Piedra, papel o tijera

Andrés Menéndez GIJÓN

SPORTING 1905

Fernández Sporting
Fernández Sporting

El Sporting se ha convertido en un juego de azar en el que nadie es responsable de nada

07 mar 2017 . Actualizado a las 13:12 h.

Recuerdo que en el patio de mi primer colegio los niños, tan deseosos siempre de salir al recreo, nos peleábamos para conseguir «El Poli», la mejor pista, de largo, de todo el lugar. A veces con llegar el primero era suficiente, otras veces los mayores imponían su ley pero en muchas otras ocasiones, cuando todos discutían, bastaba con que dos de los gallitos de cada curso, entre los que desgraciadamente nunca me tocaba estar, decidieran jugarse las inmensas dimensiones de «El Poli» a un juego sencillo, breve y directo: piedra, papel o tijera. En ese momento los dos capitanes, vigilados de cerca por un tercero, decían a la vez: «piedra, papel o tijera 1, 2, 3,  ya...».

Era un duelo bonito, mucho más competido que mirar a los ojos a un chaval treinta centímetros más alto que tú, mucho más grande, y más respetado. Y sobre todo era más justo, más aleatorio. Algunos se jactaban de ser capaces, con la poderosa fuerza de la mirada, de adivinar el movimiento del rival. Pero eran minoritarios y no tenían mucha credibilidad. En el Sporting, igual que en el patio de mi antiguo colegio, se juega al mismo juego pero con una salvedad: los encargados de extender la mano, al contrario que los niños de «El Poli», creen conocer las reglas del juego cuando se trata de azar. 

Las decisiones son siempre resultado del 1,2,3. El capitán, el encargado de representar a toda la clase, tiene problemas en el aula: dos de los pesos pesados no se hablan, uno cree que la mejor opción para asaltar el polideportivo es piedra; el otro está convencido de que es «papel». Al final el «líder», confundido por los dos bandos y convencido de que volverá a ganar la pista porque conoce el juego mejor que su rival, decide sacar «tijeras» pero la decisión no contenta a nadie. Los chavales están confundidos, no entienden nada, y están cansados de tanto cambio. El tiempo pasa, y con él se agota también el recreo. Y ya van unos cuantos sin poder jugar.