La historia de la familia Trump: Una escalada social en tres pasos, de la Alemania del XIX a la Casa Blanca y al límite de la ética

Jorge Casanova
jorge casanova REDACCIÓN / LA VOZ

ACTUALIDAD

Los negocios de los Trump siempre tuvieron un pie en lo turbio  desde que empezó la dinastía

13 nov 2016 . Actualizado a las 11:13 h.

Los norteamericanos no solo han elegido a un presidente singular. En el paquete va una familia digna de las miles de páginas de revistas que han llenado en toda su historia. Si Donald Trump encontró siempre atractivos los focos, sus mujeres y sus hijos no han sido menos. Pero quizás, antes de mostrar a sus descendientes, convenga echar un vistazo a los primeros Trump, los que llegaron a EE.UU. desde Alemania y que, en aquel entonces, se apellidaban de otra manera. Concretamente Trumpf. Así quedó registrado en el documento de inmigración que rellenó en 1885 Friedrich, el abuelo del futuro presidente, cuando llegó a Nueva York con una mano delante y otra detrás.

Empezó trabajando de barbero. Seis años fueron suficientes para entender que no prosperaría con las tijeras. Así que se mudó a Seattle, Washington, para montar un restaurante en el que no solo se servían comidas, sino que incluía el eufemístico servicio de «habitaciones para señoritas». El emprendedor Friedrich hizo fortuna aprovechando la fiebre del oro y montando y desmontando establecimientos para aventureros tras comprender que era más seguro proporcionar comida, alojamiento y diversión que arriesgarse a buscar oro. Cuando llegó el siglo XX, ya era un hombre rico.

Sin embargo, no llegó a prosperar mucho más. El abuelo de Trump regresó a Nueva York para casarse con Elizabeth, intentar volver a Alemania y completar apresuradamente el viaje de vuelta tras ser acusado de haber emigrado para eludir el servicio militar. Tuvo dos hijos: Fred y John. El primero fue el primer Trump verdaderamente rico.

Con 22 años, Fred montó con la ayuda de su madre la Trump Organization y se convirtió en millonario construyendo viviendas, generalmente para el uso de familias con pocos recursos. Fred fue capaz de hacer mucho dinero, pero la leyenda cuenta que reutilizaba los clavos y se fabricaba él mismo los productos de limpieza. Eso sí, cada tres años se compraba un Cadillac con la matrícula personalizada. Algo de todo eso aprendió Donald, el cuarto de sus hijos, a quien Fred prestó su primer millón de dólares para empezar sus negocios.

El abuelo del presidente electo, que durante años negó el origen alemán de su familia aludiendo a que en realidad eran originarios de Suecia, murió en 1999 con un patrimonio valorado entre 250 y 300 millones de euros. Detrás quedaron algunas acusaciones de racismo por no alquilar apartamentos a los negros e incluso un oscuro incidente vinculado con el Ku Klux Klan.

Aparte de Donald, Fred tuvo otros cuatro hijos: Maryanne, Fred, Elizabeth y Robert. La primera ejerce como juez federal desde 1983, nombrada por cierto por Ronald Reagan. Fred fue el único hermano que escapó del destino de éxito de los Trump y decidió vivir su propia vida. Falleció en el alcoholismo con 43 años y, de hecho, Donald ha dicho más de una vez que esa experiencia es la que le mantiene alejado del alcohol y de otras drogas. Elizabeth es una alta ejecutiva bancaria y Robert, el más pequeño, también hizo carrera en la empresa familiar, pero manteniendo un perfil sustancialmente más bajo que su mediático hermano. Actualmente vive con su segunda mujer, una ex secretaria.

Barron, el niño que se unta loción de caviar antes de irse a la cama

Barron Trump es el último vástago que el nuevo presidente de los Estados Unidos ha traído al mundo y, según él mismo ha confesado, su debilidad. No se sabe qué estatus tendrá en la Casa Blanca, pero sí que en el fastuoso ático que la familia ocupa en la Trump Tower, una de las tres plantas era para su uso exclusivo. Barron nació en el 2006 y es un jovencito aficionado al golf y a los trajes. Dice que en el futuro se dedicará a los negocios de su padre y, si uno se fija, se verá que su flequillo tiene la misma querencia que el de su progenitor. Ya dice Melania, su madre, que es «un Donald en miniatura». De hecho, cuando tenía cinco años, Melania bromeaba con que el niño había sido capaz ya de despedir a varias niñeras y asistentes. Barron, entre otras cosas, juega al golf en casa y no se va nunca a la cama sin untarse en loción de caviar.

Ivanka, el ojito derecho del empresario

Donald Trump ha tenido tres mujeres y cinco hijos. Su primer matrimonio con la esquiadora olímpica Ivana Zelnickova fue largo y fructífero pero acabó como el rosario de la aurora, con un encuentro legendario entre la mujer, Ivana, y la amante, Marla. Más allá de aquel episodio, Ivana le dio a Donald Trump tres hijos. Ivanka es la más conocida de todos y, según se dice, la favorita del magnate. De hecho, son muchos los observadores que la colocan en un lugar privilegiado en la Casa Blanca y sugieren que su influencia será mucho mayor incluso que la que pueda ejercer la primera dama, Melania. Ivanka desarrolló durante años todos los tics de la niña millonaria: carrera de modelo, diseño de joyas, participación en realities. En los últimos años entró más directamente en los negocios familiares. Está casada con Jared Kushner, un empresario judío propietario de The New York Observer y le ha dado a su mediático padre tres nietos.

Antes y después de Ivanka (1981) nacieron Donald (1977) y Eric (1984), los otros dos hijos que el presidente electo tuvo con Ivana. Ambos son vicepresidentes ejecutivos del imperio Trump, aunque han sido especialmente conocidos por su afición a la caza. No hay pieza mayor con la que no se hayan fotografiado en sus habituales excursiones cinegéticas al continente africano. Esta afición no ha generado el plácet de su padre que, en alguna ocasión, ha manifestado su incomprensión hacia la pasión de sus vástagos.  

Descubridor de su nuera

Donald está casado con Vanessa Haydon, una ex modelo que el propio magnate presentó a su hijo en un certamen de belleza y con la que ha tenido hasta el momento cinco hijos. Eric, por su parte es el que más próximo está a los negocios de los campos de golf. Está casado con una ex presentadora de televisión llamada Lara Yunaska con la que no ha tenido hijos. Yunaska se ha mostrado en repetidas ocasiones defensora de los derechos de los animales, aunque no consta que haya puesto en solfa las excursiones de caza de su marido.

La cuarta hija de Trump es Tiffany (1993), nacida de su segundo matrimonio. La madre es Marla Maple y la joven aparece definida hoy en día en la Wikipedia como celebridad de Internet, cantante y modelo. En realidad, tiene una buena troupe en Instagram, donde cuenta con 120.000 seguidores. Tiffany es probablemente la hija de Donald Trump que menos ha vivido con su padre. «No ha sido la figura paterna tradicional, ni el tipo de padre que te lleva a la playa, aunque siempre fue una persona muy inspiradora».

Tanto Tiffany, como el resto de los hijos de Donald Trump, incluido el pequeño Barron, han tenido una notable presencia en la campaña presidencial de su padre, mostrando un apoyo incondicional.