La tormenta imperfecta

Andrés Menéndez GIJÓN

SPORTING 1905

Lora
Lora

La contracrónica: En el día de la lluvia Toché rompió la tormenta. Antes bailó Carmona. Se hizo de noche

10 sep 2017 . Actualizado a las 00:28 h.

Dicen que un derbi no tiene categoría: y es mentira. La tiene. Elevada por los altares, como un don supremo. Emocionante, cada latido, desde el inicio del día. E incluso de la semana. Amaneció Gijón entre lluvia, como avisando que hoy es el día 1 de Asturias, y el Principado tiene estas cosas. Casi quince años de amagos, de tensiones en redes frustradas, por una rivalidad que es una necesidad. Dos hermanos pequeños enfrentados al nacer, aislados, después de tanto tiempo. Generaciones de olvido para días, y tardes como hoy.

Dos horas antes, quizás más, los aledaños del vetusto Molinón eran un caldero de emociones, tensiones y esperanzas. Cargas policiales, más tensión. El escenario se convertía en un campo de guerra. La parte del derbi salvaje, que todos conocemos, y que aguardaba su momento, de forma imparable. La llegada de los de Herrera desató una oleada de caciques, nervios y barra libre para los malvados. El kilometrín, ampliado en varias ocasiones para dar firmeza a su nombre, era ahora un camino maratoniano a la meta: la entrada al garaje que da acceso al estadio. Un camino sin fin. Con luces, estampidas, y periodistas mezclados. Calmada la tormenta imperfecta le llegó al turno al fútbol, que no es un elemento menor.

En la jungla del verde apareció Carlitos, profeta en El Molinón. Mallorquín de nacimiento, gijonés de adopción. Luce como un capitán y juega como un diez. Se sabe importante. Su carácter, tímido, se convierte hasta alcanzar el espacio de los elegidos. Aquellos, que en días como hoy y solo en derbis, aparecen para dejar su impronta celestial. Se elevó hasta encontrar el camino al edén con la testa. El bufido dejó en shock al Oviedo: que sin saber muy bien cómo ni porqué estaba detrás en el marcador.

No se amedrentó el Oviedo, poco plástico pero muy firme. Verdés, el duro, dejó su estampa en cada contienda con Stefan. La última sobre la bocina del descanso con un amago de tangana. Un derbi, muy derbi. Tras la reanudación misma obra. Los rojiblancos achicando, los azules insistiendo. Folch, que no parece mal fichaje, estaba imponiendo su fútbol. Pero en el regreso de la lluvia triunfaban Barba y Álex Pérez, achicando la tormenta. 

Nervios, espera horrible. Silencios. Y después ruido: gol del Oviedo. Toché. Premió al empuje de unos y al conformismo de otros. Llegó el empate y se volvió a ir la lluvia. A los rojiblancos se les hizo de noche, cuando todavía caía la tarde. Demasiado pronto.