El «zasca» de Clarín a un crítico que le acusó de plagio

DANIEL ROIG

OVIEDO

Una caricatura de Leopoldo Alas, 'Clarín'
Una caricatura de Leopoldo Alas, 'Clarín' FRANCISCO SANCHA

El profesor Martínez Cachero recopiló polémicas en torno al autor de «La Regenta» que guardan paralelismo con el momento político actual

21 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La polémica suena tanto que podría ser actual: Un escritor acusa a otro de haber plagiado a un tercero. Surge la crítica pública y una contestación breve y contundente. Podría ser cualquiera de los zascas que se producen a diario en las redes sociales, pero no. Es el choque, hace 133 años, entre Leopoldo Alas, Clarín, y uno de sus feroces críticos (y tuvo muchos a lo largo de su carrera).

Según cuenta en detalle el profesor José María Martínez Cachero en su libro Hijos de la crítica, Leopoldo Alas Clarín & Luis Bonafoux Aramis. Un enfrentamiento que hizo historia, el escritor Luis Bonafoux fue uno de esos enemigos señalados del autor de La Regenta.

Bonafoux (español nacido en Francia, conocido por el sobrenombre de La víbora de Asnières) insertó en abril de 1887 en periódico El Español dos artículos dirigidos contra Alas: Novelistas tontos. Don Leopoldo Alas Clarín y Clarín, folletista. Esta fue su acusación de plagio: «En El diablo en Semana Santa (véase Solos de Clarín), copia D. Leopoldo una bellísima página de Zola en Pot-Bouille».

A lo que Clarín respondió unos meses después: «[...] valiente embustero está el que tal asegura. Pot-Bouille se publicó en 1882, y Solos de Clarín en 1881. De modo que aun es más imposible que yo copiara a Zola que el haberme copiado Zola a mí. ¿O cree ese señor que Zola me manda a mí sus libros antes de escribirlos para que yo los vaya copiando?».

En efecto, el zasca es contundente. Pot-Bouille es la décima novela de la serie de 20 volúmenes Los Rougon-Macquart, y fue publicada por entregas entre enero y abril de 1882 en Le Gaulois y como libro en 1883. En español fue traducida como Miseria Humana. A su vez, la serie de los Los Rougon estaría inspirada en La Comedia Humana (1830) de Balzac.

Martínez Cachero estudió en profundidad algunas de las polémicas que se generaron en torno a Clarín. «Una de las cuestiones más prestamente invocadas cuando se trata del narrador Leopoldo Alas es la de sus presuntos plagios, denunciados por Bonafoux, quien de este modo ha pasado a convertirse en pieza casi ineludible de la bibliografía clariniana y a quien se recuerda, más que por sus méritos como periodista de combate en Madrid y en París, por acusación tan ruidosamente formulada y sostenida».

También el gran escritor era bien consciente de los odios que suscitaba. En 1893 comentaba:  «Yo tengo contra mí a la prensa neocatólica, la prensa académica, la prensa librepensadora de escalera abajo, parte de la prensa ultrarreformista, la crítica teatral gacetillera...»

Es cierto, dice Matínez Cachero, que Clarín tuvo una gran nómina de enemigos, «algunos de los cuales respondieron con violencia al juicio desfavorable del crítico, en tanto que otros (como los tres folletistas luego estudiados) arremetieron contra Clarín espontáneamente, sin que precediera agravio ninguno y sólo por el deseo de dar una lección a quien consideraban dómine engreído e insufrible, temido sin excepción y odiado sañudamente por muchos».

Es cierto, añade el profesor, que ya en la última década del siglo, el prestigio de Alas era ya grande y por ello podía suscitar tanto envidias por su éxito como rencores por el agravio a los que él sometía a otros escritores de su época. De hecho, dice Martínez Cachero, «parece claro que el crítico Clarín llegó a padecer manía obsesiva respecto de algunos escritores -caso de los poetas Emilio Ferrari, José Velarde, Antonio Fernández Grilo-, convertidos así en sus enemigos y cada uno de ellos enemigo irreconciliable del crítico».

El bajo tono político no es exclusivo del momento actual. Según recordaba Martínez Cachero, ese ambiente nos dejó una notable cantidad de literatura «polémico-crítica» en España durante la época de la Restauración, con abundancia de «ineducación, tono soez, imperdonables violencias expresivas, ramplonería, falta de respeto hacia la persona con quien se discute. Por desgracia fueron bastantes los escritores, y no siempre de mínima categoría, que alguna vez recurrieron a tan lamentables procedimientos», concluye.