La fusión entre el Real Sporting y el Real Oviedo, el último rumor en la capital asturiana
SPORTING 1905
El proyecto de Asturias 2030 está generando mucho debate en Oviedo
15 oct 2022 . Actualizado a las 18:58 h.Si en Gijón está siendo casi diario el debate sobre el proyecto mundialista de Asturias 2030, la capital asturiana no se queda corta en ese sentido. Durante los primeros días no fueron pocos los políticos y personas del entorno del Real Oviedo que pusieron líneas rojas a la colaboración con el Real Sporting de Gijón, tanto en privado como en público, ya fuera con fondos públicos asturianos o siendo subsede del eventual Mundial, mientras el último rumor de moda en la ciudad pasa por la supuesta intención del Grupo Orlegi de buscar una fusión entre ambos conjuntos con el nuevo Molinón como sede.
Nada más lejos de la realidad, la propiedad rojiblanca está plenamente centrada en el club gijonés y su proyecto de un nuevo estadio en el marco de la candidatura asturiana para el 2030, en la que estarían encantados de que participen tanto la ciudad de Oviedo como la escuadra deportiva azul sin perder su identidad.
Los anteriores intentos que sí fueron reales
A comienzos de los años 90, José Fernández y Celso González se convirtieron casi de la mano en accionistas mayoritarios tanto del club gijonés como del ovetense, respectivamente. Las primeras conversaciones entre los máximos accionistas -siempre por iniciativa azul- se produjeron en la temporada 1999/2000. El mandatario rojiblanco nunca estuvo por la labor de vender, pero aceptó escuchar la propuesta debido a la buena relación que mantenía con su homónimo azul y para tener dicha opción como una carta a utilizar en caso de extrema necesidad para el club rojiblanco. Las reuniones fueron ganando tal peso con el pasar de los meses que se acabaron introduciendo a personalidades muy relevantes del Principado de Asturias como el propio presidente, ‘Tini’ Areces, quien no veía lo expuesto con tan malos ojos; la alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso; el alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo; y ejecutivos de varias entidades bancarias que pudiesen avalar económicamente el proyecto, entre ellos el director general de la Caja de Ahorros, Manuel Menéndez; así como empresarios asturianos cansados de no poder patrocinar al conjunto de sus amores por el qué dirán del eterno rival, o de verse forzados a promover ambas entidades para guardarse de conflictos reputacionales. En ese sentido, durante tiempos más recientes se ofreció desde el Sporting al Oviedo la posibilidad de captar de forma conjunta patrocinios para salvar esos problemas, opción declinada por los azules.
Con una mentalidad innovadora, Celso González planteó el proyecto de forma seria e insistente. Deseaba que Asturias no se quedase atrás en la modernización del fútbol. De hecho, el abogado, sin estar cerca de recibir el ‘ok’ de todas las partes implicadas, llegó a comprar, junto a otros inversores, varios terrenos en Llanera, municipio ubicado entre las dos ciudades donde se habría construido el estadio para albergar los partidos como local de un equipo que se pudo haber llamado Real Asturias o Asturias Club de Fútbol. Dentro de la adaptación a los avances del nuevo siglo, la idea del ex propietario azulón era la de, junto a la construcción del campo, crear un complejo de ocio que contaría con un centro comercial, varios restaurantes, una pista de karting e incluso un parque de atracciones.
En el puro ámbito deportivo, el objetivo de este proyecto era el de formar una plantilla con un sustento más sólido que permitiese a Asturias estar mejor representada, tanto en calidad como en cantidad de años consecutivos en la élite del fútbol nacional. Ambos clubes tenían claro en esa época que estaban siendo adelantados por entidades que sabían sacar mejor provecho de su potencial económico. Los únicos y grandes recursos del Sporting y el Oviedo eran los viveros de Mareo y el Requexón, dos ciudades deportivas que igualmente se hubieran mantenido con el fin de aglutinar el mejor talento joven de la comunidad. David Villa, Javi Fuego, Santi Cazorla y Juan Mata son algunos de los nombres que surgieron posteriormente.
Juan Arango, presidente sportinguista entre 1999 y 2002, y otros directivos cercanos a José Fernández, reacios a la idea de fusionarse con el eterno rival, se mantuvieron tranquilos a pesar de las continuas reuniones celebradas porque entendían que el máximo accionista no estaba dispuesto a llegar hasta el final con el plan. El económico era el único aspecto que mantenía el interés del empresario gijonés, ya que en aquellos tiempos LaLiga no proporcionaba tantos ingresos televisivos como en la actualidad y la ausencia de un apoyo más fuerte de los patrocinadores asturianos provocaba que, en el peor de los casos, fuera muy complicado mantener al club tantos años en Segunda División, como finalmente se demostró con las ventas de Mareo y de las marcas, además del proceso Concursal para evitar la quiebra. En todo caso, ni en lo deportivo ni en lo social, además de en lo puramente sentimental, vislumbraba un beneficio positivo que le hiciera contemplar esa propuesta.
Las conversaciones quedaron en ‘stand by’ durante un par de años hasta que el Real Oviedo se encontró de frente con lo que hasta ese momento fue el episodio más oscuro de toda su historia. El doble descenso desde Segunda División a Tercera División en el 2003 por los impagos a los futbolistas y una deuda de 36 millones de euros que casi lleva al club ovetense a la liquidación. Por su parte, el Sporting vivía una mala temporada en la categoría de plata y dejaba su deuda en los 24 millones. Los graves problemas deportivos y económicos de ambas entidades ayudaron a que volviera a estar vigente la posibilidad de fusionarse.
En esa ocasión, la razón más fuerte para poder fusionarse pasaba por los gravísimos problemas económicos. A las reuniones acudieron los gestores de ambas entidades, tanto Alfredo García Amado como Félix Ortega. Sus supervivencias estaban muy comprometidas, pero el Sporting jugaba con la baza de la posible venta de David Villa. Finalmente, el delantero salió traspasado al Real Zaragoza en el verano del 2003 por varios millones de euros. Aquel movimiento provocó que los fantasmas de la desaparición se alejaran de manera eventual de Gijón y que José Fernández desechará completamente la adhesión al proyecto planteado por un Celso González con el que en los años posteriores siguió manteniendo una buena relación, hasta el punto que su compañía de abogados llegó a asesorar a la SAD rojiblanca en algún que otro tema jurídico.
Cabe destacar que este último intento desde la capital fue el que más ruido social provocó en Asturias. El presidente de la Federación Asturiana de Fútbol, Maximino Martínez, abogaba por plantear esa idea cuando la situación económica de ambos clubes fuese mejor, mientras que el director de Deportes del Principado, Daniel Gutiérrez Granda, quien también asistió a las reuniones como representante del estamento gubernamental, lo veía inviable por el aspecto social y la escasa aceptación que tendría en las aficiones. Equipos de la región como el Real Avilés sí apoyaban este movimiento porque entendían que beneficiaba a todo el fútbol asturiano. Por su parte, en clave sportinguista, leyendas como Quini, Jiménez y Joaquín manifestaron su percepción sobre la necesidad que tienen ambos conjuntos de enfrentarse en la competición para ser mejores en todos los aspectos.
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