El club rojiblanco se juega algo más que la permanencia esta temporada
27 abr 2022 . Actualizado a las 13:01 h.Junto al Real Madrid, Barcelona, Athletic Club de Bilbao, Atlético de Madrid, Valencia, Espanyol, Sevilla y Real Sociedad, el Real Sporting de Gijón posee el privilegiado honor de ser uno de los nueve clubes españoles que a lo largo de los 91 años de La Liga ‘siempre’ ha logrado mantenerse en el actualmente conocido como fútbol profesional. Ahora es el turno de los hombre de Martí para seguir en ese selecto club.
Colocamos la palabra siempre entre comillas porque la entidad rojiblanca estuvo de manera oficial durante un mes en la Tercera División, aunque nunca llegó a jugar en dicha categoría. Entre junio y agosto de 1961 el equipo asturiano se vio cerca de la desaparición fruto del descenso confirmado tras perder la promoción ante el Burgos, aunque una posterior serie de circunstancias impensables de que ocurran en los tiempos que corren permitieron que se obrara un milagro a cara o cruz, y nunca mejor dicho.
Como ha ocurrido en la presente temporada, muy pocas personas del mundo sportinguista se imaginaron a principios de la campaña 1960-1961 que el equipo iba a pelear hasta el final por no descender a Tercera División. El objetivo era luchar por el ascenso. En los anteriores 15 años se había caracterizado por ser un conjunto ‘ascensor’, con una media de tres años de estancia en ambas categorías profesionales. El último descenso a Segunda División se había producido en 1959, dos años después de haber sido considerado como el ‘Matagigantes’ del fútbol español tras ganar tanto al Real Madrid de Di Stefano, Puskas y Gento (3-0), como al Barcelona (3-2). Dichos pequeños tramos en la máxima élite sirvieron de eventual salvavidas para unos problemas económicos que se llevaban arrastrando en la última década. El ‘no descenso’ aumentó la deuda hasta los 6 millones de pesetas (36.000 euros), lo cual dejaba al club muy cerca de la desaparición.
La temporada 1959-1960 del Sporting, su primera en Segunda tras el último descenso y previa a la del milagro en Palma de Mallorca, no fue positiva. A pesar de finalizar en quinta posición, aunque lejos de los puestos de ascenso, el ambiente en Gijón a lo largo de todo el curso fue muy crispado y las críticas hacia la gestión deportiva y económica eran continuas. Igual de habituales que los cambios presidenciales con cuatro mandatarios diferentes entre 1959 y 1961 (Alejandro Pidal Gilhou, Ramón Gómez Lozana, Aurelio Menéndez González y Francisco Quiros Rodríguez), los salarios sin cobrar de los futbolistas y las dimisiones de los entrenadores. Con respecto a este último aspecto, el argentino Abel Picabea, tras haber ascendido al Real Oviedo, inició la campaña al frente del equipo, pero en el mes de diciembre dejó el cargo por decisión propia ante los duros juicios de la afición. Le sustituyó Amadeo Sánchez, el hombre que lideró el primer y segundo ascenso del club a Primera División en toda su historia, aunque tampoco finalizó la campaña al aceptar una oferta del Recreativo de Huelva. La gran crisis económica que afectaba a la entidad empujó a la directiva a declarar transferibles a todos los jugadores de cara a la confección de la plantilla del curso 60-61.
El Sporting quería que el entrenador que manejara al equipo en la temporada 1960-1961 fuese el brasileño Nelson Adams. Brasil ganó el Mundial de 1958 con un modelo y sistema de juego revolucionario en el fútbol mundial. España, y en este caso el Sporting, no se quería quedar atrás dentro de la evolución del balompié. En 1959 el Vasco de Gama ganó la Liga brasileña con Martín Francisco como entrenador, quien acabaría dirigiendo al Athletic Club de Bilbao, y Adams como ayudante. Este último, atraído por conocer el fútbol europeo, llega a Gijón al final de la campaña 1958-1959 con el difícil objetivo de impedir un descenso a Segunda prácticamente confirmado. No consiguió dicho propósito, aunque sus ideas innovadoras sirvieron para que la afición se ilusionase y la directiva apostase por él como el impulsor del proyecto del paso del club a la nueva era futbolística.
Nelson Adams no contaba con la titulación necesaria para entrenar a equipos de categoría nacional en España, lo cual abrió un nuevo problema en el club. Convencidos de que el brasileño contaba con las capacidades idóneas para hacer crecer al Sporting, la Junta Directiva no desistió en sus esfuerzos de intentar convencer a la Federación Española de Fútbol de su valía como técnico y finalmente logró que el carioca acudiera a los cursos de entrenador. Extrañamente, Adams no consiguió el título al no superar unas pruebas prácticas que, a pesar de tener una deficiencia física, sí superó su compatriota Martín Francisco. Dentro de este contexto, el estratega pasó a ejercer labores de asesor técnico, preparador físico y entrenador del filial, aunque todavía mantenía un alto poder de decisión en el funcionamiento del primer equipo, lo cual generó grandes discrepancias con los entrenadores que de manera oficial sí ocupaban dicho puesto.
