Con la vista puesta en el califato

Rosa Paíno
Rosa Paíno REDACCIÓN / LA VOZ

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ANTON VAGANOV | reuters

La mayoría de los islamistas del Cáucaso han jurado lealtad al EI y cerca de 2.500 combaten en Oriente Medio

04 abr 2017 . Actualizado a las 07:36 h.

Durante dos décadas Rusia ha vivido bajo la amenaza de los islamistas que llegaban del Cáucaso Norte. Matanzas como la de la escuela de Beslán o la del teatro Dubrovka dieron cuenta tanto de la brutalidad de los terroristas chechenos como de las fuerzas de seguridad rusas. La eliminación de sanguinarios caudillos islamistas como Shamil Basáyev y con Chechenia bajo el brutal control de Ramza Kadyrov, el emir checheno de Putin que ha servido como dique de contención de los yihadistas -y también de cualquier disidencia política-, ayudaron a rebajar la violencia. Pero lo que definitivamente ayudó a reducirla fue que la mayoría de sus radicales caucásicos cogieron el camino hacia Oriente Medio para unirse a los combatientes en Siria e Irak.

Según de International Crisis Group, Moscú incluso alentó la diáspora en el período previo a los Juegos Olímpicos de Sochi 2014, ante el temor de que se repitieran atentados suicidas como los de Volgogrado, que dejaron 34 muertos.

En junio del 2015, la mayoría de los grupos insurgentes del Cáucaso Norte habían jurado lealtad al Estado Islámico. A finales de ese año, cerca de 2.500 combatientes se habían integrado en las filas del califato o en el Frente al Nusra (la filial siria de Al Qaida), la gran mayoría procedían de Chechenia. Con su fama de combatientes sin miedo, los chechenos escalaron rápidamente hacía puestos de mando.

Los cazas rusos lanzando bombas sobre los feudos yihadistas en apoyo del Ejército de Bachar al Asad dio un argumento más al Estado Islámico para declarar la guerra a Vladimir Putin. El 31 de octubre del 2015, un Airbus A321 de la compañía rusa Metrojet que se dirigía hacia San Petersburgo se precipitó a tierra poco después del despegar del balneario egipcio de Sharm el Sheij. En el atentado reivindicado por Wilayat Sinaí, filial egipcia del EI, murieron 224 personas, casi todos turistas rusos.

Opositores como Guennadi Gudkov cree que el ataque terrorista y la presencia de Putin en San Petersburgo no ha sido «una coincidencia fortuita». Fue minuciosamente preparado y buscaban desafiar a las fuerzas de seguridad y al presidente, aseguró según recoge Colpisa. El politólogo Stanislav Belkovski no excluye que caigan cabezas en los próximos días.

En su informe de diciembre, el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) informó de la desarticulación de casi medio centenar de atentados en el 2016, entre ellos varios atribuidos al Estado Islámico.

Metro, aeropuerto y autobuses ha sido objetivo recurrente de los yihadistas en todo el mundo. Rusia no ha sido menos. Dos viudas negras dejaron unos 40 muertos en el metro de Moscú en el 2010. Pero San Petersburgo, símbolo del esplendor dela Rusia zarista y un importante destino turístico, se había salvado hasta ayer.