¿Un baño de realidad?

Josu Alonso
Josu Alonso GIJÓN

SPORTING 1905

Directiva Sporting
Directiva Sporting Real Sporting

Artículo de opinión

09 may 2017 . Actualizado a las 15:58 h.

El partido del Leganés ante el Betis, más allá del resultado, dejo a la vista varias cosas. La principal la actitud de un equipo que se juega todo, que sabe que en cada partido le va una batalla y que sale a morder desde el minuto uno. Con más o menos clase, con más o menos presupuesto pero al final con lo que el Sporting no tiene: garra y empuje. El conjunto madrileño supo ver que su temporada se jugaba en 90 minutos. Sabía que uno de los trenes de la permanencia, aunque no el definitivo, pasaba por Butarque. Otros dejaron escapar trenes como Espanyol, Celta, Dépor, Málaga y un largo etcétera que definen la catastrófica temporada y el hecho de estar en el pozo.

Algunos, si han llegado al segundo párrafo, pensarán que la ilusión y la esperanza es lo último que debe perderse. Lo comparto pero esas dos ideas también hay que trabajarlas y este equipo no lo ha hecho en ningún momento de la temporada porque este proyecto no ha conseguido ilusionar al respetable. Sin un patrón de juego es imposible sumar y eso se ha reflejado a lo largo de la temporada incluso sufriendo para ganar a la Unión Deportiva Las Palmas, un equipo que lleva más de dos meses de vacaciones.

El Sporting lo tenía todo a su favor para comenzar con un proyecto. Absolutamente todo. Una afición volcada (como siempre), una base de jugadores de Mareo, la ilusión creada en los dos últimos años pero nada. Eso es lo que queda de todo aquello, la más absoluta nada. Porque se han encargado de enterrarlo empezando por el palco y acabando en el verde. Con más o menos carga pero todos tienen su parte de responsabilidad es un desastre que se puede consumar el próximo domingo en Ipurua. Casualidades de la vida aquel campo donde se rompieron en pedazos las ilusiones de miles de sportinguistas cuando allá por 2004 el colegiado Rodríguez Rodado decidió convertirse en protagonista del encuentro con un robo de dimensiones antológicas.

Javier Fernández puede ampararse en la profesionalización del club como argumento para explicar todo lo que ha sucedido, para mirar a los ojos de miles de sportinguistas y contarles que esta debacle no estaba planeada. Eso sí es que apuesta por dar la cara en algún momento. Siempre ha defendido que lo pasa mal quizá por eso y sin el paraguas de Abelardo sea mejor esconderse en la cueva hasta que amaine el temporal. Sinceramente cuando uno no está cómodo en un sitio es libre de abrir la puerta y marcharse. Nadie en un negocio ha tenido las facilidades que ha tenido esta propiedad y han demostrado ser incapaces de saber gestionar. Los dueños y todo el séquito que les rodea porque al final quien calla otorga.

Ni crecimiento sin retorno, ni asturianización del club, ni un proyecto a tres años. Todo aire, palabras huecas y un sueldo. Eso sí, el sueldo aprobado por sí mismo para justificar la cantidad de horas que dedica al club. ¿Acaso no es de su propiedad? ¿Si la entidad da beneficios el no será partícipe de ellos? ¿Quién va a evaluar la gestión de un hombre que ha demostrado ser un nefasto gestor?

Ante Las Palmas una parte de El Molinón se cansó y dijo basta. Se volvieron a escuchar gritos pidiendo la dimisión. Cierto es que tardaban por parte de una afición adormilada en los últimos tiempos que ha preferido pensar que mientras hubiera fútbol de Primera para qué se iba a protestar. Pan y circo para el pueblo. Fernández siempre ha sido lo mismo. Da igual padre o hijo. La misma sangre y la misma forma de llevar a la ruina a un club que de haber hecho las cosas bien podría estar en una situación cómoda como la Real Sociedad o el Celta de Vigo. No son sólo los números, también es el proyecto futbolístico. Pero no. Aquí se prefirió apostar por un director deportivo que debería estar cesado, 16 fichajes que no han servido de nada y la destrucción de la base creada con los guajes. Es más cómodo decir que está plantilla no está exprimida. Quizá el problema no sea del potencial que tiene sino de que hay muchos jugadores que no valen. Y algunos de los que sirven han pasado al ostracismo. Para muestra la situación de Isma López. También Abelardo cometió sus fallos pero ¿saben qué? Sus aciertos ganan con mucho y para muestra sólo hay que ir a la hemeroteca y ver el balance. No hay mucha más discusión. Al final en la guerra entre Nico y Abelardo quien pierde será la afición como siempre y por culpa del de siempre: la familia Fernández.

El equipo se merece bajar a Segunda por méritos propios. Es cierto que los milagros existen y dos victorias unido a que Depor y Leganés no puntúen en lo que les queda salvarían al conjunto rojiblanco. Sin embargo es muy probable que la Virgen de Covadonga se haya cansado de hacer milagros. También la de Lourdes. Es mejor asumir lo que viene. Un baño de realidad siempre es bueno. Aunque duela, y mucho.