Animadas pizcas de originalidad

Miguel Anxo Fernández

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En «Capitán Calzoncillos, su primer peliculón» se atisba riesgo e incluso originalidad, en parte por mantenerse fiel a los personajes creados por el ilustrador y escritor infantil Dav Pilkey

17 jun 2017 . Actualizado a las 12:20 h.

Aunque constatas que DreamWorks Animation no tiene suerte comercial con sus últimos filmes, en Capitán Calzoncillos, su primer peliculón se atisba riesgo e incluso originalidad, en parte por mantenerse fiel a los personajes creados por el ilustrador y escritor infantil Dav Pilkey desde 1997, y muy populares en el mercado anglosajón, y también por afrontar temáticas universales ajustadas a la infancia y muy del gusto de sus mayores. Se gastaron 38 millones de dólares en la producción y la respuesta del mercado local está resultando positiva, con lo cual nace una nueva franquicia. El filme -en el que se aprecia esfuerzo por combinar dibujo al modo clásico con propuestas visuales más de ahora- afianza al canadiense David Soren en el que es su segundo largo tras el debut con Turbo en el 2013, y después de coquetear con variantes de Madagascar para televisión y otras funciones en la misma productora desde el 2001. No será una película para el Olimpo, pero confirma que la animación para los peques da un salto temático de calidad.

Jorge y Berto son dos críos con un desmedido sentido del humor y muy apasionados de los cómics, sobre los que vuelcan una imaginación desbordante con un fin: hacer más grata su estancia en las aulas. El director del centro es un personaje peculiar al que convierten en Capitán Calzoncillos, capa incluida; y se incorpora otro profe que no los soporta y al que pronto convertirán en villano. Por mucho que un adulto se lo proponga, no es nada fácil meterse en la mentalidad de un crío del siglo XXI cuya niñera se llama Audiovisual y se apellida Multipantallas, pero los chavales no reaccionan mal ante la recreación servida por Soren, sobre todo en edades entre 7 y 10 años. O al menos eso me pareció… Más allá de la peripecia de Jorge y Berto, la película es un canto a la amistad temprana, rompe una lanza por una escuela más lúdica y menos carcelaria, reivindica la ficción -sobre todo dibujada- como válvula de escape y la infancia como un mundo a cuidar. Añádanse a eso unas pizcas paródicas sobre la variante superheroica y obtendremos un resultado más que aceptable, aunque carezca de la chispa del Pixar más flojo.