¿Entendemos la Educación Sexual como Educación de los Sexos?

Iván Rotella

ACTUALIDAD

La sexualidad no es un riesgo ni un peligro sino un valor a cultivar, a educar, y tiene relación directa con lo que somos

24 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Comienza un nuevo curso y tanto desde el Centro de Atención Sexual de Avilés C.A.S.A como desde la Asociación Asturiana para la Educación Sexual ponemos nuevamente en marcha nuestros programas educativos, nuestro Asesoramiento Sexológico, nuestra Atención Sexológica. Siempre cuento que uno de los aspectos más gratificantes de mi trabajo como sexólogo es la Educación Sexual y dentro de ella tenemos la Educación Sexual con familias. Las familias estamos (yo también soy padre, en mi caso de un adolescente) cada vez más desbordadas por las exigencias que la sociedad parece demandarnos con respecto a nuestros hijos e hijas y parece que para ser padres, madres, abuelos o abuelas, tíos y tías, etc, hace falta formación en nutrición, pediatría, psicología Infantil, primeros auxilios, psicomotricidad, lingüística, economía, nuevas tecnologías, legislación, protocolo, animación sociocultural y deportiva, etc, etc, etc…¿Complicado, verdad? Y encima, claro, dentro de esos muchos etcéteras venimos los y las profesionales de la Sexología a insistir en que se incluya la Educación Sexual.

Cuando a una pareja de personas adultas les dices que deben «educar sexualmente» a sus hijos o hijas, ya solo la expresión «educar sexualmente» nos suele producir urticaria, sonroja mejillas y acelera el ritmo cardíaco. Y esto nos pasa por dos principales motivos, que van entrelazados. El primero es que a nosotros nadie nos explicó nada sobre el tema, nadie nos dio estrategias y nos fuimos moviendo y nos vamos orientando por esta parte de nuestra vida como podemos, a veces mejor, a veces no tan bien. Eso nos ha llevado, de forma totalmente lógica, al segundo motivo: las personas adultas relacionamos directamente todo lo que incluya el término «sexual» con «coital» y claro, ahí empiezan los líos. La identificación que hacemos es tan directa, que obviamente nos da vergüenza o nos extraña que se trate en el cole o en instituto. Al decir la palabra «sexual» la cabeza se nos llena de coitos y de dudas ¿Cómo voy a hacer educación coital con nuestros hijos e hijas? ¿Cómo se lo explico? ¿Le tengo que contar mi vida intima? ¿Pongo ejemplos propios? ¿Le hablo también de posturas y orgasmos o será pasarme? ¿Hasta donde le cuento? ¿Me tengo que quitar la ropa? En fin…un lío.

Nuestros programas educativos, los que antes mencionaba que poníamos nuevamente en marcha coincidiendo con el comienzo de curso, llevan por nombre «Aprendiendo a Entendernos», «Educando los Buenos amores», «DiverSex: Espacio de Encuentro»… No se llaman «manual de uso y disfrute de tus genitales pero con cuidado» ni «seminario motivador de practicas eróticas»… Claro que hay situaciones que contribuyen a estos malentendidos, como cuando un conocidísimo semanario de tirada nacional nos hizo un reportaje y lo tituló «Erotismo para Escolares» En fin...

Hombre, mujer y alrededores

¿Y qué conlleva esa realidad? Pues hace que las familias traten de evitar el momento de hablar de sexo con sus hijos e hijas. Es por ello por lo que se hace imprescindible  puntualizar en primer lugar de qué hablamos cuando hablamos de Educación Sexual. La Educación Sexual hay que entenderla como educación de los sexos, de lo que es ser hombre y ser mujer y de todo lo que gira en torno a esas realidades. La Educación Sexual no es Educación Coital, ni es Educación Genital y por supuesto no es Educación en «Fornicación Sanitaria», tal y como nos explicaban en el Instituto de Sexología de la Universidad de Alcalá de Henares donde estudié.

