La gran purga de Erdogan fractura a Turquía

maría cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

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ILYAS AKENGIN | Afp

Únicamente los sectores muy cercanos a su partido continúan respaldándole en la calle, mientras una gran parte de la población teme las consecuencias de su deriva autoritaria

19 jul 2016 . Actualizado a las 07:06 h.

Erdogan instó a la población a mantenerse en las calles, pero después de haber frenado el viernes a los golpistas, solo sectores muy cercanos a su partido continúan respaldándole. Las medidas represoras que está llevando a cabo en venganza por el intento de derrocar a su Gobierno han comenzado a provocar una fractura en el país. Por un lado, están los sectores ligados a la ortodoxia que marca la ley islámica. Por otro, aquellos que defienden la Constitución, aprobada en 1923 por Kamal Attaturk, sobre la que se asentó la modernización del país tras la caída del imperio otomano. Algunos analistas sugieren incluso que la intención de Erdogan es la de reformar el documento para lograr el poder ejecutivo absoluto. Y eso es lo que teme también buena parte de la población asustada por la deriva autoritaria que está mostrando.

Ayer las detenciones continuaban sucediéndose. Las medidas de control fueron fortalecidas. Erdogan extendió, por ejemplo, la orden de patrullar con cazas el espacio aéreo para evitar que los golpistas vuelvan a tomar el control de helicópteros o aviones. Además ordenó registrar la base de Incirlik, en el suroeste del país. La policía sospecha que una nave despegó de ese lugar para abastecer a varios cazas que participaron en los bombardeos de Ankara.

La depuración continúa

El balance de la purga que ofreció ayer el primer ministro, Binali Yildirim, alimenta el miedo: 7.543 detenidos, dice Efe. De ellos, más de 6.000 son militares (112 generales que suponen cerca de un tercio de los 356 generales o almirantes que componen la cúpula de las Fuerzas Armadas turcas). Hasta el hermano de Saban Disli, número dos del partido de Erdogan, el islamista Partido de la Justicia y Desarrollo (AKP), fue detenido por su presunta participación en el levantamiento.

Pero no solo eso. Unos 8.777 funcionarios del ministerio del Interior, entre los que hay altos mandos de la policía y la gendarmería, fueron destituidos. En torno a 1.500 más fueron apartados de sus cargos en otros ministerios. Para reemplazarlos, el Gobierno llamó a trabajar a los que estaban de vacaciones. Los funcionarios purgados son acusados de ser afines al clérigo Fetulá Gülen, cuya extradición de Estados Unidos será solicitada en unos días. Al menos eso es lo que adelantó ayer Erdogan en su primera entrevista tras el intento de golpe.

El presidente aprovechó su intervención en la cadena norteamericana CNN para sacar pecho frente a la comunidad internacional. Advirtió de que en el caso de que el Parlamento apruebe una propuesta para reinstaurar la pena de muerte tras la asonada militar, la respaldará para convertirla en ley. Según dijo «este es un claro crimen de traición y su solicitud (en referencia a que no se aplique dicho castigo) no puede ser aceptada por nuestro Gobierno», dijo. Esa actitud ha creado una metafórica brecha en el estrecho del Bósforo. Lo ocurrido durante los últimos días no hace más que alejar a Turquía de Europa. De hecho, según informa Colpisa, los temores ante el abuso de poder expresados desde Bruselas los comparten muchos turcos que no respaldaron el golpe, pero que tampoco están de acuerdo con la política llevada a cabo por Erdogan.

La calle tomada por AKP

A diferencia de lo ocurrido en el 2013 cuando la protesta en el parque de Gezi, en el centro de Estambul, para evitar la construcción de un centro comercial acabó convertida gracias a las redes sociales en un gran movimiento antigubernamental, ahora las calles las han tomado los partidarios del AKP. Pero no dan la cara ondeando la bandera del partido por la calle. «Cuidan mucho que no se vea», dijo el integrante de otro partido que ayer pidió apoyo para el Ejército. La razón para hacerlo, como añadió, es que «solo una pequeña parte ha estado involucrada en el intento de golpe, no hay que criminalizar toda la institución».

El desconcierto continúa entre la población. En las calles de Estambul, como dice un testigo directo de lo que está ocurriendo que prefiere mantener el anonimato, empieza a temerse el estallido de una guerra civil.

Difunden que el excomandante del Aire confesó, pero él lo niega

Akin Öztürk. Ese nombre comenzó a relacionarse ya el sábado con la ejecución del intento de golpe de Estado que, según continúa sosteniendo el Gobierno de Erdogan, habría sido orquesta por el clérigo Fetulá Gülen. El que hasta el pasado agosto fue responsable de la Fuerza Aérea fue detenido ese mismo día. Con una oreja vendada y muy desmejorado, ayer se sentó en el banquillo de un juzgado de Ankara, junto dos decenas de generales para los que piden cárcel preventiva.

Una primera nota difundida por la agencia semipública Anadolu, adelantó Efe, indicaba que el excomandante había confesado su implicación en la intentona. Pero poco después la agencia retiraba la nota de su web, mientras el canal NTV decía todo lo contrario. La emisora difundió que el militar había negado cualquier participación en la trama. No solo eso. También comentaba que había tratado de impedirlo, como puede atestiguar el jefe del Estado Mayor.

«No soy la persona que dirigió el golpe del 15 de julio del 2016. No sé quién lo planeó o dirigió», parece haber dicho el exmando al fiscal, como apunta dicho canal. Al parecer, añade, Öztürk dijo que el día de la intentona iba a ir a la boda de la hija de un amigo, pero por motivos de trabajo se vio obligado a cambiar su plan. Ese viernes estuvo pendiente de lo que ocurría a través de a televisión de la base de Akinci. Allí recibió la orden del jefe del Estado Mayor para que los cazas de los rebeldes no hicieran esos vuelos rasantes «En cinco minutos me presenté ante el jefe del Estado Mayor, que estaba en la base», explicó.

 Un número creciente de turcos empieza a dudar de que sea un golpe

«No hay nada que celebrar» La socióloga Ayse Deriner pasó cada noche y cada día que duró la movilización de Gezi acampada en el parque. Si la situación es delicada para las fuerzas políticas de la oposición por no sumarse a las movilizaciones, no lo es menos para los activistas como ella que critican abiertamente en las redes la situación actual y tampoco se movilizan. La razón, como dice a Colpisa, porque «no hay nada que celebrar, no se puede hablar de victoria de la democracia después de tantos muertos, heridos y detenidos. Yo creo que esto no es un golpe, no sé aún lo que es, pero no lo considero un golpe. Todo es demasiado raro, no me entra en la cabeza».

Estas dudas son generales en buena parte de la sociedad. El mismo viernes es de lo que hablaban algunos. Pero Deriner considera que «ya poco importa quién está detrás de lo ocurrido porque hay que estar atentos al efecto dominó que está teniendo y las purgas masivas». Los islamistas les acusan de apoyar a los golpistas y les amenazan a través de las redes sociales, algo que para esta activista de 36 años «es ridículo, no tenemos nada que ver, lo que pasa es no estamos seguros de lo que pasa».