Tu madre diciéndote «voy a sacar la zapatilla». Tu mecánico diciendo «te tengo el coche para la semana» (David, llámame anda). Tu médico diciendo «no creo que sea nada, pero bueno, vamos a pedir cita para colonoscopia por si acaso».
«Estoy tirado, en cada respiración me trago un machete, al toser siento cristales rotos. Pasan 48 horas. Ni rastro de mensaje para hacer PCR»
«Considero, sin duda, que la gran fortuna de mi vida ha sido que mi habitación fuese la biblioteca de casa»
«El jueves pasado casi me mato. Llovía, por Padrón se me fue el coche y quedé atrapado en una vía, sin poder salir y encajado en dirección contraria»
«No sé por qué, hacía buen día y me senté en las escaleras de la alameda, allí donde solíamos sentarnos cuando éramos jóvenes hace un par de siglos»
Obituario | (Ribeira, 1966-2022) | Su benevolencia innata, tan común en los espíritus elevados, la aplicó también en su trabajo como psicóloga en la UAD, donde tantas veces la empatía con un paciente puede ser diferencial
