Los chalets de La Vega: de residencias lujosas a ruina inminente

D. ROIG

OVIEDO

Vista de los chalets de la Fábrica de Armas de La Vega (Oviedo), ocupadas en su día por directivos y hoy muy deteriorados
Vista de los chalets de la Fábrica de Armas de La Vega (Oviedo), ocupadas en su día por directivos y hoy muy deteriorados TOMÁS MUGUETA

Las grandes viviendas anexas a la fábrica de armas fueron construidas en su día, algunas hace más de un siglo, como residencia de los directivos

19 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada día que pasa se acercan más a un incierto y ruinoso futuro. Son los centenarios chalets de jefes de la fábrica de armas de La Vega, cuya construcción comenzó a finales del siglo XIX y que se terminaron en 1926 para albergar al director y los principales mandos de la empresa. Su abandono y deterioro es cada día que pasa más evidente, y nadie sabe qué hacer con ellos.

Hacia el año 1900 solo existían como vivienda el chalet del director, que actualmente hace esquina justo en la calle de La Tenderina y el Campo de los Patos, y otro contiguo. El del director era el más grande, unos 450 metros cuadrados repartidos en dos plantas.

La casa principal, que correspondía al director de la Fábrica de Armas de Oviedo, en la esquina entre La Tenderina y el Campo de los Patos
La casa principal, que correspondía al director de la Fábrica de Armas de Oviedo, en la esquina entre La Tenderina y el Campo de los Patos

En los años 20 del siglo pasado se va levantando el resto, más o menos alineadas a La Tenderina (entonces carretera a Santander). Ocupan una parcela contigua a la fábrica, separada de esta por una tapia y vallada por el lado de la calle, en lo que se dio en llamar una pequeña «ciudad jardín» donde vivían, además del director, los ingenieros principales.

Se trata de ocho edificios que albergan 12 viviendas, ya que cuatro de ellos son, en realidad, chalets pareados. Aunque algo más pequeñas, el resto de las viviendas también eran muy amplias, en torno a 300 metros cuadrados cada una. Todavía pertenecen al Ministerio de Defensa, como todo el complejo, pero, salvo dos de ellas (donde residieron un tiempo los últimos dos empleados) no se les ha dado ningún uso desde hace décadas.

Ocupantes ilustres

En la casa principal pudieron residir, por tanto, algunos de los protagonistas de la historia de Oviedo como el fundador, general Francisco Antonio Elorza; Pablo Fernández Ladreda, director a finales del siglo XIX o Plácido Álvarez-Buylla González-Alegre (director hasta 1926, cuando se jubiló).

Durante la revolución de 1934 y la Guerra Civil, el coronel Ricardo Jiménez de la Beraza era el director y permaneció leal al gobierno de la República al estallar el conflicto. En octubre de 1934 había sido condenado a muerte por no ordenar que se inutilizara buena cantidad de material bélico empleado luego por los revolucionarios, pero la sentencia no se llegó a ejecutar. Una vez que triunfa el levantamiento en Oviedo, ostentó el cargo y por tanto tuvo el derecho a ese chalet el coronel José María Fernández Ladreda, nombrado en 1937.

Vista aérea de los ocho edificios (12 viviendas) que fueron residencia de los jefes de la Fábrica de Armas de La Vega, Oviedo
Vista aérea de los ocho edificios (12 viviendas) que fueron residencia de los jefes de la Fábrica de Armas de La Vega, Oviedo GOOGLE MAPS

Gran casa y poco sueldo

Según el estudio La Colonia de San Feliz: un poblado de empresa vinculado a la Fábrica de Armas de Oviedo (1921), de Mª del Mar Díaz González (Universidad de Oviedo), el primer emplazamiento de la fábrica fue el palacio del duque del Parque, hoy marqués de San Feliz, hasta que el general Elorza decide montarla en el convento que había pertenecido a las monjas benedictinas de Santa María de la Vega. Pero «nunca fue un modelo de fábrica colonia o fábrica poblado».

Al principio, solo vivían en el recinto el médico, más recientemente el cura, un maestro de fábrica y los oficiales que ocuparon los pabellones. Al parecer, los chalets eran grandes y señoriales, pero los sueldos no tanto. «Estas casas exentas con jardín aledaño y cercadas mediante vallas y verjas metálicas aparecen reseñadas en un plano de 1899 (…). A estas dependencias, exclusivamente adjudicadas a los estamentos superiores, se añadían los huertos que compensaron a veces lo exiguo de los salarios y que los oficiales nunca cultivaron personalmente, sino a través de los trabajadores de la factoría a los pagaban en dinero y especies para que los administrasen».