La temporada 60-61 arranca con Germán Menéndez como entrenador del Sporting, pero la tesitura antes mencionada en relación a la figura de Nelson Adams todavía se mantenía. La situación era muy incómoda para un Germán que no pudo imponer su criterio en ninguna faceta, lo cual propició que a mitad de curso pusiera el cargo a disposición del club. Como sustituto llegó Jesús Barrio, el artífice del último ascenso a Primera División. A pesar de que la mayoría de la Junta Directiva entendía que lo mejor para la entidad era mantener en el organigrama a Adams, éste finalmente acabó siendo destituido porque el contexto interno era bastante insostenible y tanto la Federación Española de Fútbol como el Colegio Nacional de Entrenadores ya sospechaban que realmente el brasileño, pese a no contar con la titulación reglamentaria, era la persona que entrenaba al primer equipo rojiblanco.
Conscientes de la situación económica y deportiva, en Gijón se esperaba una temporada en Segunda División sin sobresaltos, y nunca que la misma acabase siendo hasta el momento la peor del club en toda su historia. 25 futbolistas conformaron la plantilla inicial: Los porteros Barea, Madriles y Amador; los defensas Altisent, Teo, Martínez, Castañer y César; los mediocentros Pocholo, Siso, Velasco, Medina, Emilio, Biempica y Cerrillo; los extremos Ansuriza I, Antonín, Montes, Iglesias, Arbaizar y Beascoechea; y los delanteros Toño, Silvestre, Ortíz y Eloy. En aquel curso debutó Pocholo con 17 años, un interior con una gran capacidad técnica y lectura para saber cuándo y cómo desmarcarse en zona de finalización. 227 partidos y 94 goles en ocho temporadas en el Sporting, el gijonés es el quinto máximo goleador en toda la historia de la entidad.
Ya consolidados en la plantilla rojiblanca nos encontramos con el mediocentro Medina (356 partidos y 20 goles con el Sporting), el delantero Ortiz (343 partidos y 137 goles), el central Altisent (261 partidos), el interior Biempica (230 partidos y 57 goles) y el extremo Miguel Montes (217 partidos y 66 goles). La aparición de nuevos talentos asturianos y la experiencia de los últimos futbolistas mencionados no sirvieron para impedir que, tras 30 jornadas, el Sporting finalizara la temporada regular en la 13ª posición. La Segunda División de la época estaba conformada por dos grupos de 16 equipos, en los cuales los líderes de cada uno de ellos subían directamente, los segundos promocionaban por ascender, los últimos y penúltimos descendían directamente a Tercera División y los 13º y 14º promocionaban por no descender. A Primera División subió el Osasuna, el Tenerife y el Real Oviedo, mientras que a Tercera División bajaron de manera directa tanto el Barakaldo como el Terrasa. Al Sporting de Jesús Barrio le tocaba impedir la hecatombe en una eliminatoria a ida y vuelta con el Burgos que se iba a disputar un mes después del último partido de Liga y con solo dos partidos de Copa ante el Barcelona entre medias como ‘preparación’.
El partido de ida ante el Burgos se disputó en El Molinón, y el Sporting salió con el siguiente once: Barea, César, Emilio, Castañer, Cerrillo, Medina, Antonín, Biempica, Pocholo, Silvestre y Arbáizar. Con unas sensaciones bastante malas, los rojiblancos llegaban al encuentro decisivo con un 2-3 en contra. El entrenador Jesús Barrio, de forma desesperada, revolucionó el once inicial, pero dichos cambios fueron insuficientes para impedir que el equipo cayera por 2-1 (3-5 en la eliminatoria). De manera oficial el Sporting era equipo de Tercera División por primera vez en toda su historia. Y lo peor de todo es que el club se situaba a un paso de la desaparición, pues en ese momento no disponía del dinero necesario para hacer frente a las deudas, ni de siquiera salir a competir la próxima campaña en unas condiciones medianamente idóneas.
De forma milagrosa, el fútbol le regaló al Sporting una segunda oportunidad para poder sobrevivir. El Condal de Barcelona, que en el campo había logrado la permanencia, renuncia a su plaza debido a unos graves problemas económicos. El club rojiblanco solicita la propiedad de esa plaza al haber sido el mejor clasificado de los equipos descendidos en el grupo donde compitió el cuadro catalán, aunque la Federación Española no acepta dicha propuesta y decide organizar un torneo en Palma de Mallorca entre los clubes implicados en los descensos y en las promociones: Real Sporting de Gijón, Sestao, Castellón, Racing de Ferrol, Sevilla Atlético, Badalona y Amistad de Zaragoza. Esta liguilla se disputaría en el mes de agosto y solo el ganador obtendría la plaza en la Segunda División.
