La UE aplasta la rebelión polaca y renueva el mandato de Donald Tusk

EFE / Europa Press

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ERIC VIDAL | Reuters

El presidente Kaczynski acusa a Berlín de controlar las decisiones del bloque

10 mar 2017 . Actualizado a las 10:10 h.

Donald Tusk ganó finalmente la partida al Gobierno polaco. El presidente del Consejo Europeo seguirá al frente de la institución dos años y medio más. Así lo decidieron ayer 27 de los 28 líderes europeos reunidos en Bruselas. La UE quiso dar carpetazo a la polémica desatada desde Varsovia en torno a la reelección de Tusk, una de las figuras políticas más detestadas en su país. 

El Ejecutivo polaco amenazó con provocar una tormenta política si sus socios no accedían a valorar a su candidato alternativo, el tránsfuga Jacek Saryusz-Wolski, antiguo miembro de la Plataforma Cívica de Tusk. «No se aprobará nada sin nuestro acuerdo», aseguraba la primera ministra polaca, Beata Szdylo, al aterrizar en la sede del Consejo. Una vez más, Varsovia optó por tensar la cuerda con sus socios y recurrir al chantaje del bloqueo para conseguir doblegar a sus socios, sin éxito.

El primer ministro maltés, a cargo de la presidencia temporal de la UE, se encargó de dejar claro desde el principio que los 27 no accederían a los caprichos del Gobierno polaco, obsesionado con transformar los problemas internos en asuntos de orden europeo. «Un país no puede bloquear una decisión», advirtió Joseph Muscat. La presidenta lituana, Celia Grybauskaité, reprochó a Szdylo su actitud: «No queremos ser asediados por la política nacional polaca (...) Esto parece más una guerra de tronos». 

La hostilidad contra Varsovia se hizo evidente desde el principio. Su Gobierno se vio completamente aislado. Ni siquiera su socio tradicional, Hungría, se sumó a la cruzada contra Tusk: «El Partido Popular Europeo tiene un candidato así que apoyaremos a ese candidato», aseguró su líder, Viktor Orbán, quien lamentó tener que respaldarle a pesar de no contar con el visto bueno de su propio Gobierno. Tampoco Theresa May quiso ceder al órdago polaco, a pesar de que Varsovia es de los pocos aliados que le quedan en la UE de cara a las negociaciones del brexit

La delegación polaca no escondió su frustración. Se negó a firmar las conclusiones de la cumbre y deslizó la posibilidad de convertir la UE en un avispero calificando de «peligroso precendente» la falta de unanimidad. El partido en el Gobierno, Ley y Justicia, arremetió contra los 27: «La decisión no augura nada bueno para la UE. Es la primera vez en la historia que la voz de un país de donde es el candidato no se tiene en cuenta», denunció. Su propio líder, Jaroslaw Kaczynski, amenazó a Alemania con retirarle su apoyo en dosieres donde se requiere unanimidad y acusó a Berlín de ser «quien controla la UE», abriendo la puerta a futuros sabotajes.

Lo que no quiere Kaczynski es que esta cacería contra su enemigo personal deje a Polonia fuera de la Unión. No por sus convicciones europeístas, sino por la dependencia de sus fondos estructurales. 

Donald Tusk es consciente de que el Gobierno polaco seguirá pidiendo su cabeza. No solo se le acusa de entorpecer la investigación del accidente de avión en Smolensk (Rusia) que acabó con la vida del entonces presidente y hermano gemelo de Kaczynski en el 2010, sino que también se le acusa de instigar a la oposición en Polonia para obstaculizar al máximo las reformas constitucionales que ha puesto en marcha el Gobierno ignorando las críticas de Bruselas por ser antidemocráticas. 

Varsovia amaga con boicotear avances en la integración

«¿Cómo piensa comunicarse con el Gobierno polaco?»», interpeló la prensa a Tusk: «En polaco», contestó el presidente del Consejo, sacando hierro al asunto, comprometiéndose a no dejar «aislado» a su país y eludiendo responder a si los canales diplomáticos con Varsovia están rotos. No pudo evitar que el desafío de Kaczynski eclipsara una cumbre en la que la economía, la migración y la defensa quedaron olvidados. La amenaza del Gobierno de Szdylo de dejar de apoyar a Alemania y sus socios ensombrece las perspectivas de avanzar en dosieres vitales para la UE como el brexit y el debate sobre el futuro del bloque, temas que hoy se pondrán en la mesa de los líderes europeos, en ausencia de Theresa May.

Los 27 quieren allanar el terreno para confluir en la Declaración de Roma el próximo 25 de marzo, sexagésimo aniversario de los Tratados fundacionales. ¿Qué postura adoptará Polonia? ¿Hará saltar por los aires la cita? Es uno de los países menos abiertos a avanzar hacia una mayor integración, ni siquiera a diferentes velocidades y en diferentes áreas, como proponen los socios de Versalles (Alemania, Francia, Italia y España). Visegrado (Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia) se resiste y prefiere una fórmula que permita repatriar competencias de Bruselas. No quiere injerencias en asuntos internos, ni llamadas de atención ni multas. 

Los daños colaterales de la disputa entre Tusk y el Gobierno polaco también alcanzaron al Reino Unido, más preocupado por la saña con la pueden negociar los 27 su divorcio. May todavía no ha puesto fecha para activar la palanca de salida, el artículo 50, pero asumió el compromiso de hacerlo antes de que termine marzo. El calendario de negociación es muy apretado. Dos años en los que deberá dejarse el terreno despejado para decir adiós a Londres. Algunos expertos apuntan a que podría llevar hasta 15. Londres se ciñe al tiempo estipulado: «Confío en que podemos alcanzar un buen acuerdo con la UE», aseguró ayer May.