Argentina, el año del gobierno de Macri: más expectativas que resultados

Julio Á. Fariñas A CORUÑA

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David Fernández | EFE

Mauricio Macri, un político atípico de derechas que marca la ruptura con la dinámica populista de la historia reciente de su país y de las dos ultimas décadas en América Latina, acaba de cumplir su primer año como presidente del gobierno de la República Argentina.

10 dic 2016 . Actualizado a las 12:47 h.

Es el hijo de un albañil emigrado de Italia que no tardó en convertirse en próspero empresario, tras graduarse como ingeniero civil en la Universidad Católica de Argentina en el año 1984. Solo lleva un año como inquilino de la Casa Rosada, sede de la presidencia argentina, ocupada durante más de una década por el clan Kirchner, pero su carrera pública la inició hace 20 años como presidente del Boca Juniors.

A la política llegó como diputado nacional por la ciudad autónoma de Buenos Aires entre 2005 y 2007. Luego fue jefe de gobierno de ese mismo distrito en dos períodos consecutivos (2007-2011 y 2011-2015). Como casi todos sus antecesores, llegóa través del Justicialismo, la penúltima versión del populismo peronista, a comienzos de la década pasada y lo hizo de la mano de Carlos Menen. El año pasado, el respaldo de Cambiemos, la primera coalición democrática de derechas que logra el gobierno del país, disputó la presidencia a Daniel Scioly, el candidato oficial del kirchnerismo, al que derrotó en la segunda vuelta, a pesar de no contar con una sólida logística partidaria.

Situación preocupante

Tras su primer año al frente del ejecutivo argentino y a escasos meses de unas elecciones legislativas en las que aspira a conseguir la mayoría parlamentaria que no tiene, los analistas más solventes califican la situación del país como «preocupante», dado que los indicadores macroeconómicos y sociales no muestran muchos signos de mejoría.

La inflación, uno de los principales lastres heredados del gobierno de Cristina Kirchner, cedió un poco, pero menos de lo esperado y de lo necesario. La inversión extranjera, una de las grandes apuestas del gobierno Macri, llega con cuentagotas, el desempleo no cede y el déficit fiscal no baja.

J. Á. F.

Según los datos oficiales, el país tiene 14 millones de pobres, que suponen el 32 % de la población. Todo ello, a pesar de que se le reconoce que ha logrado reactivar una economía que estaba estancada y aislada de los mercados financieros internacionales.

Expectativas

Este cuadro preocupa al gobierno, organizaciones sociales, sindicatos, empresarios y a la mayoría de los argentinos. Las últimas encuestas que se han conocido son un claro reflejo de la situación. Un 40 % de los encuestados dice que Macri no ha cumplido sus compromisos electorales y casi un 44 % manifiesta que están peor que con el anterior gobierno, pero esos mismos sondeos reflejan unas expectativas de cambio positivas y de que la situación mejore, ya no se fían de las recetas de una oposición que detentó el poder durante 12 años y llevó a una situación deplorable a uno de los países más ricos del subcontinente americano.

Un 38,6 % de los encuestados esperan que el segundo año de su gobierno será mejor que el primero, frente a un 31, 9 % que espera que sea peor. De como evolucionen las expectativas de los argentinos depende, en buena medida el resultado de las elecciones legislativas del próximo año.

Al gobierno Macri, que algunos califican de «heterégeneo y heterodoxo», se le reconoce un talante dialogante y buscador de consensos y que sabe rectificar y reconocer sus propios errores. Ese talante le permitió la reciente aprobación de la Ley de Emergencia Social, pero en la de del polémico impuesto sobre las ganancias del trabajo la oposición logró ponerse de acuerdo para derrotar la propuesta gubernamental.

La herencia recibida

Para entender la situación económica de la Argentina de Macri es imprescindible referirse a la herencia recibida de los gobiernos de los Kirchner en los que la corrupción y el despilfarro camparon por sus respetos, emulando en buena medida el ejemplo del chavismo venezolano, su principal aliando en la región, que incluso llegó a asumir parte de su deuda externa.

Desde la llegada de Cristina a la presidencia los precios no dejaron de subir. Entre 2003 y 2015 muchos alimentos aumentaron su valor en más del 1.000 %, y algunos tradicionales como la carne de asado o la yerba mate se encarecieron cerca de un 2.000 %. Los economistas ortodoxos atribuyen el proceso inflacionario a la emisión de dinero por parte del gobierno para cubrir el creciente gasto público, lo que generó una base monetaria récord en 2015, según las cifras del Banco Central de la República Argentina.

El gobierno, que mantuvo el gasto alto para fomentar el consumo y aumentó el salario mínimo en casi 3.000 % para mantenerlo por encima de la inflación, culpó a la especulación y a la difusión de estadísticas falsas por los aumentos de precios.

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Para combatir el problema, implementó un programa de precios controlados -Precios cuidados- y multó a las consultoras privadas que publicaron cifras diferentes que la del ente de medición oficial, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), que está intervenido por el gobierno desde 2007. Entre ese año y 2014, según el Indec, la inflación promedió el 11%, menos de la mitad de lo que estimaron fuentes privadas: 26%.

En 2014, el gobierno aceptó implementar un nuevo sistema de medición de precios luego de recibir una moción de censura del Fondo Monetario Internacional por la credibilidad de sus cifras.

Durante los años de gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007), Argentina tuvo superávit fiscal, pero con la llegada a la presidencia de su viuda el gasto público comenzó a crecer y desde 2009 ls cuentas pùblicas arrastran un déficit que el gobierno atribuyó a la crisis económica internacional. En 12 años en el poder, los gobiernos de los Kirchner incrementaron el gasto en pensiones con la incorporación de unos 2,5 millones de jubilados que no habían cotizado, casi duplicaron la nómina de empleados públicos que pasó de 2,3 a 4 millones, -el 10% de la población- y destinaron hasta 18 millones anuales a planes sociales para año combatir la pobreza.

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Los subsidios a la energía y al transporte, que habían sido implementados durante la época de emergencia económica tras la crisis de 2001, y que el gobierno mantuvo,con las tarifas de gas y electricidad más bajas del mundo, se llevaron el 4 % del PIB.

Siguiendo la vieja política populista de «panem et circensis» gastaron en programas de «fútbol para todos» en la televisión estatal más de 150 millones de dólares anuales y en subsidios a la reestatalizada Aerolíneas Argentinas entre uno y dos millones de dólares diarios.

Todo ello, unido a la política de control de cambios y a la caída de los precios internacionales de las materias primas hundieron en los dos gobiernos de Cristina Kirchner una economía que había crecido como la espuma en los años anteriores de vacas gordas, incluidos los del gobierno de su difunto marido .

La situación empeoró a partir de 2011, cuando el gobierno impuso límites al acceso de divisas, una medida conocida popularmente como el cepo al dólar. Con esta política el déficit creció cada año a pesar de que el gobierno aumentó la presión tributaria hasta niveles récord, por encima del 30%.

Ante esta cruda, realidad Macri no tuvo mas remedio que llevar a cabo unos recortes que a la derecha a la que él pertenece y le votó hace un año considera insuficientes. Frente a los que le acusa de presidir «un gobierno de ricos para los ricos» el veterano periodista y analista político argentino Jorge Asís, en una reciente entrevista con La Nación advertía que «son los ricos los que no confían en él y dicen que es un excelente administrador de la pobreza».