Así es el espectacular techo de Oviedo

G. GUITER

OVIEDO

Un ascenso a la torre de la Catedral, desde donde se divisan todos los rincones de la capital

27 ene 2020 . Actualizado a las 13:17 h.

Es una puertecita discreta, nada impresionante, la que da acceso a uno de los lugares con vistas más espectaculares (si no el que más) de Oviedo. Desde el interior de la nave de la Catedral, vacía a estas horas, se traspasa el umbral de piedra y comienza un ascenso en espiral. Los hombros casi tocan a un lado la pared y a otro la columna vertebral de una escalera de caracol vertiginosa.

Uno de los ventanales de la torre, desde donde se aprecia la antigua fábrica de gas
Uno de los ventanales de la torre, desde donde se aprecia la antigua fábrica de gas G.G.

Algunos de los altos escalones están tan desgastados que han formado pequeñas bañeras donde encaja el pie, otros sin embargo permanecen tan rectos e imperturbables como cuando fueron tallados. «¿Estos son nuevos?», pregunto a Manuel, el aparejador experto en la restauración de la basílica que hace de guía. «No, no. Son originales. Es que la Catedral está hecha con cuatro tipos de piedra, y algunos se desgastan mucho más que otros», explica.

Hay que hacer dos pausas para no perder el resuello. La primera es una habitación donde reposan los antiguos pesos del reloj, cuando el reloj era mecánico: ahora es eléctrico. También hay una serie de estanterías polvorientas con moldes de escayola, que fueron usados para tallar gárgolas y adornos en la restauración. Manuel parece no notar la subida. Está acostumbrado a andar por todos los rincones, hasta los más inaccesibles de la Catedral. «Aquí no se puede caminar por cualquier sitio. Los pasos son muy estrechos, muy peligrosos», dice como si nada.

 

La sala de campanas, a las que en su momento se adaptaron artilugios mecánicos para hacerlas sonar
La sala de campanas, a las que en su momento se adaptaron artilugios mecánicos para hacerlas sonar G.G.

Sigue el ascenso como por un sacacorchos hasta otra sala algo más pequeña. El suelo que se ha habilitado es una simple tarima de madera y lo que contiene es más impresionante. Es el lugar donde reposan, pesadas y poderosas, las campanas. Como la famosa Wamba (una anciana en activo aún que cumplió el año pasado nada menos que 800 años) y su hermana más joven, la Santa Cruz, que pesa 1.384 kilos. Cómo y cuándo hicieron los constructores la proeza de subirla hasta allá, es hoy, todavía, un misterio apto para programas de radio nocturnos.

Detalle en una esquina de la sala de las campanas
Detalle en una esquina de la sala de las campanas G.G.

Pero llegar a lo más alto, donde se abren los balcones más impresionantes de Oviedo, es el motivo de la visita. Las panorámicas son espectaculares. Es un día limpio de invierno muy poco frecuente en Asturias, tan claro que ningún rincón de la ciudad escapa a la vista. Apenas sopla el viento y el sol dibuja formas fantásticas en la piedra dorada a través de sus aberturas: es un márketing medieval que aún hoy, o quizá más hoy, produce un poderoso efecto en el visitante. El resto es historia, nada más. Y nada menos.

 

El monte Naranco, visto desde la torre de la Catedral. En primer término, el monasterio de las Pelayas
El monte Naranco, visto desde la torre de la Catedral. En primer término, el monasterio de las Pelayas G.G.