El ego puede ser un caballo de Troya

María Cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

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El talento individual, mal gestionado, puede boicotear una empresa; es fundamental fomentar el compromiso del trabajador con la organización y el respeto basado en aprendizaje

02 oct 2017 . Actualizado a las 08:06 h.

Hace un par de semanas, dos de los grandes nombres del París Saint-Germain, Neymar y Cavani, se enzarzaron en una disputa por ver quién tiraba un penalti en el encuentro contra el Olympique de Lyon. Al final, el uruguayo hizo valer su veteranía y fue el que lanzó. Pero no solo el portero rival paró el balón. Haber ganado la batalla le costó luego una disputa en el vestuario con el ex del FC Barcelona. Lo que ambos jugadores protagonizaron en el campo aquel día no es más que una lucha de egos que, mal gestionada, puede acabar destruyendo las expectativas del equipo que más ha pagado por un jugador en la historia. Lo mismo que ocurre en el terreno de juego, sucede en las empresas. Saber lidiar con el talento de un modo adecuado para que el ego de un trabajador no acabe convertido en un caballo de Troya es fundamental para que la organización no sufra una herida capaz de desangrarla. Porque como explica Francisco Sánchez de la consultora Sanper Asesores, «no importa que una empresa tenga el mejor producto o la mejor estrategia de márketing. Si las personas que la integran no están alineadas y anteponen sus intereses personales a los del conjunto, puede producir un efecto muy negativo en el resto y perjudicar a la entidad», detalla.

La cuestión es cómo canalizar el ego o el talento individual para que eso no ocurra. No hay una receta única. Cada persona es diferente y, por tanto, también su afán de destacar lo manifiesta de un modo distinto. El experto en Psicología del Trabajo y de las Organizaciones Juan Pedro Sánchez cree que «la gestión del ego de los demás empieza por la gestión de ego propio. No podemos gestionar el ego de otros cuando el nuestro lo dejamos campar a sus anchas por la empresa».

A su juicio, una baza «muy potente» para poder hacerlo «es desarrollar la habilidad llamada inteligencia emocional, que no es más que una competencia que permite autoconocerse bien, conscientemente, y desarrollar una empatía y comunicación saludable hacia uno mismo y hacia los demás. Es lo que llamamos liderazgo saludable, que es exigente y generoso a la vez. Firme con los objetivos y cercano con las personas».

Para Xavier Marcet, presidente de Lead To Change, una empresa de consultoría en innovación estratégica que ayuda a las empresas a desplegar modelos de innovación orientados a resultados con sedes en Barcelona, Bostón y Santiago de Chile, el asunto es complicado. «Nos pasamos el día hablando de talento -explica-, y muchas veces aquel que inspira es el que es diferente, el que nos hace salir de la inercia laboral. Hay que tener habilidad para saber manejar eso. Cuando los ascensos en una empresa son pautados, cuando subes porque toca tendiendo igualar a todos, es complicado lograr un liderazgo capaz de manejar el talento».

La razón, añade, es que ese liderazgo ha de basarse en el respeto y en la cadena de aprendizaje. «Solo respetamos a aquellos de los que aprendemos. Es una cadena mutua. Cuando no hay respeto no es nada fácil gestionar el talento».

La cuestión es que el trabajador entienda la empresa o el proyecto como algo suyo. Es lo que Juan Pedro Sánchez llama «contrato psicológico». Porque, como apunta, para aprovechar el talento de las personas «hay que desplegar un liderazgo saludable».

¿Cómo? «El aprovechamiento de esa fuerza será la consecuencia natural porque ese tipo de liderazgo respeta las necesidades de las personas, fomenta la tolerancia desde la coherencia, practica la justicia, apoya, reconoce, da feedback constructivo y deja que participe en las decisiones que les afectan como el logro de objetivos».

¿Cuál es la consecuencia de todo ello? Está clara: «Las personas se comprometen, no solo de forma intelectual en base a un contrato formal, también de forma emocional y afectiva por medio de un contrato psicológico intangible, dando lo mejor de ellos mismos, desplegando su talento, trabajando en equipo y brillando».