo y es humor y se lo toma a lo personal. No me gustan quienes utilizan el humor para hacer daño. Hay que saber dónde está la línea», explica. Su estilo, asegura, «viene de la vanguardia y la prisa y de la propia vida, que normalmente te da el chiste». Es la forma de trabajar que los lectores apreciaron en sus ilustraciones para Curvy, la desenfadada novela gráfica para mujeres XXL con texto de Covadonga D'lom (Lumen, 2016), y a publicar dos proyectos propios: Las cosas del querer (Lumen, 2017) y Archivos estelares (publicado por ¡Caramba!, el sello independiente de Astiberri Ediciones, en 2017).

Derecho a la mezcla

Respecto a su visión del mundo, siempre crítica con el machismo, considera que las mujeres «todavía tienen que llegar a la excelencia para conseguir que las publiquen, aunque con el estallido del feminismo hay ventaja con las editoriales». Espera que no sea una moda pasajera. En su mundo ideal, por el que lucha a través de sus trazos, podría entrar en una tienda de cómics y encontrar una mezcla de contenidos firmados por hombres y mujeres. «Ahora llegas a un local y hay una inmensa cantidad de contenido masculino. De todo, hasta material basura. En cambio, solo hay una estantería reservada a la mujer. El día que haya contenido basura de los dos géneros, mezclado, sin separaciones, habrá triunfado el feminismo», opina.

Por suerte para las recién llegadas que pisan fuerte y se dirigen a un futuro que, gracias a profesionales como las dos anteriores, va cambiando, los nuevos talentos femeninos pueden inspirarse y sentir la necesidad de crear. Es el caso de María Ortiz, que terminó sus estudios de  diseñadora gráfica en la Escuela de Arte de Avilés. Afirma estar en «proceso de aprendizaje», pero con su corta trayectoria ya ha conseguido metas profesionales. Su trabajo es el testimonio de cómo el boca a boca influye en el mundo de la ilustración. Comenzó con la portada de un libro. Le gustó a una bibliotecaria conocida suya que habló con el ayuntamiento y de esa manera se gestó el encargo de un cartel para las bibliotecas públicas. Después, la exconcejala del área de Educación, Deportes y Salud Pública se rindió a su estilo naif, en el que abundan los colores saturados y la incorporación de muchos elementos, y así se gestó otro cartel para la Escuela municipal de Salud, así como una de las lonas que exhibió el trabajo de las ilustradoras ante la fachada del ayuntamiento para celebrar el último 8 de Marzo.

«Instagram es muy bonito y una forma de lucirse, pero las contrataciones te vienen por tu página web y por otras especializadas, como Domestika», explica. Poco a poco, está creando una lista de clientes fijos para cubrir gastos y poder hacerse autónoma. «Hay que tirarse a la piscina, qué remedio. Las ilustradoras, los ilustradores, somos como magos. Tenemos que buscarnos la vida», afirma. Siempre han existido mujeres en el mundillo, pero nunca alcanzaron la difusión actual. Ortiz se inspira en artistas como Cristina Daura,  Ana Seixas  y Marta Antelo. Su próximo consiste en recrear su lugar de nacimiento a partir de una pregunta: «¿Cómo sería Oviedo si se hubieran cumplido todas las promesas electorales?». Es una forma de denunciar la falta de espacios públicos para la cultura y las actividades artísticas en una ciudad muy cerrada para los nuevos  creadores