A las familias nadie les ha explicado todo eso, que parece aparentemente sencillo y que si alguien te lo cuenta, pues te suele dar tranquilidad y, sobre todo, cobra mucho sentido lo de «Educar Sexualmente». No estás educando coitos ni prácticas eróticas, estás educando a tus hijos o hijas en lo que son, lo que son como personas, lo que son como ese hombre o esa mujer que van a ser. Claro está que luego esa vivencia de ser hombre o ser mujer puede ser muy amplia y variada, ya que afortunadamente no hay una sola forma de vivirse o sentirse hombre o mujer, hay muchísimas formas de ser. Y  ese ser sexuado entendido como un continuo, no como una dicotomía excluyente.

La Educación Sexual entendida como Educación de los Sexos habla sobre todo de lo que somos, no solo de lo que hacemos con nuestros genitales. Lo que somos desde que nacemos hasta que nos morimos, ya que esa persona que somos nos acompaña el resto de nuestra vida y está en constante evolución. ¿Que habrá que hablar de genitales o coitos? Por supuesto, pero en su momento, cuando el nivel madurativo del chico o la chica así lo requiera, no antes. Repartir preservativos en el aula en Secundaria solo sirve para afianzar el modelo coitocentrista clásico y es muy poco útil, pero darlos en edad de Infantil o Primaria sería una estupidez educativa, ya que es algo muy ajeno a la realidad de esos niños y niñas.

Hay una comparación clásica con el tema de la Educación Sexual y es compararla con la Educación Matemática. Con tres años, tu no vas a hablarle de ecuaciones, divisiones, integrales ni nada parecido. Con tres años les hablarás de los números, que aprendan por ejemplo a contar del uno al diez y poco a poco, a medida que su nivel madurativo aumenta, vas aumentando los contenidos matemáticos a educar. Pues con la Educación de los Sexos pasa lo mismo. Con tres años puedes explicarles, por ejemplo, de dónde vienen los niños, cómo es su cuerpo y el cuerpo del otro sexo, explicarles los distintos tipos de familias, nuestras relaciones, nuestros afectos... y a medida que su nivel madurativo aumenta, vamos aumentando los contenidos en Educación Sexual, ajustados obviamente a cada edad. En  un momento dado habrá que incluir también cuestiones genitales, incluso coitos y otras prácticas eróticas, anticoncepción, etc pero dándole un contexto, un sentido y en su momento madurativo.

Si las familias tuviésemos esto claro, no habría reparos a acudir (sobre todo en Secundaria) a charlas sobre este tema o en apoyar que el Centro Educativo decida implicarse en la Educación Sexual del alumnado, ya que no sería una educación destinada a enseñarles a practicar coitos, sería destinada a profundizar en lo que son, y lo que van a ser el resto de su vida. Dándoles herramientas para que puedan manejarse mejor en la infancia, en la pubertad, en la adolescencia, en la juventud, en la adultez. Y por supuesto sin necesitar hacer valoraciones morales. La buena Educación Sexual no impone qué es lo que se debe hacer, la buena Educación Sexual plantea lo que hay y luego cada familia, cada chico, cada chica, en base a su moral, ética, creencias, ideología o lo que considere importante lo adapta a su realidad. Pero con los conocimientos adecuados para la toma de decisiones.

La sexualidad es un valor, no un riesgo, no un peligro. Es un valor a cultivar, a educar y tiene relación directa con lo que somos. Hablemos de Comunicación, Responsabilidad, Convivencia, Respeto, Placer, Piel, Ser, Sentir, etc y dejémonos de «Mentes Sucias» y tanta genitalidad desaforada. La Educación de los Sexos merece que se le de la importancia que tiene. Merece que las familias motivemos que se incorpore en colegios e institutos. Merece que nos incluyan a las familias también como receptoras de la misma y, como no, al profesorado. Y lo merece sencillamente por que tiene influencia directa sobre gran parte del discurrir de nuestras vidas. Pensemos cómo la queremos y pongámonos en marcha.

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