Bosnia: 25 años de precariedad

Rosa Paíno
Rosa Paíno REDACCIÓN / LA VOZ

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Las tensiones crecen entre los tres grupos étnicos en un Estado dividido e inviable

06 abr 2017 . Actualizado a las 07:15 h.

6 de abril de 1992. Aquel día, una manifestación en favor de la paz recorría las calles de Sarajevo como último intento de frenar un conflicto que se veía inminente después de que musulmanes y croatas de Bosnia declararan la independencia de Yugoslavia y los serbios respondieran proclamando la República de Srpska. Once manifestantes fueron abatidos por francotiradores serbios, formados por el Ejército de Belgrado. La guerra había comenzado. «Se destapó el frasco del genio y los odios ancestrales ocuparon el vacío dejado por el comunismo», declaró años después el cineasta Predrag Delibasic. Limpieza étnica, campos de concentración, ejecuciones en masa, el infame asedio de Sarajevo (con civiles cayendo como moscas en la avenida de los francotiradores). Atrocidades impensables en pleno corazón de Europa.

El 14 de diciembre de 1995, la firma en París de los acuerdos de Dayton pusieron oficialmente fin a la guerra, que dejó por el camino la vida de más de 100.000 personas y más de dos millones de desplazados, casi la mitad de la población. Pasaron años hasta que Ratko Mladic, Radovan Karadzic y Slobodan Milosevic acabaron en una cárcel de la Haya.

Tensiones

Veinticinco años después las armas siguen calladas, pero cada vez se respira más tensión en los Balcanes, un campo minado en medio del pulso entre Rusia y Europa. En marzo, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, se hizo eco de la preocupación por las «tensiones y divisiones» y las «influencias externas insanas» en esa frágil región.

La amenaza de una escisión en Bosnia-Herzegovina se ha avivado desde la llegada al poder en el ente serbobosnio de Milorad Dodik. El otrora niño bonito de los países occidentales no renuncia a celebrar un referendo de independencia y no se cansa de hablar de la Gran Serbia (el sueño de Karadzic y Milosevic) y de acercarse a Vladimir Putin. En enero, Dodik desafió al Gobierno de Sarajevo con su propuesta de instaurar una fiesta nacional en Banja Luka para conmemorar la creación de la República Srpska, el 9 de enero de 1992, tres meses antes del inicio de la guerra.

Bosnia es un Estado «inútil», «un proyecto internacional fallido», «un monstruo inoperativo», dijo Dodik. En parte tiene razón. El país impuesto por los acuerdos de Dayton lo convierten en un Estado inviable: dos entidades autónomas (bosnio y serbobosnio), diez cantones y el distrito de Brcko, administrado de forma conjunta. La mayor parte del dinero se dedica a sostener la ingente administración estatal y la población vive en la pobreza.

Los bosnio-musulmanes quieren un solo Estado y fuerte, los serbobosnios, la independencia y los bosnio-croatas sueñan con unirse a Croacia. Todos contra todos. Peor aún, en cada uno de los grupo étnicos las disputas están a la orden del día. El dirigente que logra el liderazgo se encarga de perpetuar el Estado clientelista y corrupto en que se ha convertido Bosnia. La entrada en el club de la Unión Europea está estancada, y así seguirá mucho tiempo.