Egipto lanza sus cazas para vengar a los 305 fieles de la mezquita sufí

r. p. REDACCIÓN / LA VOZ

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AHMED HASSAN | Efe

Los supervivientes cuentan que los atacantes izaron la bandera del Estado Islámico

26 nov 2017 . Actualizado a las 09:28 h.

El duelo y la venganza se entremezclaban ayer en Egipto por las 305 personas, entre ellas 27 niños, que perdieron la vida en el atentado más sangriento de la historia reciente del país. Cuando el presidente Abdelfatah al Sisi prometía «vengar a los mártires» en un discurso retransmitido en directo la tarde del viernes, los cazas de la Fuerza Aérea egipcia ya habían despegado de sus bases en dirección a la península del Sinaí. De madrugada el portavoz de las Fuerzas Armadas anunció que habían sido eliminados varios sospechosos y escondrijos de los islamistas. Para demostrarlo divulgó imágenes en blanco y negro de varios ataques con misiles a cinco vehículos supuestamente utilizados en el ataque terrorista y bombas impactando en casas en medio del desierto. No hubo balance de fallecidos.

El atentado en la localidad de Bir al Abed, a 40 kilómetros de la capital de la gobernación, Al Arish, aún no ha sido reivindicado por ningún grupo, pero la Fiscalía egipcia tiene pruebas de que una nueva acción terrorista del Estado Islámico (EI), tras tomar declaración a los testigos de la masacre. Según el fiscal general egipcio, una treintena de takfiríes (radicales) participaron en el ataque en la mezquita sufí de Al Rawda. Mientras disparaban contra los fieles, izaron «una bandera negra del Dáesh», acrónimo en árabe del grupo yihadista. 

Colocaron vehículos todoterreno alrededor de la mezquitas y luego pusieron una bomba fuera del recinto. Después comenzaron a disparar desde la puerta y las doce ventanas de la mezquita convirtiendo la sala de rezo en una carnicería. Los charcos de sangre aún eran ayer visibles en el suelo al igual que los cientos de zapatos sin recoger.

Armados con fusiles automáticos (probablemente Kalashnikov), vestían ropa militar de camuflaje y camisetas negras. Algunos tenían el rostro cubierto, según los supervivientes.

Las familias que vivían en esta zona de mayoría sufí ya habían recibido amenazas de grupos extremistas. El joven egipcio Mohamed Jalil, habitante de Bear al Abed, contó a Efe por teléfono que «los del Daesh amenazaron antes a la gente del pueblo de que si seguían con sus rituales [propios de la corriente sufí] los matarían. Y los llamaron idólatras». Tras el suceso, Jalil se acercó al hospital público y se quedó abrumado por la cifra de víctimas que vieron sus ojos. «Todo el pueblo», asegura, acudió a donar sangre. 

Entierros al alba

Todas las víctimas del ataque fueron enterradas ayer antes del alba como dicta la tradición musulmana. Miles de habitantes del pueblo vecino de Mit Habib asistieron a los funerales del director de la escuela de Bir al Abed, Al Said Abu Eitta, y de su hijo Ahmed. «Muchas familias perdieron a todos sus hombres. Ha sido un horror», dijo Jalil.

En Ismailia, los familiares de las víctimas heridas se agolpaban frente al hospital de esta ciudad cercana al canal de Suez, esperando desesperadamente noticias, constató el corresponsal de la AFP. «Terrorismo en la casa de Dios» podía leerse en los diarios egipcios, que lleva crespones en señal de duelo.

El presidente Al Sisi exhortó a las Fuerzas Armadas a edificar un memorial por las víctimas, según la prensa estatal. El gran imán de Al Azhar, la principal institución del islam sunita, el jeque Ahmed el Tayeb, de obediencia sufí, condenó «con la mayor firmeza el bárbaro ataque terrorista». El papa Francisco se declaró por su parte «profundamente entristecido por las pérdidas humanas causadas por el ataque terrorista».