La superación de Bernal tras romperse la rodilla: «Me saltaban las lágrimas al no poder doblarla...Ahora debo marcar muchos goles en el Sporting para dedicárselos a todos»

Dani Souto

SPORTING 1905

Jesús Bernal
Jesús Bernal Real Sporting de Gijón

Reportaje al mediocampista rojiblanco

22 dic 2025 . Actualizado a las 23:23 h.

El Real Sporting de Gijón ha publicado un vídeo en sus canales oficiales con Jesús Bernal como protagonista, relatando su propio proceso de recuperación tras una grave lesión del ligamento cruzado de su rodilla. El mediocampista, que en este mes de diciembre ha vuelto a ser parte importante de las alineaciones de Borja Jiménez, comenta el lado más personal de un largo proceso que le ha llevado prácticamente un año hasta volver a competir. De ahí que el título de este reportaje sea 'Jesús Bernal, doce meses después'.

«No soy consciente en el momento. Noto un fuerte dolor cerca de la rodilla, pero pienso en un primer momento que es un golpe. De hecho, continúo jugando unos 15 o 20 minutos y cuando acaba el partido siento una pequeña molestia. Marcho para Ferrol para ir a ver a mi novia antes de que fueran las Navidades y sí es cierto que al día siguiente, cuando me levanto, pienso: «Algo ha pasado aquí en la rodilla, porque no estoy igual de cómodo, ni estoy bien, ni estoy al 100%», y me pongo en contacto con el servicio médico.

Vengo con mi novia y me acordaré que serían las siete u ocho de la tarde-noche, aquí en la ciudad deportiva, todo oscuro, en invierno. Me tumbo en la camilla y se me da la noticia de que al 90-99% es el cruzado. Al día siguiente vamos a hacer la resonancia y ahí me confirman la rotura del cruzado.

Nada, dar las gracias al servicio médico, sobre todo. En ese momento no sé qué hacer. No sé cómo afrontar las Navidades ni qué hacer, y es mi novia quien toma la palabra y dice: «Monta al coche, te llevo a casa con tu familia y vamos a olvidarnos un poco de todo».

Sinceramente, tenía muchas ganas de llorar. Lo he hablado muchas veces con mi pareja. Los dos teníamos muchas ganas de llorar y creo que el hecho de que el otro estuviera mejor no nos impidió llorar. Salimos de aquí, marchamos a casa un poco los dos en shock y cuando llegamos es cuando de verdad nos desahogamos juntos y decimos: «Ya está, esto no vamos a cambiarlo, lo único que depende es la forma en que lo afrontemos».

Fueron seis horas, porque fui hasta mi pueblo, hasta Muniesa, y seis horas conduciendo ella, recibiendo muchísimas llamadas. Se reía porque cada llamada era más o menos la misma contestación que tenía que dar yo. Cuando llegamos a Muniesa, mi familia no sabía que iba, ni mi familia ni mis amigos. Fue una sorpresa para ellos y fue gracias a mi pareja, porque yo no podía conducir. Llegar allí, comentarlo a la familia e intentar aprovechar esos días hasta el día de la operación para estar con ellos y, sobre todo, tranquilizarles.

La recuperación fueron 10 meses. El comienzo es duro, sobre todo asimilar la lesión. Sales del campo dolorido, pero tienes la esperanza de que sea algo menor y cuando te dicen lo que es, toca asimilarlo, apoyarte en la familia, en los profesionales, en compañeros que lo han pasado y a partir de ahí comienza una larga recuperación.

Antes de la operación me sentía mejor que después. Tienes algo de dolor, la rodilla falsea un poco al caminar, pero el dolor es bastante soportable. La operación no la recuerdo del todo. Eran muy buenos profesionales; dar desde aquí las gracias al hospital y a todos los enfermeros, enfermeras y cirujanos que me atendieron. Solo recuerdo dormirme en la habitación y, al despertarme, creo que dije un par de cosas un poco de cachondeo: quería escuchar a Sergio Dalma, quería que mi pareja me rascara la cabeza y estaba tumbado esperando.

Cuando me desperté estaba un poco ido mentalmente y recuerdo estar una hora diciéndole cosas bonitas, lo mucho que la quería. A partir de ahí son semanas en las que apenas te levantas del sofá o de la cama y pasas 24/7 dependiendo de ellos, y les estoy muy agradecido. Todo el mundo a mi alrededor ha hecho un esfuerzo inmenso, empezando por el club, que desde el primer momento me ha dado todas las facilidades posibles. Mi familia gastó todos sus días de vacaciones para turnarse y venir los primeros días, porque no eres capaz de hacer una vida normal; no puedes caminar, vas con muletas, tienes muchos dolores, tienes que tomar pastillas, pincharte en la tripa… una serie de cosas que solo es bastante incómodo y casi imposible.

