Entre codazos, empujones y «disculpe» se tenía que abrir paso uno el fin de semana en Oviedo, la ciudad colgó el cartel de más billetes. Movieses por dónde te movieses: gente y gente y mucha más gente. Y desde bien temprano, el sol hizo que a la hora del vermú ya fuese difícil encontrar hueco en cualquier barra.
Pero lo de la noche del sábado no lo vimos venir, al menos yo. De repente estábamos en 2018 y era más extraño ver una mascarilla por la calle que toparse con alguien que la tuviese puesta. En la plaza del sol no se paraba, olas de gente con copa en mano y la bolsa con la bebida se movían al son de la música de un gran altavoz portátil, hasta el andamio sirvió como lugar para que algunos bebieran.
En la catedral y Porlier, más de lo mismo. Pedir era una odisea tremenda, así que la gente optó por pedir las consumiciones de dos en dos: más vale algo caliente que nada. Se nota que la gente vuelve a salir por las noches, este San Mateo es el reencuentro para muchos con lo que ahora llaman el ocio nocturno y que no es más que beber copas toda la noche para pasarlo bien y tratar de ligar.
Ahora bien, no sé qué le pasa a la gente con la educación cuando sale de fiesta: o la perdemos o quizá sea que no la tenemos. Está bien hacer botellón y tomar lo que quieras, pero las calles del antiguo se llenaron de basura: vasos, botellas, bolsas de plástico y demás mierda. Los restos tomaron las calles cuando los fiesteros las abandonaron, mostrando unas imágenes penosas y que no hacen más que retratar que en nada hemos cambiado.
El domingo de tranquilidad, menos para los padres que desde bien temprano pueblan el Sanfran con los niños de la mano. Este año, a falta del Desfile de América en Asturias, tuvieron que contentarse con unos cuantos «haigas» rodando por la ciudad y unas cuantas charangas. Que viendo lo de estos días atrás por la noche bien podría haber habido desfile, pero bueno.
Qué no pasó este finde, y aún quedan el lunes y el martes para rematar estas fiestas que podemos llamar de vuelta a la normalidad.