Texto de análisis
12 oct 2021 . Actualizado a las 14:23 h.No fue el mejor día para el Real Sporting de Gijón en lo que a la propuesta en salida de balón se refiere. Los de David Gallego se encontraron a un Oviedo que presionó con alta intensidad desde el primer instante. Una circunstancia que con alta probabilidad entraría dentro del guion de partido esperado sobre todo al inicio, con las piernas frescas y la opción de condicionar el partido con un error forzado o, en el mejor de los casos para los locales, un gol a su favor. Esto no amedrentó al Sporting, que no solo intentó combinar para seguir teniendo la posesión de balón mientras trataba de superar al rival, sino que arriesgó incluso hasta cotas que no habíamos visto durante la presente temporada.
Hay que resaltar que esto solo responde a los minutos iniciales en lo que a intensidad se refiere. Condicionados por una intención en la presión más agresiva de lo habitual por parte de los carbayones, se vieron incluso jugadas de mucho riesgo para los intereses del Sporting, tocando incluso en zona del córner de su propio campo, con centrales o laterales a la altura del portero. Los de David Gallego lo tenían claro, no iban a cambiar un ápice de su idea por más que el Oviedo les dificultara la tarea, sabiendo que esa intensidad se iría diluyendo con el paso de unos pocos minutos.
Recuperado un ritmo más normal de juego, los de Ziganda siguieron insistiendo en su presión alta, ya más organizada, pero igualmente haciendo especial press cuando recibía alguno de los pivotes rojiblancos. El Oviedo entendió que era fundamental no permitir que el Sporting pudiera ver el fútbol de cara por dentro, y eso generó un atasco en la zona ancha donde se acumulaban piezas de azul que, incluso con los movimientos de jugadores alejados por delante, impidió a los Babin, Valiente o cualquiera de los laterales encontrar situaciones propicias para envíos por alto a media o larga distancia.
La situación llevó a que Gragera se acercara más a los centrales de lo que lo habitúa a hacer en la presente temporada en un movimiento más propio de la anterior. Se notaba que no quería hacerlo con demasiada frecuencia, pero a su vez lo entendía necesario para alejarse de su marca, entrar en juego y tener una mínima superioridad en esa primera línea. Lo mismo ocurrió con Pedro, que se movía buscando un costado, especialmente el diestro, para ofrecer un pase progresivo a la línea defensiva. Sin embargo, esto se dio con tal asiduidad que el centro del campo se vació en muchas ocasiones, con los jugadores del Oviedo únicamente pendientes de ir a la presión sobre el sierense si este recibía y de tapar líneas de pase por dentro mientras esto no ocurriera.
Aunque el Sporting fuera subiendo la altura media de su bloque con el paso de los minutos, el mapa de toques de Fran Villalba evidencia las dificultades del Sporting para encontrar jugadores en posiciones adelantadas. El valenciano, que abandonaba su zona teórica en banda para acercarse a recibir y jugar el balón, pisó con mayor frecuencia la zona medular y la divisoria respecto al resto de partidos que ha disputado como rojiblanco hasta la fecha. Los de David Gallego no encontraron por tanto combinación en corto pero tampoco en zonas intermedias, donde la posición de los pivotes no ayudaba a que su incorporación facilitase la descarga rápida de cara de los hombres de ataque si recibían. Todos estaban demasiado alejados.
¿Cómo se podía haber solucionado esto? Evidentemente no hay una fórmula matemática que aplicar y que ya por arte de magia resulte en solución, pero bien es cierto que el Sporting no dio la sensación de poder encontrar un plan B con el que conseguir superar este orden y rigor defensivo carbayón. Si bien la movilidad por delante de balón es fundamental para generar espacios y obtener ventajas en marcas individuales como las que se vieron en el Tartiere, sin que el envío en largo fuera una opción al ser un factor que jugaría a favor de los locales, quizás la idea de que fueran los extremos los que dieran amplitud, fijando a los laterales del Oviedo y haciendo más ancho al rival, podría abrir la puerta a que hubiera algo más de espacio dentro para los movimientos de la pareja de puntas o de los pivotes, no encargándose uno de estos (Pedro) de abrirse o siendo los laterales únicamente quienes dieran esa amplitud con los extremos buscando intervenir por dentro como sucedió. Y es que al final Villalba abandonaba la banda, algo que replicaba en cierta medida un Aitor que apenas entraba en juego, y eso hacía que el Oviedo, sobre todo en su zona defensiva, pudiera ordenarse más estrecho, con menos metros a abarcar, lo cual eso facilitó una defensa interior muy bien planificada por Ziganda y con la que el Sporting se topó una y otra vez.
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