«Me encanta improvisar al máximo»

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Sergio Lardiez

Es de Noia, se deja llevar, lee cómics, habla en sueños y los Reyes le han traído un dron para volar. «Velvet» fue «una experiencia de vida» para Javi Rey. El gallego de moda, por algo fue Balenciaga, estrena año con «El final del camino», haciendo historia

08 ene 2017 . Actualizado a las 01:23 h.

No es un fashion victim, pero defiende la moda. «Desde que hice a Mateo Ruiz en Velvet me gusta, aprendí a respetar la moda, la veo como la expresión de un arte», dice Javier Rey (Noia, 25 de febrero de 1980). A punto de estreno en TVE con la serie El final del camino, él fue Balenciaga en Lo que escondían sus ojos. Vaqueros y gorras no faltan en el armario del gallego de moda, que hace años que aparcó su vocación de ciclista y colgó la bicicleta para convertirse en actor. Le gusta improvisar, viajar, devorar cómics y seguir al Dépor. Le veremos en el cine con Not the End, «una historia de amor muy de verdad», junto a María León.

Sergio Lardiez

-El final no está escrito ni llega tras «Velvet», pero tú pones rumbo a «El final del camino». ¿Qué puedes avanzar sobre esta superproducción?

-Es una serie de aventuras en torno al inicio de la construcción de la catedral de Santiago. Creo que uno de sus aciertos es combinar personajes históricos con otros de ficción, como es el mío.

-¿Eras de los que solían ir de niño a Santiago los festivos?

-¡Santiago fue una excursión recurrente en el colegio! He estado muchas veces en Santiago, porque está a tiro de piedra de Noia. Es una gran ciudad, por su movimiento, que me fascina.

-¿Muchas visitas a la catedral, abrazo al Apóstol incluido?

-Alguna vez sí lo he abrazado. He hecho todo lo que había que hacer [risas].

-¿Cómo es Pedro de Catoira, tu personaje en «El final del camino»?

-Voy a intentarlo sin spoilers... Pedro de Catoira ha tenido una vida muy dura, de forma que se ha convertido en una personalidad compleja. Ha tenido una infancia violenta. Es alguien que inicia el camino con unas convicciones muy fuertes, con sed de venganza, pero una vez que llega a Compostela todo empieza a cambiar. No es lo mismo planear una venganza desde la distancia que vivirla, poniendo cara a las personas, conociéndolos. Pedro tiene una parte humana, de dudas, que le da mucha potencia, lo hace muy real. Me fascinan los personajes atormentados, mi trabajo es entenderlos.

-¿Los has entendido a todos?

-A todos. Y los defiendo. Yo no me atrevo a juzgar a un personaje. Meterse en la piel de otro es ponerse en su lugar. Cuando lo haces, empiezas a pensar, a hacerte preguntas: «¿Qué habría hecho yo, Javi Rey, si a los 7 años me hubiese pasado esto?». Y uno se da cuenta de que podría cometer actos más terribles que sus personajes si estuviese en sus circunstancias.

-Llegaste al cine por casualidad.

-Sí, estudié para técnico de laboratorio con la opción de hacer enfermería, pero me apunté a un curso de interpretación con Xosé Manuel Esperante, un enorme actor gallego. Me apunté al grupo con mis amigos por curiosidad y poco a poco empecé a pillarle el gusanillo. Cuando me di cuenta estaba pillado. Descubrí que era un oficio y me apetecía aprenderlo. Así que dejé todo, hice las maletas y me fui a Madrid.

 -Y te quedaste.

-Y me quedé. La idea era estudiar y volver para montar una compañía de teatro, pero empecé a vivir en Madrid, me gustó, empezaron poco a poco a salir cosas... y sí, me quedé.

-¿Recuerdas la primera vez que fuiste al cine? Yo, con «E.T.».

-¡Pues con E.T.!, creo recordar... Es la primera que recuerdo. Me flipó. Es una película que tiene un gran poder sobre mí. Tengo imágenes grabadas.

-¿E.T. siguiendo el rastro de Emanens de colores?

