Una escuela de escalada en Oviedo que quiere ser distinta: «No necesariamente hay que estar muy fuerte»

Manuel Noval Moro
Manuel Noval Moro REDACCION

OVIEDO

Luis Miguel Álvarez de la Torre y Sergio Sampedro, en el rocódromo
Luis Miguel Álvarez de la Torre y Sergio Sampedro, en el rocódromo

Sergio Sampedro y Luis Miguel Álvarez de la Torre acaban de inaugurar Torresamper, un centro para aprender y disfrutar de la roca y dejar de lado las obsesiones competitivas

27 ago 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Sergio Sampedro y Luis Miguel Álvarez de la Torre acaban de abrir en Oviedo Torresamper, una escuela de escalada que, en cierta medida, va contracorriente. Porque, de un tiempo a esta parte, los rocódromos se han centrado mucho en la competición, en diseños destinados a mejorar cierto tipo de habilidades que son las que, por ejemplo, llevan a los escaladores a competir en los Juegos Olímpicos.

El centro ovetense es otra cosa. El rocódromo ofrece, al contrario que otros espacios, paredes muy densas, con mucha presencia de presas, para que la experiencia sirva tanto a escaladores que quieran superarse día a día como a niños que quieran practicar o personas que se lo tomen como una actividad de ocio asociada a un deporte saludable. No dicen que el modelo de otros rocódromos sea malo, ni mucho menos. Simplemente ellos aseguran que buscan otra cosa.

En primer lugar, conciben el deporte dentro de un marco de salud. «En la escalada hay gente que va muy a saco y se lesiona; nosotros queremos guiarlos en el proceso de aprendizaje, para que sepan lo que pueden hacer y lo que no», sostiene Sergio Sampedro, que se encarga de la parte de fisioterapia. Tomada con esta filosofía, la de un aprendizaje sin prisa y con un control sobre hasta dónde es conveniente llevar al cuerpo, la escalada tiene cabida para todas las edades, desde niños hasta personas de edad avanzada.

Para escalar, como señala Sampedro, «no necesariamente hay que estar muy fuerte, es mucho más determinante la técnica; la fuerza se gana, pero un escalador bueno es el que desarrolla la técnica». El caso es que la escalada bien practicada ayuda a desarrollar fuerza y flexibilidad y a poner en marcha los patrones motores adecuados. Importa, especialmente, que las pautas para el desarrollo sean individuales. Cada persona tiene una fuerza y una flexibilidad, y hay que trabajar a partir de ellas.

La escalada, sobre todo desde que ha encontrado un sitio en los Juegos Olímpicos, se centra para muchos en la competición, en conseguir objetivos, en una superación que algunas personas quieren que no tenga techo. Sin embargo, los responsables del centro ovetense prefieren ver el deporte de otra manera. Por una parte, están los valores. Abogan por una superación tranquila, orgánica, sin obsesiones, en la que el deportista, más que fijarse metas obsesivamente, aprende a disfrutar de cada paso que da en el aprendizaje. Y por otro lado, para ambos el rocódromo es un paso que se da antes de saltar a la roca. Les gusta mucho más la escalada al aire libre que en el rocódromo. «A mi me gusta la roca, los valores de la montaña, y el rocódromo es un fin para ello; aunque eso no significa que aquí no pueda tener cabida todo el mundo: puedes tomártelo como algo lúdico, no solo de rendimiento», señala Sampedro, que reconoce que «para alguien que quiera competir, este no es el sitio ideal».

Los dos tienen una experiencia que puede ser muy valiosa para aquellos que quieran iniciarse y crecer en el mundo de la escalada. Ambos reconocen que vivieron en carne propia la obsesión por tener un rendimiento muy alto, por alcanzar metas cada vez más elevadas, y que por culpa de esta actitud se dejaron mucho disfrute por el camino. No quieren que la gente a la que enseñan caiga en el mismo error. «Mucha gente quiere llegar y mejorar ya el rendimiento, llegan con una obsesión por alcanzar metas, tienen un objetivo muy claro y lo único que piensan es en conseguirlo», asegura Sampedro. Es, en realidad, el signo de los tiempos. Pasa en todos los deportes. «Ahora queremos inmediatez, y aunque yo no puedo cuestionar a alguien que quiera un resultado, yo puedo hacer recomendaciones, y evitar que se obsesione, que no deje de comer para perder peso o que deje de lado otras cosas solo por el resultado: es fundamental disfrutar del camino».

Luis Miguel Álvarez de la Torre es el entrenador, el que se encarga de orientar a los deportistas para que aprendan de la forma adecuada. «Veo que hay mucha gente un poco perdida, que no entiende la escalada; por ejemplo, no ven la diferencia entre el búlder indoor de las competiciones y escalar en cuerda en la roca, practican en el rocódromo y después se extrañan de que no les salga en la roca, cuando en realidad no es lo mismo: es como si te entrenas para jugar al pádel y después juegas un partido de tenis», explica.

El entrenador enseña práctica con la roca como objetivo final, una forma de ejercitar las habilidades que se hace muy necesaria. Mucha gente llega al rocódromo y no sabe qué hacer. Y, según Álvarez de la Torre, «lo importante es saber qué tengo que hacer aquí para mejorar en la roca; es una forma de afrontar la escalada que no suele haber; se está dejando un poco la escalada en roca y hay un estilo muy comercial, el que se ve en las competiciones».

Con este enfoque, la filosofía es muy clara. Su idea es trabajar un marco en el que, aunque se busca rendir, no solo importa el rendimiento. Importa la salud, el estado del cuerpo, y el entrenamiento ayuda mucho en ese sentido. Muchos escaladores creen que tienen la fuerza o la capacidad motriz suficiente para afrontar algunos ejercicios, y es posible que no sea así. Si los afrontan antes de estar preparados, pueden lesionarse. «No dejamos a la gente suelta a que haga lo que quiera, nos gusta ir explicando, guiando, que entiendan los conceptos, que sepan cuándo pueden utilizar determinadas herramientas y cuándo no», explica.

Lo más importante es, insisten, disfrutar del camino. No obsesionarse con grandes metas sino buscar cómo hacer cada día lo adecuado y sentir satisfacción por ello. Si el único objetivo es alcanzar una meta, llegan las obsesiones y, en caso de que la meta tarde en llegar, muchas veces la frustración y la desmotivación. «Puede ocurrir que acabes odiando un deporte que estabas amando; hay muchas otras cosas en la vida además del deporte: hay que adaptar el entrenamiento a la vida, no al revés», concluye el entrenador.