Se turnaron entre mis padres, mi hermano y mi pareja para estar el primer mes acompañándome, llevarme a los sitios, porque tampoco puedes conducir. Hay días que te levantabas y decías: «Tengo dolor», o aunque no lo tuvieras, no te sentías capaz. De eso ha habido varios días. Recuerdo cuando me dan el alta en el hospital, llegar a casa con mis padres, tumbarme en el sofá y a la media hora decir: «A mí no me dolía así en el hospital». Supongo que sería quitar los goteros o haberme movido un poco y pensar: «Ostras, ¿cuánto va a durar esto?, porque tengo mucho dolor».

Las primeras noches estaba mi padre al lado y todo el rato me preguntaba: «¿Qué te pasa? ¿Qué te pasa?», de tener muchísimo dolor. Luego algunos días de camilla que me han sacado las lágrimas porque no doblaba la rodilla, pero ahora lo ves como una anécdota y dices: «Todo pasa».

Lo peor son los primeros meses, sin duda. Son meses de dolor. Después son meses de estar tranquilo, de tener paciencia, de hacer siempre lo que mandan. Al principio pierdes toda la musculatura, tienes que doblar y estirar la rodilla todos los días en casa, estar pendiente de si la estás estirando o doblando bien, porque existe la posibilidad de volver a pasar por quirófano. Luego hay grandes profesionales que no siempre te escuchaban, por suerte (risas) porque yo sufría mucho porque la rodilla no respondía bien al doblarla, momentos de mucho sufrimiento.

Vas dando pasitos: primer día sin muletas, primer día en la bici, primer día que trotas. Muchos primeros días que al principio valoras muchísimo y a la semana, como soy impaciente, ya quería más. He sido muy pesado con el cuerpo médico, con los readaptadores, con todo el mundo, y estoy muy agradecido por la paciencia, no solo profesional, sino personal, porque sé que ha habido momentos en los que he sido demasiado intenso.

Cuando me pasó estaban compañeros como Rober Pier, Nacho Méndez o Gelabert. Es gente que te ve en el día a día, tu proceso, cómo avanzas, y puedes preguntarles tus dudas en cualquier momento. Todos los profesionales han tenido una paciencia extrema conmigo. Agradecérselo a todos, y sobre todo a Pablo Cuervo, con quien he pasado más tiempo y con quien tengo una relación personal muy buena. No tengo palabras para agradecer la paciencia, porque hay días de desesperación, de ver que no avanzas como crees, de dolores o de bajón mental, y siempre estaba ahí para llevarme para arriba.

También Lorenzo del Pozo, Cipri, todos los fisios, el cuerpo médico como José Miguel en su momento y ahora Carlos. Les estoy muy agradecido. Sin ellos no hubiera sido posible. Por mí hubiera vuelto antes, porque soy cabezón y creo que al quinto mes ya estaría jugando, y sé que está mal, pero todo lo bueno que venga en mi carrera es en gran parte gracias a ellos.

He tenido entrenamientos diferentes. Recuerdo que Lorenzo me gritaba muchísimo porque no caminaba bien, porque doblaba mucho la rodilla, y dijo: «¿Sabes qué? Nos vamos al Picu del Sol». Sin poder caminar fui al Picu y bajándolo le dije: «Loren, me tira un poco aquí». Me dijo: «Es normal, camina, trota», y fue la primera vez que troté. Diez minutos, pero son cosas que se solucionan así, o irnos a pasear por las cercanías, al Pico del Sol o a la playa.

Recuerdo un día que fuimos a la playa de San Lorenzo a correr a las seis y media de la mañana para después tener libre y poder viajar. Éramos siete compañeros más Loren corriendo a las siete de la mañana en la playa. Son anécdotas que se te quedan. No quiero olvidarlo, quiero aprender y valorar a las personas que me han rodeado y el salir físicamente más reforzado.

Ahora hay entusiasmo y ganas de decir: quiero un minuto, dos minutos. Luego los futbolistas somos egoístas y cuando juegue cinco querré diez, y así, pero ahora solo tengo ganas de pisar el césped, dar un buen pase, sentir y, sobre todo, volver a jugar en casa con la gente y poder disfrutar.

Lo valoré más antes y después del partido, porque durante el partido estoy tan concentrado que analizo, intento mirar por si acaso. Si me preguntan, le diría al míster: «Sí, sí, estoy». Estoy muy contento. No todo es tan duro como parece. Mi psicólogo, Raúl Zamorano, con quien llevo nueve años, me ha ayudado mucho. Piensas mucho en si vas a ser capaz. He aprendido a ir día a día, a hacer caso a los profesionales y a superar pequeños retos sin pensar demasiado en el futuro, porque si no te agobias.

Quizás haya sido más fuerte mentalmente de lo que esperaba, porque soy bastante nervioso y lo he podido superar. Tengo que marcar muchos goles para dedicárselos a todos los que me han ayudado desde el primer momento, pero sinceramente ese gol será para mi pareja y para mi familia, que son los que han estado ahí todos los días».