Cuando San Claudio era una potencia europea

DANIEL ROIG

OVIEDO

Un jarro de la fábrica de loza de San Claudio comprado en Oviedo en 1920. Una pieza poco habitual, con niños vestidos con ropa victoriana. Los dibujos son de procedencia inglesa
Un jarro de la fábrica de loza de San Claudio comprado en Oviedo en 1920. Una pieza poco habitual, con niños vestidos con ropa victoriana. Los dibujos son de procedencia inglesa MUSEO DE BBAA DE ASTURIAS

La fábrica de loza ovetense, fundada hace justo 120 años y hoy abandonada, fue una gran exportadora que llegó a producir 15 millones de piezas

25 abr 2021 . Actualizado a las 09:47 h.

Poco a poco, la maleza y el olvido van devorando lo que fuera hace un siglo una gran fábrica de loza, una industria floreciente, cuyo nombre evocaba vajillas de calidad: San Claudio. Este año se cumplen 120 de su fundación y doce de su abandono.

Fábrica de loza de San Claudio (Oviedo), hoy abandonada
Fábrica de loza de San Claudio (Oviedo), hoy abandonada © DANIEL ROIG

A principios del siglo XX, Asturias estaba en pleno despegue económico. La minería, el comercio, el ferrocarril y los capitales indianos hacían de Oviedo una capital emergente que quería colocarse a la altura de una ciudad europea. Las industrias se multiplicaron siguiendo el modelo británico.

En ese contexto, en el año 1901 nacía la fábrica de loza de San Claudio. Según la información del Archivo Histórico Provincial de Asturias, un un grupo de propietarios, comerciantes y banqueros ovetenses agrupados en torno a Senén María Ceñal y Vigil-Escalera (1858-1942) fundan la factoría que entonces se denominó Sociedad Senén Ceñal y Compañía, núcleo de la fábrica actual.

Senén Ceñal (Pola de Siero, 1858-Oviedo, 1942) había estudiado Farmacia en Madrid y se casó con Julia Flórez Triviño; al fallecer esta, se casa con Catalina González-Pola. Planifica cuidadosamente la fábrica: compra terrenos y viaja a Londres, busca socios. Incluso trae a dos pintores austríacos, otros de Valdemorillo y un ingeniero francés, Gastón Briffe.

Taller de Torneros de la fábrica de Loza de San Claudio, a mediados del siglo XX
Taller de Torneros de la fábrica de Loza de San Claudio, a mediados del siglo XX

La exposición que organizó en 1994 el Museo de Bellas Artes de Asturias titulada La fábrica de loza de San Claudio (1901-1966), con textos de Marcos Buelga, contaba, citando a otros autores, que la instalación «se realizó conforme a técnicas vanguardistas», levantando diez pabellones y una serie de instalaciones como molinos, talleres, secadero y hornos. «Levantar la fábrica y ponerla en marcha había costado un millón de pesetas y el trabajo de unos 50 hombres durante varios meses». Una inversión muy notable. Varios acaudalados de la época participaron en la financiación: Policarpo Herrero, Manuel Caicoya o José Suárez Valle, además del principal, la familia Ceñal Vigil-Escalera.

«Con un mercado muy extenso tanto en el Norte de España como en las colonias asturianas repartidas por Iberoamérica», según consta en el Archivo Histórico Provincial, la nueva fábrica trabajó sobre todo la loza blanca y estampada, tanto con aerografías como con calcomanías, «con notables niveles de calidad hasta que la I Guerra Mundial cortó los suministros de materias primas extranjeras».

De hecho, Ceñal había importado las técnicas inglesas del siglo XIX con un material llamado loza fina feldespática. Este elemento da un aspecto blanco frío a las piezas, cubre grietas y forma gotas que aparecen ligeramente azuladas. Es una pasta muy blanca, fina y resistente, con un vidriado transparente. En las fábricas españolas de la época recibió los nombres de semichina o china opacaEn 1915, el conflicto mundial impide traer la necesaria china opaca y se produce el hundimiento de la empresa, que Ceñal acaba vendiendo en 1920. Fue la primera gran crisis.

Resurgimiento

Ese mismo año se hace cargo el industrial ovetense José Fuente y Díaz Estébanez (1883-1938), que compra la fábrica y emprende su modernización, ya bajo la denominación de Fábrica de Loza de San Claudio. En esta etapa, que se prolonga hasta 1966, la empresa alcanza su segunda época de esplendor como líder nacional en la fabricación de vajillas de alta calidad.

Desde 1925 (año en que Primo de Rivera visita la fábrica) hasta 1935, se produce la gran expansión. Entonces contaba ya con 300 empleados, muchos de ellos mujeres. La producción alcanza la cifra astronómica de 15 millones de piezas en 1932.

Guerra Civil y posguerra

Durante la contienda española, según cuenta Marcos Buelga, la fábrica permaneció bajo ocupación militar solo entre julio y octubre de 1936, y a continuación fue abandonada en tierra de nadie «a causa tal vez de una posición geográfica poco propicia». No sufrió desperfectos graves, como sí ocurrió con la fábrica de armas de Trubia, pero no funcionaba, puesto que no disponía de energía eléctrica.

Al acabar la guerra, vuelve al tajo y produce la nada desdeñable cantidad de 10.000 piezas al día, cinco hornadas al mes, pasando por periodos duros debido a la escasez de materiales y energía. Pero consigue, con una buena gestión, no solo sobrevivir, sino alcanzar un nuevo auge.

La tienda, hoy abandonada, de la Fábrica de loza de San Claudio (Oviedo), que en su día fue visitada por miles de clientes
La tienda, hoy abandonada, de la Fábrica de loza de San Claudio (Oviedo), que en su día fue visitada por miles de clientes © DANIEL ROIG

En los años cincuenta del siglo pasado se producen reformas y cambios importantes en la producción, con hornos nuevos. La plantilla alcanza las 400 personas. Varias generaciones de ovetenses trabajaron en los exitosos diseños.

El triste declive

Con el comienzo de los años 70 del siglo XX, el mercado se endurece. Llegan lozas muy baratas de china y las pautas de consumo cambian; son los años del barato y resistente Duralex. Comienza un declive que ya no se enderezará. Tras 106 años de funcionamiento, su último propietario, Álvaro Ruiz de Alda, cerró las instalaciones, aunque la marca permanece con producción en Marruecos. Hoy una fábrica que fue puntera en España duerme sin destino definido, cayendo poco a poco en la desaparición.

Fábrica de loza de San Claudio (Oviedo), en el año 2021
Fábrica de loza de San Claudio (Oviedo), en el año 2021 © DANIEL ROIG