Los rojiblancos caen por primera vez en El Molinón y tocan fondo
20 nov 2017 . Actualizado a las 01:59 h.Para superar el desprestigio, Herrera, decidió volver atrás y viajar en el tiempo: vuelta al 4-3-3. Y Diésel disfrazado de Sergio. Los elogios a Aït-Atmane y Borja, como a los de la casa: para defender el escudo y la armonía del equipo, pero poquito más. Ambos, ensalzados en su última comparecencia, partían desde el banquillo. Sí repetía, tras premio, Stefan y lo hacía solo. Hoy a Michael le volvía a tocar cruz. Noviembre negro y sombrío de un equipo que ha perdido a su mejor amigo: el resultadismo. Nueva derrota (0-3) que alarga una crisis ya de por sí preocupante.
Los rojiblancos son un equipo de tradición: repiten aciertos y errores. Como un credo, cada quince días, se han propuesto que cada córner, en contra, tiene que ser gol. Y Garrido, sin Barba, decidió disfrutar de la costumbre. Cabezazo, solo, y gol. 0-1. Repetición, sin efecto cámara. El equipo, tras un inicio titubeante, quedó planchado: entre dudas. Solo el púgil de Montevídeo, al sprint, hacía algo distinto pero resultaba insuficiente. Lo que parece ya una obviedad es que el buen juego no llegará. La nada a que suceda algo como estilo.
Incluso lo que antes era destacable, y positivo, hoy ya no lo es tanto. Barba y Alejandro están faltos de confianza. Ni uno es lo empezó siendo, ni el otro lo que parece ser. El italiano ofreció un recital de desaciertos aunque sus expectativas, en vista de sus aparentes cualidades, siguen intactas. Nadie discute su calidad: sí su decreciente estado de forma. Pero no es solo el romano. El equipo sa ha caído. Todos están lejos, muy lejos, de su mejor versión. Se han puesto todos de acuerdo. Al menos, en esto sí, hay conexión. La afición, que habían empezado la temporada en una ficticia corriente de ilusión, ahora está decidida a mostrar su malestar. Pitada tremenda al descanso. El quejido, lógico, de una hinchada que vive harta.
Castro por García
Tras el descanso: cero cambios. Se entiende que la situación no era tan grave o bien, otra posible lectura, es que los mismos podían dar la vuelta a la situación. Se ha conseguido abatir el hastío: ahora ya sí duele. La herida, fractura, es profunda. Se mascaba el segundo. Herrera, diez minutos después, reaccionó: Castro por García. Indiferencia con el valenciano. Y nueva prueba para Carlinos.
0-2
Media hora con tres nueves natos; Michael, Stefan y Carlos Castro. El dispositivo estaba en modo todos al ataque. Pero sobre el fondo, de forma irremediable, se escuchan tambores de guerra. Y el eco es profundo. El equipo se cae de forma irremediable. Hoy, Lionel, era Salvi; que, por cierto, apunta maneras de jugador de categoría. Ese perfil que el Sporting no tiene porque se decidió esperar a invierno.
Llegó el 0-2 y sonó a melodía fúnebre. Esta vez no hubo ni el silencio previo al crimen. Sonó, y bien, el impacto del gol. De un equipo desencajado que se sostenía por el resultado. Con margen para la reacción pero sin el resto: ni convicción, ni ideas y, por supuesto, tampoco fútbol. Quedaba eso, el aliado habitual, el propio tiempo. Que, como el segundo gol, tan pronto es aliado como enemigo. Y que no se casa con nadie. El tiempo también estaba matando a la afición que había perdido lo último que se pierde: la expectativa. Un domingo cualquiera: desapacible, frío y tardío. Los cambios, como viene siendo habitual, tampoco cambiaron nada. Con la noche ya presente apareció Barral como caldo contra el frío: pitos y aplausos. Y para matar la paciencia terminó por hacer gol. El golpe definitivo. La mayor pitada en mucho tiempo. Se acabó.
Sporting: Mariño; Calavera, Pérez, Barba, Isma; Carmona (Rachid min 66), Bergantiños, Moi; Rubén (Min 55), Scepovic ( Pablo Pérez min 82) y Santos
Cádiz: Cifuentes; Villanuva, Bijker, Servando, Carpio (Mauro min 15), Álvaro (Perea min 88), Álex, Salvi, José Mari, Garrido y Carrillo (Barral min 83)
Goles: 0-1 Garrido (min 22) 0-2 Álvaro (min 64) 0-3 ( Barral min 93)