La incertidumbre política por el secesionismo deja a España sin la agencia del medicamento

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

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JOSEP LAGO | AFP

«Es otro de los daños a los que nos ha llevado el independentismo», lamenta el Gobierno

21 nov 2017 . Actualizado a las 07:24 h.

«Gracias, no pudo ser...». Con amargura y resignación. Así anunció la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, la eliminación de Barcelona como sede para reubicar la Agencia Europea del Medicamento (EMA) tras la declaración del brexit.

La ciudad catalana se apeó ayer de la carrera a las primeras de cambio. Solo recibió 13 votos de sus socios europeos, que prefirieron optar por otras capitales, como Milán, Copenhague o Ámsterdam, la ganadora. La UE dijo no a Barcelona, alto y claro. Aunque la ciudad era la mejor preparada técnicamente para acoger a los más de 900 empleados de la agencia, el escenario de descomposición política en Cataluña y la incertidumbre generada por los independentistas dilapidaron cualquier posibilidad de éxito. Diez meses de intenso trabajo y despliegue diplomático tirados a la basura. Ni siquiera la contención política del Gobierno español cerrando filas en la presentación de la candidatura junto a colectivos independentistas logró salvar los muebles. España dice adiós al gigante europeo del medicamento, que podía haber generado grandes beneficios en términos de empleo, innovación, sinergias empresariales y revitalización económica. «De haberse logrado, supondría visibilidad, prestigio, inversión y puestos de trabajo», lamentó el presidente de la Organización Médica Colegial (OMC), Serafín Romero.

Este último varapalo se suma al goteo constante de empresas que han abandonado Cataluña (más de 2.400) desde el 2 de octubre y la huida de los inversores, que no quieren saber nada de riesgos. «Me atrevo a decir que quizás este sea otro de los daños directos a los que nos ha llevado el independentismo en Cataluña», sostuvo la ministra antes de acusar a los secesionistas de malograr el proyecto empeñándose en «remar en otra dirección» y de poner «piedras en el camino». No es una simple impresión. En Bruselas todos daban por descontada la derrota, inducida por el clima de inseguridad y caos político que vive la región desde hace meses. «La división social en Cataluña no nos ha llevado a nada, solo a pérdidas económicas y efectos negativos», lamentó Montserrat. Su homólogo en Exteriores, Alfonso Dastis, plasmó la pérdida diciendo que espera que sea la última víctima del procès.

El cruce de acusaciones no tardó en asomar. «La mejor candidatura no ha podido vencer la imagen de una Generalitat jugando a ser una república y unos políticos insultando al resto de España y a las autoridades europeas. Una lástima», escribió el líder del PP catalán, Xavier García Albiol.

«Enhorabuena, Puigdemont»

«Enhorabuena, Puigdemont», le dedicó al expresidente fugado el coordinador general del partido, Fernando Martínez Maíllo. «Paremos esta ruina», clamó el líder de Ciudadanos, Albert Rivera.

Desde las filas independentistas se sacudieron responsabilidades y cargaron contra el Gobierno español. Empezando por el expresidente Carles Puigdemont, quien, desde su exilio voluntario en Bruselas, atribuyó el fracaso a la activación del artículo 155: «Encarcelar a líderes civiles y a la mitad del Gobierno legítimo, forzar al exilio a la otra mitad, erradicar el autogobierno y ahora ya podemos sumar empobrecer el territorio. Hasta el 1 de octubre, Barcelona era la favorita. Con violencia, retroceso democrático y el 155 el Estado la ha sentenciado», escribió. Su exconsejero de Sanidad, Antoni Comín, no se presentó a la crucial cita. Sigue fugado, como Puigdemont, en la capital comunitaria a la espera de la extradición demandada por la Justicia española. Su ausencia no fue óbice para valorar desde su escondite bruselense la derrota: «Desde el 1 de octubre la candidatura empezó a naufragar [...]. Sucumbió bajo las porras del ministro Zoido [...]. Europa no quiere Estados totalitarios y España se está convirtiendo en un paria».

Para ERC, «el único responsable es el Gobierno». «No ha estado a la altura», le culparon desde el PDECat.

Los lamentos y las vestiduras rasgadas ya no le servirán de nada a Barcelona, que vuelve a quedarse por segunda vez sin la EMA. Ya pasó en el 1992, cuando quedó finalista, a las puertas. El ex teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona Jaume Collboni insistió en poner en valor el trabajo conjunto entre las Administraciones. Un trabajo que prosperó hasta que la Generalitat catalana se declaró en rebeldía tras proclamar la independencia unilateral. «El proyecto valía la pena. Nos sentimos orgullosos de representar a Barcelona. Ha sido difícil hacer frente a las circunstancias del momento», admitió. Una opinión que comparten en las filas de Podemos, desde donde lanzaron dardos en ambas direcciones haciendo valer la posición de ambigüedad que adoptaron desde el inicio del conflicto. La portavoz adjunta de Unidos Podemos en el Congreso, Ione Belarra, culpó a «quienes contribuyeron a la inestabilidad política y social de los últimos meses» del fiasco. Pero también tuvo reproches para quienes «fomentaron el choque de trenes y el desentendimiento». Y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, volvió a ejercer de equidistante: «Ni la DUI ni el 155 han ayudado y menos ayudará que ahora unos acusen a los otros», dijo.

El bochornoso espectáculo protagonizado por los independentistas fue capitalizado por otras contrincantes. Para empezar, Ámsterdam. La ciudad holandesa se batió en la final con Milán a suertes por el empate técnico entre ambas.