Evidentemente, tras la fallida promoción disputada ante el Burgos en el mes de junio, varios futbolistas se desvincularon o finalizaron su relación con el Sporting antes de disputarse el Torneo en Palma de Mallorca. Antonín, Arbaizar, Beascoechea, César, Eloy y Silvestre no asistieron por haber salido del club, mientras que Siso, Teo, Velasco e Iglesias tampoco pudieron participar porque fueron llamados a filas por el servicio militar. Por lo tanto, y de manera desesperada, a la directiva le tocó reunir en unas pocas semanas a los jugadores disponibles y realizar varias incorporaciones. Los refuerzos fueron el central vasco Aitor, el extremo zurdo andaluz Granados, el extremo y canterano Lastra, el extremo zurdo canario Mesa y el mediocentro palentino Panchulo.
La expedición, liderada por el presidente Francisco Quiros, estuvo integrada por 18 futbolistas, más el entrenador Jesús Barrio y el utilero y masajista Tamayo. Debido a los crecientes problemas económicos, el equipo solo pudo llegar a la isla 24 horas antes de su primer partido y alojarse en un convento, lo cual no facilitó la consecución del mejor descanso y preparación posible. A esta problemática hay que añadirle que el vuelo Madrid - Palma de Mallorca sufrió un retraso de más de dos horas, teniendo los viajeros y la plantilla sportinguista que bajarse del avión hasta en dos ocasiones debido a un problema técnico en la aeronave. Finalmente, y ya con la confirmación de que al menos se iba a disputar la final, dos días después el equipo se pudo trasladar a un centro más cómodo como lo fue el hotel Archiduque.
Al Sporting le tocó enfrentarse en cuartos de final (todo el torneo fue a partido único) al Sestao, aunque el conjunto vasco no compareció por problemas económicos que impidieron su viaje a tierras baleares. Entonces, el duelo decisivo para pasar a la gran final se disputó ante un Castellón dirigido por Camilo Liz, quien anteriormente había sido jugador rojiblanco. Los expertos del fútbol de aquella época daban como favorito al Sporting, aunque el partido finalmente fue un toma y daca constante lleno de mucho nerviosismo. Jesús Barrio sorprendió a los presentes desde el once inicial al dejar fuera del mismo al joven y desequilibrante Pocholo. Finalizados los 90 minutos reglamentarios, el resultado es de 2-2 y por lo tanto el choque se va a la prórroga. En el tiempo añadido se adelanta el Castellón en el marcador, y los gijoneses no muestran capacidad alguna de respuesta, hasta que en el último minuto de la prórroga y en una jugada aislada Montes entra en el área, es derribado y el árbitro señala penalti. Nadie quería tirar la pena máxima, y finalmente Jesús Barrio le indica a Castañer que sea él quien lo lance. Lo tira y el balón entró llorando a la portería rival.
Después del lanzamiento de penalti, el árbitro da por concluido el partido con un marcador de 3-3. En ese momento todavía no existía la tanda de penaltis como arma para desempatar un encuentro. La victoria se decidía lanzando la moneda al aire. El capitán Ortíz y el delegado Tamayo acuden al centro del campo y se presentan delante del cuerpo arbitral junto a sus homónimos del Castellón. El futuro del club pende de la decisión de un Ortíz que en el sorteo de campos, tanto en el inicio de partido como en el de la prórroga, había salido vencedor tras elegir cruz en ambas ocasiones. Y cruz volvió a elegir para el lanzamiento definitivo. Salió cruz. En ese instante las tres cruces de Ortíz habían pasado a la historia del club. El Sporting accedía a la final del torneo y seguía vivo un día más.
En la gran final esperaba el Sevilla Atlético. Madriles, Martínez, Altisent, Castañer, Medina, Emilio, Lastra, Pocholo, Montes, Ortíz y Granados fueron los elegidos para enfrentarse al filial nervionense. Los goles de Lastra y Granados llevaron el 2-1 al marcador final y la consecuente permanencia del Sporting en Segunda División. A su vuelta a Gijón el equipo fue recibido de manera multitudinaria por los aficionados rojiblancos. Todavía tardaría nueve años en volver a Primera División, pero sin lugar a dudas, en Palma de Mallorca superó uno de los momentos más críticos de toda su historia.
La siguiente temporada, la 61-62, fue una copia de la anterior, finalizando el curso en decimotercera posición con los mismos puntos (25) y el mismo número de victorias, empates y derrotas (10, 5 y 15 respectivamente). Finalmente, el equipo no necesitó disputar la promoción debido a que el filial de la Real Sociedad se vio obligado a renunciar a su plaza por el descenso del primer equipo donostiarra. Víctor Manuel Felgueroso llegó a la presidencia y con él se volvió a apostar por la cantera, apareciendo jugadores como Florín, Loza, Alvaré y Novoa que fueron la base del progresivo crecimiento del club rojiblanco.