«Las 4 claves de la derrota del Sporting y el suspenso a Ramírez»

Dani Souto

SPORTING 1905

Miguel Ángel Ramírez
Miguel Ángel Ramírez LaLiga

Texto de análisis

25 mar 2024 . Actualizado a las 12:53 h.

Sigue siendo un problema. Cada vez que el Real Sporting de Gijón juega lejos de su feudo es sinónimo de dificultades. Esta vez no fue una excepción. El conjunto de Miguel Ángel Ramírez volvió a mostrar su cara habitual ante rivales ordenados y defensivos y esta vez, como también se repite últimamente fuera de casa, dejó un regusto anticompetitivo que impidió sacar un resultado de provecho de la visita a Lezama. Analizamos en base a 4 claves destacadas los motivos de la derrota rojiblanca:

Un contexto idóneo para el rival

Como era de esperar, tal y como ocurriera la pasada semana ante el Alcorcón, el Sporting hoy tuvo que llevar el peso de la iniciativa con balón, algo que no le es ajeno al equipo de Ramírez. Otro partido de esos en los que tocaba armarse de paciencia para tener la movilidad suficiente con el balón para atraer y mover al rival y que así se generasen espacios que de otra forma iban a estar superpoblados. Todo ello vigilando las posibles salidas en transición del conjunto vasco ante las pérdidas y mostrándose sólido a balón parado al ser una de sus principales fortalezas.

La teoría se sabía, pero la ejecución estuvo lejos de ser productiva. Los goles encajados llegaron precisamente por esas vías a evitar, lo cual tiene un poderoso significado en términos competitivos. Del mismo modo, el ser protagonista con balón y vivir la mayor parte del tiempo en campo contrario volvió a ser insuficiente para traducirse en ocasiones de gol. Si la semana pasada el Sporting dominó el balón y el contexto, esta vez sólo fue lo primero, si bien lo fundamental es lo segundo. El partido nunca llegó a estar en manos de los rojiblancos visto su desarrollo.

Perdida la batalla en las áreas

Un punto clave para entender lo anterior está en eso que tantas veces se adjudica como decisivo en esto del fútbol: el dominio de las áreas. El Sporting cedió un tanto en un saque de esquina, estuvo blando en acciones con valor gol de su rival y cuando tuvo ocasiones para definir, que sin ser muchas alguna sí fue muy clara, tan solo la de Otero -en la única jugada colectiva verdaderamente a destacar- acabó en el fondo de la red. Con más contundencia y más acierto, simplemente eso, los asturianos podrían haber obtenido otro resultado, incluso con todos los debe que se dieron entre las áreas y hacer un partido muy alejado del aprobado. Pero sin ser sólidos en ellas lo más normal es que suceda lo que sucedió. Aquello que tantas veces te puede salvar un mal encuentro. Hoy ni eso.

Equipo estirado por dentro

Los duelos y las ayudas fueron términos repetidos en los instantes inmediatamente posteriores al partido. Una cuestión que no depende únicamente de algo físico o mental, como muchas veces se achaca a la intensidad, sino también de una cuestión táctica. El Sporting tuvo ante sí al equipo más compacto de la categoría; o lo que es lo mismo, el que más junta a su bloque, los 10 jugadores por delante del portero, en menos metros de terreno de juego. Estando tan juntos, los espacios entre líneas eran ínfimos y la distancia a recorrer para las coberturas y para ganar los balones divididos tras cada disputa era menor.

Los rojiblancos, asumiendo la posesión de balón, tenían que hacer justo lo contrario; abarcar cuantos más metros mejor, especialmente en amplitud, para tratar de estirar al rival en busca de esos espacios. Eso los alejó en cada ayuda y disputa, y el equipo quedó sensiblemente expuesto ante la pérdida, con muchos metros por abarcar especialmente en la zona de la medular. Quizás no fue el partido en el que más se sufrió en los retornos ante las contras del rival, pero volvió a ser un déficit que sigue sin lograr corregirse en este tipo de contextos.

Sin movimientos en último tercio

Conociendo el plan del rival y la gran dificultad existente para generar espacios, el desequilibrio en los últimos metros resulta clave. Ya sea desde la acción individual, como se trató sin éxito con Hassan en el segundo tiempo, o coordinando desmarques de ruptura y pases filtrados, abrir este tipo de defensas no resulta nada sencillo, pero el Sporting tampoco transmitió la mordiente suficiente para ello. En el primer tiempo se buscaron de forma precipitada muchos envíos picados intentando encontrar la espalda de la línea defensiva por fuera, especialmente con caídas de Villalba y Otero. Situaciones que no generaban ninguna ventaja y cuya continuidad era altamente compleja. Los movimientos por delante de balón, especialmente cuando este llegaba a los costados, dibujaban posibilidades -muy contadas- que el Sporting tampoco aprovechó. No se leyeron bien esas jugadas y se careció de amenaza. Otro día más que sale claramente a deber en el último tercio.

Los cambios

Rosas, Varane y Hassan por Pascanu, Mesa y Gaspar. Cambio total de intenciones al descanso con una triple modificación. Todo enfocado a la parcela ofensiva. Rosas se incorporó por derecha para sumar un elemento más en último tercio, Hassan tuvo la llave para intentar desequilibrar siendo un perfil que no estaba sobre el campo y Varane como encargado de romper con movimientos verticales por dentro, algo que tampoco había habido en la primera mitad. Aun así, no fue un plus suficiente.

Rivera por Nacho Martín. Hombre por hombre buscando la capacidad del gijonés de verticalizar el juego desde su visión y calidad desde el pase. Aun así, no pudo encontrar esos huecos y sirvió meramente de distribuidor como había hecho Nacho.

Mario González por Djuka. Cambio en la delantera para buscar algo diferente en el área, sin embargo, apenas logró entrar en juego ni dar algo de aire al equipo. No funcionó como revulsivo.

Nota a Miguel Ángel Ramírez y el resto del cuerpo técnico

Insuficiente. Si la teoría se tenía clara, la práctica lo dejó en mal lugar. El equipo fue vulnerable en transición, recibió un gol a balón parado, cedió en los duelos y volvió a mostrar serias dificultades para encontrar área rival cuando éste se le encierra. Sin la agresividad con y sin balón necesaria, tanto en la presión tras pérdida como en los desmarques y la verticalidad, entre otras cosas, el Sporting se fue diluyendo con el paso de los minutos ante un rival que, teniendo igualmente claro lo que hacer, sí lo ejecutó como convenía.

El margen se va agotando y, sin necesidad de mirar a la tabla, las sensaciones desde el juego no invitan al optimismo. Solo queda esperar una reacción antes de que sea demasiado tarde.