La memoria se pone por las nubes

Javier Armesto Andrés
JAVIER ARMESTO REDACCIÓN / LA VOZ

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El aumento de la RAM y la capacidad de almacenamiento de los «smartphones», junto al minado de bitcoins, dispara el precio de los discos SSD y de toda la tecnología

15 oct 2017 . Actualizado a las 09:35 h.

Hace poco más de un año, un disco duro SSD (se les sigue llamado así, por analogía con los antiguos HDD o hard drive disk, que sí tenían uno o más platos rígidos en los que se almacenaba la información mediante un sistema de grabación magnética) de 128 GB costaba alrededor de 40 euros. Hoy el precio medio ha subido a 75 euros y seguirá aumentando en los próximos meses, en una escalada que no se repetía desde hace más de un lustro y que repercutirá en el coste al alza de todos los dispositivos electrónicos.

La explicación a esta situación hay que buscarla en el incremento de los precios de las memorias RAM y NAND. La primera (Random Access Memory, memoria de acceso aleatorio) se emplea para cargar los datos e instrucciones que vienen del procesador al ejecutar aplicaciones; la segunda, también llamada memoria flash, se utiliza para almacenar datos de forma permanente y con ella se construyen mayoritariamente los Solid State Drive (discos de estado sólido), aunque también hay SSD basados en memoria RAM.

Durante décadas, los ordenadores fueron los principales receptores de memorias, pero sus requerimientos, sobre todo en los años 80 y 90, eran pequeños: la RAM se medía en megas (un millón de bytes), no en gigas (mil millones) o teras (un billón) como actualmente, y los medios de almacenamiento eran los citados discos duros.

Los smartphones y su popularización han cambiado exponencialmente esta situación. Hace ya un par de años que el número de líneas de móvil alcanzó la cifra de habitantes de la Tierra (7.600 millones) y el 70% son teléfonos inteligentes. Han pasado de llevar en sus inicios 512 MB de memoria RAM y 4 u 8 GB de almacenamiento a multiplicar por ocho estas cantidades. Hoy en día cualquier gama media equipa 3 GB de RAM y 32 GB de NAND, y los terminales premium todavía exigen más: el Samsung Galaxy Note 8 lleva 6 GB de RAM y el iPhone X tiene 256 GB de almacenamiento.

La demanda de memoria se multiplica si contamos también las tabletas, relojes inteligentes, pulseras de actividad y demás dispositivos móviles que hacen uso de ella. Los televisores Smart TV y algunos electrodomésticos de línea blanca, como frigoríficos y lavadoras avanzados, también la necesitan. Y en los ordenadores personales de sobremesa y portátiles no solo está presente para las funciones mencionadas anteriormente, también se emplea en las tarjetas gráficas, que cada vez son más potentes para poder mover videojuegos en 4K y aplicaciones de Realidad Virtual.

Granjas de ordenadores

Precisamente, las GPU o unidades de procesamiento gráfico se han convertido en un elemento clave en la minería de bitcoins. Para generar la moneda virtual es necesario realizar una serie de complejas operaciones matemáticas y las GPU resultan ser mas rápidas que las CPU (unidades de proceso central, los microchips tradicionales), consiguiendo más cantidad de criptomoneda en el mismo período de tiempo. Quienes se dedican a esta actividad montan granjas con cientos o miles de ordenadores que equipan cada uno hasta cuatro GPU trabajando sin descanso. Resultado: las tarjetas gráficas más veloces, como la AMD Radeon RX 580 y la Nvidia GTX 1060, se han agotado en las tiendas. La primera lleva 8 GB de RAM y la segunda 6 GB.

La demanda de memoria sobrepasa con creces la capacidad de fabricación y es la responsable de que su coste se haya disparado más de un 70% en un año, pero los expertos aseguran que todavía subirá más. Tradicionalmente, el precio de este componente fluctuaba en función de los pedidos, pero en los últimos años se había estabilizado a la baja después de que en el 2010 un grupo de nueve fabricantes -entre ellos el líder mundial, Samsung Electronics- fueran multados con 331 millones de euros por la Comisión Europea por fijar precios de forma ilegal.

La contaminación de una planta de Taiwan reduce un 5,5 % la producción mundial

Aunque el silicio es uno de los materiales más abundantes en la corteza terrestre, el proceso para elaborar obleas o chips de memoria -cuyo componente principal es ese elemento químico- es lento y costoso. En las fábricas no se permite la entrada de ningún cuerpo extraño y los trabajadores deben ir cubiertos con buzos y mascarilla. En julio pasado uno de los principales productores del mundo, Micron Technology, tuvo un grave problema en una de sus plantas en Taiwan: un error en el suministro de nitrógeno contaminó toda la factoría obligando a la clausura de la misma.

La descontaminación llevará meses, porque las máquinas son muy sensibles y hay que desmontarlas pieza por pieza para limpiarlas. Micron, con sede en Idaho (EE.UU.), había absorbido en los últimos años a otras empresas de semiconductores como Elpida o Inotera. La fábrica siniestrada pertenecía a esta última y de ella salían hasta el accidente 120.000 obleas de memoria al mes, el 5,5 % de la producción mundial. El cierre temporal de la planta está contribuyendo también al aumento de precio de la RAM y especialmente de la LPDDR4, que es el tipo de memoria que montan los dispositivos móviles actuales.

Chips nanométricos

Ademas de hacer frente a la creciente demanda de memoria, los fabricantes están enfrascados en otra guerra por reducir el tamaño de los chips. La última tecnología de litografía de luz ultravioleta extrema (UVE) permite grabar 20.000 millones de transistores en láminas de silicio de 7 nanómetros (un nanómetro equivale a la mil millonésima parte de un metro). Los escáneres para conseguirlo, como los que fabrica la holandesa ASML Holding, cuestan 29 millones y no da abasto para atender la solicitudes.