Eurovisión llega a un país en guerra

leticia álvarez KIEV / E. LA VOZ

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SERGEY DOLZHENKO | EFE

«Mostraremos que Ucrania es un destino turístico de calidad, barato y seguro», afirma uno de los presentadores del festival

07 may 2017 . Actualizado a las 09:33 h.

«Cuando los desconocidos entran en tu hogar, eliminan todo a su paso y luego dicen: Nosotros no tenemos la culpa», fue el grito de auxilio a Europa que cantó la última ganadora de Eurovisión, Jamala, ucraniana de origen tártaro. La canción, 1944, con contenido político, habla de la deportación del pueblo tártaro de Crimea por el régimen soviético de Stalin. La puesta en escena no fue casual, 70 años después Rusia arrebataba a Ucrania un enclave militar estratégico, la península que domina el Mar Negro. Y llegó la guerra del Donbas. El conflicto, que se extiende hasta nuestros días, se concentra en el Este, a más de 700 kilómetros de la sede de Eurovisión, en Kiev, donde se celebrará el certamen el próximo sábado 13. 

«Es una oportunidad para Ucrania. Es importante que el país se crea que puede hacerlo», habla Ruslana, la primera ganadora ucraniana del festival. Nacida en la Unión Soviética, tomó parte desde el inicio de las protestas en Maidan, incluso no dudó en viajar a primera linea de fuego con el presidente, Petró Poroshenko, para el intercambio de prisioneros. Sabe lo que es la guerra. Es difícil encontrar a alguien en Ucrania a quien el conflicto no le haya tocado de cerca: hijos desaparecidos, amigos heridos o familias divididas.

«No nos olvidamos de todos los militares y civiles que hay en el Este, por supuesto que no. Pero el pueblo está empezando a cambiar», asiente la cantante. Su compañero, Volodymir, uno de los presentadores de la gala, coincide: «Mostraremos que, a pesar de la guerra en el Este, nuestro país es un destino turístico de calidad, barato y seguro. Para poder superar el conflicto el mundo debe conocer la otra cara de Ucrania».

La encargada de tal menester será la anfitriona del evento, la alcaldía de Kiev, capitaneada por el exboxeador Klishko. Más de 16.000 policías y miembros de la Guardia Nacional velarán por la seguridad de los eurofans que aterricen en el aeropuerto de la capital ucraniana. Lo primero que verán, en los controles de pasaporte, será un cartel prohibiendo los sobornos, pues la corrupción sigue siendo el mal endémico del país.

Ni rastro de uniformes militares. Tampoco en la plaza de Maidan, epicentro de la revolución, donde tan solo quedan los altares en conmemoración a los 103 manifestantes caídos a manos de los berkut, unidad especial extinta bajo las órdenes del Gobierno del presidente depuesto, Viktor Yanukovich. «Y aquí tenemos la Rada Suprema donde ya no tiene presencia el Partido Comunista, ilegalizado después de la ocupación rusa de Crimea», explican los guías turísticos. 

La estrella dorada, símbolo de la ex Unión Soviética, ya no preside la Cámara Baja. Sin embargo, en los pequeños puestos de suvenires todavía se puede encontrar el rostro de Lenin o monedas del teatro ruso Bolshói. Ambos conviven pacíficamente junto a los colores amarillo y azul de la bandera nacional. Y se sigue hablando ruso, incluso más que antes de la revolución de Maidan, según explica Denys Zaiets, miembro del centro de prensa Ukraine Crisis. 

Dinero para el país

Basta con visitar el extrarradio de Kiev para darse cuenta de la complicada situación económica que vive el país en guerra. El sueldo medio no supera los 200 euros y la sanidad está solo al alcance de los que pueden pagar «donaciones». A pesar de ello, el coste de 22 millones de euros, sacado de las arcas públicas, no ha molestado a los ciudadanos. Un 70 % de los ucranianos está de acuerdo con celebrar Eurovision. «Es un dinero empleado en el país y no en los oligarcas y sus mansiones», sostiene Anna Velikodna, estudiante de Ingeniería.

Una gala con ausencia de Rusia

Lejos del espectáculo televisivo, cerca de la frontera rusa, la realidad es muy distinta. Escaramuzas, escasez y toques de queda forman parte de la rutina de los vecinos de Donetsk. «Por supuesto que aquí no veremos Eurovisión. Escucharemos de fondo tiros y alguna explosión, como cada noche», explica Viktor al teléfono desde la capital separatista. Los canales ucranianos no emiten en el Este y la televisión rusa no retransmitirá Eurovisión después de que Kiev decidiera prohibir la entrada en el país de su representante, Yulia Samoylova.

La cantante rusa, en silla de ruedas desde la infancia por una atrofia muscular espinal, actuó en la anexionada Crimea sin permiso de Ucrania después de la ocupación rusa. El castigo por violar la ley ucraniana son tres años sin poder pisar el país. Contactada por este periódico, Samoylova no ha querido pronunciarse al respecto. Crimea, territorio anexionado, sí que estará en el vídeo de bienvenida del país anfitrión.

El nido de golondrina, un imponente castillo que preside la ciudad de Yalta, bailará al son de Celebremos nuestra diversidad en un festival con la ausencia de Rusia.