El tiempo que acabó con una guerra

Xavier Fonseca Blanco
xavier fonseca REDACCIÓN / LA VOZ

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Xavier Fonseca

La historia actual podría haber cambiado por completo con una meteorología diferente durante la decisiva batalla de las Ardenas que comenzó el 16 de diciembre de 1944

16 dic 2017 . Actualizado a las 09:31 h.

En diciembre de 1944 el panorama para Adolf Hitler no podía tener peor aspecto. El ejército soviético avanzaba por el frente oriental y los aliados por el occidental tras el desembarco de Normandía. Todos daban por hecho de que las Navidades serían tranquilas, pero Hitler, contra todo pronóstico, lanzó una ofensiva contra las tropas aliadas. Buscaba un victoria rápida y contundente que le permitiese negociar una paz separada con Estados Unidos e Inglaterra. Sin embargo, para que su plan tuviese éxito sería necesario algo más que armamento y soldados, porque los nazis estaban en clara desventaja. La superioridad militar de los aliados por entonces era aplastante y, lo más importante, tenían el control aéreo.

La primera decisión que tomó fue elegir un escenario favorable. Se decantó por el bosque de las Ardenas, en Bélgica, una zona con una orografía muy compleja. En esta época del año, los vientos predominantes del oeste generan nieblas y nubes bajas. Esa meteorología fue la mejor aliada de Hitler. Permitió que su ejército se concentrase en la zona sin levantar sospechas de los aliados. Durante la propia batalla también evitó que el enemigo echase mano de los aviones por la reducida visibilidad mientras ellos sí que podían moverse fácilmente con sus tanques.

La batalla de las Ardenas arrancó el 16 de diciembre y se prolongó hasta el 25 de enero de 1945. Durante los primeros diez días las nubes, la nieve y el intenso frío permitieron a los nazis ganar varios enfrentamientos. Las bajas del bando americano alcanzaron las treinta mil, la cifra más elevada en una sola batalla en toda la historia del ejército de Estados Unidos. En un solo mes perdieron tantos soldados como en los siete años que duró la guerra de Vietnam. Muchas bajas fueron provocadas por las temperaturas de aquel frío diciembre, con valores de hasta veinte grados bajo cero. La indumentaria de los estadounidenses no estaba preparada para aquellas condiciones.

Aunque basar una buena parte de la estrategia en la meteorología tiene sus riesgos. Incluso en pleno invierno la humedad no es algo que pueda ser permanente. Basta con que el anticiclón entre un poco en acción para disipar las nubes. Y eso fue justo lo que sucedió a partir del día 25, cuando las altas presiones limpiaron el cielo. Una situación que rápidamente aprovecharon los aliados para poner en marcha una ofensiva aérea que acabaría siendo definitiva. Hitler agotó en las Ardenas los recursos que le quedaban y esa derrota terminó adelantando el final de la Segunda Guerra Mundial.