«Tras el segundo desahucio viví cuatro meses en una tienda de campaña en la playa de Salinas»

OVIEDO

Una reunión de la PAH de Oviedo
Una reunión de la PAH de Oviedo PAH Oviedo

Olivia, que fue desalojada dos veces de la casa en la que vivía de alquiler, sobrevive junto a su marido con el salario social

20 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Los desahucios han dejado de copar las portadas de los medios de comunicación. La situación económica ha mejorado, en líneas generales, y el número de lanzamientos se ha reducido, pero son muchos los que siguen sufriendo esta situación y aún más los que conviven con las secuelas que estos les dejaron. Este es el caso de Olivia, una ovetense que emigró a Francia a trabajar y cuando volvió un cúmulo de circunstancias derivaron en un desahucio. La situación no mejoró y acabaron echándola de una segunda vivienda. Por aquel entonces vivió una situación dramática que acabó con ella y su pareja viviendo durante cuatro meses en una tienda de campaña en Salinas. «No sé cómo no enfermamos, fue una situación desesperante», recuerda.

Olivia no es su nombre real, pero al igual que muchas personas en una situación similar, prefiere ocultar su identidad para evitar la estigmatización de la sociedad. Por este mismo motivo, evita las fotografías. Su vida se había desarrollado dentro de unos parámetros similares a los de muchos otros. Había emigrado para trabajar en Francia y allí pasaba los días sin grandes complicaciones. Pero los problemas surgieron cuando decidió volver a España. El motivo, quería estar cerca de su familia.

Después del tiempo trabajado en Francia, tenía derecho a cobrar el paro en España, pero los problemas burocráticos fueron retrasando los pagos. Su madre le había conseguido un piso de alquiler, que pertenecía a unos conocidos, y mientras intentaba desbloquear los problemas con el paro, fue acumulando deuda hasta que terminó siendo desahuciada. «Fue una situación de impotencia y de decepción, especialmente por haber hecho que mi madre quedara mal, pero yo no podía hacer otra cosa».

Mientras intentaba solucionar los problemas con Francia, solicitó el salario social, pero su petición fue rechaza sistemáticamente porque no estaba empadronada en ningún sitio. Con esta situación, y por medio de su hija, encontró una vivienda «en una condiciones infrahumanas, pero era mejor que nada». Como ejemplo de ese estilo de vida, recuerda que tenía que fregar los platos en el baño. Ese alquiler era en negro, motivo que alegó la dueña para no ayudarle a gestionar el empadronamiento. Por aquel entonces, Olivia conseguía algún trabajo en negro que le permitía ir tirando, hasta que se quedó sin nada. «Fue un segundo desahucio y allí volvimos a perder lo poco que habíamos conseguido tener».

La desesperación era agobiante y el futuro incierto. Seguía sin poder regularizar su situación -su por aquel entonces pareja y ahora marido, que padece una enfermedad grave, tampoco tenía los papeles en regla- y eso les llevó a ir a vivir a la playa de Salinas. Allí pasaron 4 meses durmiendo en una tienda de campaña. «Fue muy duro», recuerda.

Poco a poco, las cosas fueron mejorando, aunque su vida sigue siendo complicada. Por medio de un amigo de Barcelona se puso en contacto con la PAH de Oviedo y ahí todo cambió. «Gracias a ellos aprendí mucho de la injusticia social que damos por supuesta cuando no debería ser así. Conseguí amigos que me echaron una mano y me ayudaron mucho», afirma. Además, y después de innumerables negativas, le aprobaron el salario social. «La situación era la misma, pero lo que primero era no luego fue sí», relata contrariada. «Todo esto es indignante», añade.

Finalmente, consiguió un piso de Vipasa en Gijón, que es el que sigue viviendo. Como económicamente seguía pasando apuros, consultó la posibilidad de irse unos meses a trabajar a Francia y volver, pero asegura que en todo momento le dijeron que eso no era legal y que perdería la vivienda. Ahora parece, según Olivia, que todo ha cambiado, que la persona que le asesoraba estaba equivocada y que sí es compatible conservar la vivienda con ir a Francia a trabajar durante temporadas. «Estuve más de un año engañada», asevera Oliva, quien reconoce que ahora baraja la opción de volver a Francia, aunque su situación familiar se ha complicado todavía más por la gravedad de la enfermedad de su marido.

Con él enfermo, el único ingreso de la pareja es el salario social de ella. Además, y aunque el alquiler de Vipasa es bajo, denuncia que ahora están cobrándole atrasos de calefacción que la compañía eléctrica no facturó en su momento y que ella no puede hacer frente a esos imprevistos. La deuda acumulada con Vipasa supera los 4.000 euros. Con todo, Olivia tiene claro que «no puedo permitirme venirme abajo. Creo que me equivoqué volviendo a España, pero no me queda otra que seguir».