Big data: ¿un nuevo carbón para Asturias?

Pablo Batalla Cueto

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Los expertos regionales reclaman ayudas e inversión para este sector en auge en el que ven un posible motor de riqueza para la región

19 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Al big data hay quien lo llama el petróleo del siglo XXI, aunque en Asturias se podría adaptar la metáfora haciéndola protagonizar por el carbón, viejo y moribundo motor económico de la región. Se escoja la comparación que se escoja, la idea de un recurso gigantesco que se prospecta, se cata y se explota en yacimiento es certera. El big data es también inmenso: se llama así al conjunto de datos que los seres humanos generamos cuando usamos nuestro móvil, efectuamos una operación bancaria por Internet, compramos un libro en Amazon, hacemos un retuit o buscamos cómo llegar a algún sitio en Google Maps. Es también valioso, porque lo es para cualquier empresa conocer a sus clientes, para cualquier partido político rastrear a sus votantes o para cualquier broker afinar el riesgo de una inversión bursátil. Todo ello posibilita el análisis de grandes cantidades de datos, y también usos más altruistas y positivos, como detectar cánceres en estadios precoces de la enfermedad escrutando datos genéticos.

Para llenar las sillas de este sector en auge y preñado de futuro, que otorga sueldos de hasta 50.000 y 60.000 euros anuales según estudios como el que elabora anualmente Adecco sobre los empleos más buscados y que refrendan que estamos ante una profesión de moda, se han ido poniendo en marcha másteres como el de análisis de datos para la inteligencia de negocios que desde este año imparte la Universidad de Oviedo. Sus coordinadores, Amelia Bilbao y Manuel Montenegro, aún no pueden certificarlo, pero se muestran prácticamente seguros de que los diez alumnos con que el posgrado cuenta en esta su primera edición saldrán de él con empleo en sectores como el sanitario, el farmacéutico o el financiero, en empresas de consultoría o en el Instituto Nacional de Estadística, entre otras salidas posibles que se añaden a la de autoemplearse montando una empresa propia. «En Estados Unidos ya se preveía hace cuatro o cinco años que iba a haber un aumento enorme de la necesidad de data scientists. Aquí vamos con un poco de retraso debido a la crisis y al tipo de empresas que tenemos, pero ese aumento de la necesidad de científicos de datos se está dando ya», expone Montenegro.

Empieza a no haber empresa grande o pequeña que no preste atención a esto que puede permitirle aumentar notablemente sus beneficios: algunas incluso implementan departamentos específicos consagrados a esta cuestión. «Tanta cantidad de datos, fueron los bancos los que en principio se preocuparon de analizarlos y sacarles provecho, pero ahora todas las empresas quieren cazar al cliente», apunta Amelia Bilbao. En consecuencia, empieza a haber también consultoras especializadas en análisis de datos. Para una región como Asturias, atraerlas puede ser un revigorizante de primer orden; algo capaz de detener por fin la crisis pertinaz que se abate sobre la región desde que la minería y la gran industria entraron en barrena allá por los años ochenta.

Aquí puede hallar Asturias el tan largamente buscado nuevo carbón. Ésa es, al menos, la opinión del matemático Juan Luis Fernández, uno de los mayores expertos de Asturias en big data y líder él mismo de un proyecto que, en colaboración con el Hospital de Jove y llamado Finisterrae, aplica el análisis de datos a la investigación genética para mejorar nuestro conocimiento y los tratamientos a aplicar ante enfermedades raras y neurodegenerativas. «Tenemos», dice Fernández, «una región donde se vive muy bien y a la que la gente vendría a vivir si estuviéramos bien conectados a nivel de viaje y a nivel de redes de información. Hoy colaborar con Singapur desde Asturias es muy sencillo, y la calidad de vida que tienes en Asturias no la tienes en Madrid».

Detener la sangría de talento

Fomentar este sector podría detener la sangría de talento que sufre Asturias, muchos de cuyos mejores hijos revierten lo que el Estado invirtió en su educación sacando lustre no al PIB español, sino al británico, al alemán o al estadounidense. «A mí me gustaría que la Universidad contara cuántos de los premios a los mejores de cada carrera que damos cada año el día de Santa Catalina se quedan en Asturias. La mayoría de los que yo conozco están fuera», asevera con pesar Amelia Bilbao. Pero no sólo de fijar población se trata o puede tratarse, sino también de algo que ahora parece quimérico: atraer talento foráneo a la región. «No podemos resignarnos», dice Juan Luis Fernández, «a no atraer talento; a no atraer a gente que puede venir aquí a vivir y a trabajar y con la que van a ganar hasta los fontaneros y los dentistas, porque es gente que no va a discutir un presupuesto».

Fomentar, sí, pero, ¿cómo? Para empezar, según Manuel Montenegro y Amelia Bilbao, lo fundamental es «un verdadero plan de investigación como el que existe en otras comunidades autónomas, caso del País Vasco, pero no en Asturias». Un programa de fomento del tan cacareado I+D+i ambicioso y sostenido en el tiempo y en el cual los equipos de investigación que hay en Asturias dispongan de ayudas y, sobre todo, confíen en que van a seguir teniéndolas año a año, algo que hoy, cuando el flujo de dinero público encaminado hacia la investigación científica es un insidioso Guadiana que aparece y desaparece a capricho, no sucede. «El año pasado», apunta Montenegro, «salió un plan para recuperar talento al que no se presentó nadie: eso da una idea de lo llamativo que era y de lo interesante que resultó a gente que podría tener la intención de volver. No nos engañemos: a los asturianos les gusta su tierra, y si tuvieran aquí un puesto de trabajo medianamente del nivel que ellos buscan no se irían o volverían, pero si no ofreces nada que resulte llamativo no te van a venir. Tú no puedes hacer que alguien cambie su vida y se venga para acá para a lo mejor a los dos años tener que volverse, sobre todo si puede elegir».

El máster que coordinan Montenegro y Bilbao dura dos años, cubre 120 créditos y está pensado fundamentalmente para matemáticos, economistas e informáticos, pero está abierto a otras titulaciones. «Hay gente de otros campos, desde físicos hasta biólogos pasando por sociólogos. En realidad, el único perfil que se pide es el de alguien a quien le gusten las matemáticas o que al menos no las tema y que esté dispuesto a trabajar», apunta Montenegro. El máster se divide en cuatro semestres, uno de los cuales está dedicado exclusivamente al trabajo de fin de máster y a las prácticas. En los otros tres semestres, se combina un bloque común con otra parte a escoger entre dos opciones: una más bien financiera y otra más genéricamente estadística.

«De Asturias se podría hacer una pequeña Suiza», asegura Fernández. «En eso es en lo que hay que invertir, no en titulaciones low cost, low gain. Eso no vale para nada. Si vamos a futuros que no tienen futuro, terminaremos repartiendo la miseria en lugar de la riqueza», apostilla.