Rubiales envía a Lopetegui a Madrid

M.G Reigosa

RUSIA 2018

Javier Etxezarreta | EFE

El presidente de la federación optó por la cirugía para tratar de contener el cisma de Krasnodar después de que se anunciase el compromiso del seleccionador con el club blanco

14 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La concentración de la selección española en tierras rusas era un mar en calma desde el minuto uno, apenas asomaban pequeñas olas por el empate frente a Suiza y la apurada victoria ante Túnez. Y, de repente, aquel nido de tranquilidad devino en gatuperio, en una mezcla de incredulidad, asombro y tensiones por obra y gracia del fichaje de Julen Lopetegui por el Real Madrid, sin encomendarse a Dios ni al diablo, solo a Florentino Pérez, subrepticiamente.

Esa maniobra, conocida por el nuevo presidente de la Federación Española en Moscú cuando los hechos estaban ya consumados y pocos minutos antes de que fuesen oficializados, activó la palanca de la destitución. Pasaron apenas veinte horas desde que se enteró hasta que confirmó la sentencia del adiós forzado. Ya en la transición del martes al miércoles empezaron a sonar tambores de defenestración.

Larga noche

Fue una noche larga, complicada, hasta decidirse por una de las dos únicas salidas: la conservadora, la del laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même, o la drástica, la de fin de la historia, sin siquiera conceder margen a la opción de aquí paz y después gloria que hubiese requerido un acuerdo para la despedida. Entre los paños calientes y la cirugía optó por la solución quirúrgica, a sabiendas de que cualquiera que fuese el camino elegido habría encendidas opiniones a favor y en contra. El cisma estaba servido, los debates desatados, con amenaza de desconcierto.

Lo que se barruntaba como una comparecencia de prensa conjunta acabó en presencia única del presidente, quien apuntó a las malas maneras como detonante de la drástica resolución: «Nos hemos visto obligados a prescindir del seleccionador nacional. Tiene que haber un mensaje claro para todos los trabajadores de la Federación de que hay unas formas de actuar que hay que cumplir».

Abundó en la misma línea argumental sin dejar de reconocer la capacitación del técnico: «Siempre he dicho que el mejor para llevar la selección es Lopetegui. Su trabajo ha sido impecable. Admiro mucho a Julen y le respeto mucho. Me parece un entrenador top y eso, obviamente, hace más difícil tomar la decisión. Desde luego, en la RFEF ganar es muy importante, tener a los mejores, pero por encima de eso está cómo se hacen las cosas. Ahora es un momento en el que puede parecer que hay una tremenda debilidad, pero con el tiempo nos haremos fuertes. Estoy seguro».

Confirmó que había recibido un par de llamadas cinco minutos antes de que el Real Madrid anunciase el acuerdo con Lopetegui, del que no tenía ni sospechas. Y esa forma de proceder, de Florentino Pérez y Julen Lopetegui, desencadenó la crisis.

El mandatario evitó ser explícito respecto a la reunión que mantuvo con los capitanes del combinado nacional, que abogaban por la continuidad del técnico en el cargo. En su intervención en comparecencia de prensa, se decantó por pasar página y apelar a la unidad del vestuario para tratar de hacer un buen campeonato del mundo.

Tampoco se extendió sobre una de las consecuencias de la destitución, que previsiblemente ahorrará al Real Madrid el abono de la cláusula prevista para la rescisión del contrato ya que es la federación la que opta por romperlo unilateralmente: «Lo de los dos millones pasa a un segundo o un tercer lugar, aún siendo una cantidad muy importante. Hay otras cuestiones, otros valores que tenemos que transmitir, y en ese sentido hemos actuado en conciencia y con toda la responsabilidad».

No hay precedentes de un episodio tan singular. Si acaso, por buscar paralelismos forzados de selecciones que afrontaron con éxito momentos delicados o inesperados, habría que remontarse a la Italia del 2006 (ganó el Mundial de Francia, al que llegó envuelta en el escándalo de favores arbitrales en el Calcio) y a Dinamarca en 1992 (ganó una Eurocopa para la que no se había clasificado, reclutada a última hora por la expulsión de Yugoslavia).