Muere a los 105 años Clare Hollingworth, la reportera que descubrió la gran exclusiva del siglo XX
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Igual que el general Custer murió en Little Bighorn con las botas puestas, la británica Clare Hollingworth lo hizo ayer en Hong Kong con el pasaporte en regla
11 ene 2017 . Actualizado a las 08:52 h.Igual que el general Custer murió en Little Bighorn con las botas puestas, la reportera británica Clare Hollingworth lo hizo ayer en Hong Kong con el pasaporte en regla. El pasado octubre cumplió 105 años, pero en las ensoñaciones propias de la edad continuaba aguardando por esa llamada en la que desde una redacción le comunicarían su nuevo destino. Se casó dos veces. No tuvo hijos. Su vida estuvo dedicada a un oficio: el periodismo.
Cuando The Daily Telegraph la contrató como reportera en los últimos días de agosto de 1939 no sabía que solo una semana más tarde (en la edición del 2 de septiembre) iba a publicar en portada la gran exclusiva del siglo XX: El inicio de la II Guerra Mundial. Fue gracias a aquella joven de 27 años a la que había encargado la corresponsalía en Polonia. Curiosa, intrépida -aunque ella decía que no era valiente - y muy rigurosa, la que fue una de las reporteras más reputadas de la historia contó al mundo en primicia durante los más de 50 años que estuvo pisando el terreno acontecimientos como los primeros pasos de las negociaciones de paz que acabaron con la guerra de Vietnam o la caída de Mao, en China. Lo hizo aplicando la única regla fundamental del oficio de periodista: ir a un lugar, saber ver una historia y contarla con rigor. Y eso es algo con lo que no puede competir Internet ni ninguna red social. Curiosamente la noticia de su muerte fue difundida por su familia en Facebook.
Aquellos últimos días de agosto de 1939 Clare había instalado su cuartel general en un hotel de Katowice, una ciudad ubicada a unos 300 kilómetros de Varsovia. El cónsul general de Gran Bretaña le había prestado un coche para cruzar la frontera alemana con la intención de buscar refugiados.
Apodada como la Pimpinela Escarlata, antes de ser contratada por The Daily Telegraph había colaborado en una especie de oenegé dedicada a colaborar con judíos que querían llegar a Gran Bretaña.
De regreso a la ciudad, el viento le echó un cabo al levantar el camuflaje que ocultaba decenas de panzer alemanes que, como ella misma escribió en la noticia posterior, «estaban preparados para cruzar en cualquier momento». Ya en Katowice escuchó el sonido del fuego antiaéreo polaco. Llamó al periódico y a la embajada.
No la creían porque decían que aún estaba abierta la negociación. Tuvo que sacar el auricular por la ventana para que escucharan el ruido de los bombardeos. La guerra había empezado. Hoy puede que no la hubieran creído tampoco.