-A mí me quedó grabada la imagen en la que le enciende el dedo a Eliot. Tengo esa imagen grabada, la de Eliot asustándose al encenderse el dedo de E.T.

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-Mateo Ruiz en «Velvet». ¿Qué te ha dado, además de la fama y la posibilidad de viajar a los 50?

-La ocasión de disfrutar de un personaje bien escrito, pero imperfecto (¡eso me gusta mucho!). Velvet ha sido una experiencia de vida. A nivel humano, un viaje fantástico. Velvet es un punto y aparte en mi vida.

-Tienes una gran amistad con Miguel Ángel Silvestre, por lo que vemos en tu Instagram.

-Sí. Es un gran amigo mío. Nos conocíamos de vista, pero el primer día de ensayo en Velvet nos dijimos: «¡Ostras!, tenemos que construir a unos muy mejores amigos». Y djimos: «No, no vamos a construir a los mejores amigos, vamos a construir a dos hermanos». Y a la vez que nos convertíamos en hermanos en la ficción nos convertíamos en hermanos en la vida.

 

-De niño soñabas ser ciclista. ¿Con qué sueñas a punto de cumplir 37?

-Con seguir siendo afortunado. Es eso de «Virgencita, que me quede como estoy», que sigan viniendo personajes que me gustan. Que no me duela levantarme cada día a las seis de la mañana para ir a trabajar.

-Eso es soñar despierto. ¿Y cuando duermes qué sueñas, que te caes?

? No suelo acordarme... Pero está claro que sueño, porque hablo mientras duermo, ¡o eso me dicen!

-¿Miedo a mirar debajo de la cama?

-¡No! No, no.

-Eres de los que se dejan llevar.

-Sí. Me encanta la sensación de improvisar al máximo.

-Todos tenemos nuestra frase de película. ¿Cuál usas en plan mantra?

-En plan mantra no. Pero ahora que ha muerto Carrie Fisher... pues mira, hay una cosa de Star Wars que digo, es una tontería. Cuando Leia le dice a Han Solo: «Te quiero», en el guion estaba escrito que él tenía que contestar «Yo también te quiero». Y él lo que hizo, siendo fiel a su personaje, fue decir: «Lo sé». Es un acto de chulería y de amor muy heavy... [risas] Utilizo ese «Lo sé» en situaciones cómicas.

-Adviertes que el personaje de tu vida está todavía por llegar.

-Es que si ahora viniese alguien del futuro y me dijese que ya está hecho me hundiría. Siempre pienso que las cosas que dependen de mí pueden mejorar. Espero que el gran personaje de mi vida me llegue de viejecito.

-¿Qué es la felicidad: quedarse un rato más en la cama, tomarse una caña entre amigos, desconectar?

-Es que todo va tan rápido y es a veces tan enrevesado que la felicidad debe de ser el equilibrio. Muchas veces se nos vende la felicidad como estallidos de explosión, de buenrollismo continuo. Esto es irreal. No vivimos en una película de Disney. La felicidad es el equilibrio al que llegas contigo mismo, tus emociones, tu razón... y las personas que te rodean y quieres.

-En Instagram nos recomiendas «Los combates cotidianos» y «Píldoras azules». ¿Qué tienen?

-Son dos buenas novelas gráficas. Devoro cómics y cuando algo me gusta lo comparto. Hace unos días colgué una imagen de un cómic de Bárbara Grandío, actriz maravillosa. Un cómic que se llama Umor y Hamor, del que hice el prólogo. ¡Bárbara es una genia!

-Tienes un perro que se llama Vito. ¿Por Vito Corleone?

-Sí. Cuando vino a casa estábamos viendo El padrino y solo me venían nombres como Fredo y Vito, al final pensé: «Que sea el jefe de la mafia».

-¿Tu gran regalo de Reyes?

-En casa de mi hermano me han hecho un regalo inesperado, un dron. Me he sentido como un niño que se ha echado a volar por primera vez. De pequeño, recuerdo el Scalextric; como un gran momento de diversión y de disputa con mi hermano.